El micromentario de Pepe Belmonte: 'Los nuevos dioses del Olimpo'
El micromentario de Pepe Belmonte 'Los nuevos dioses del Olimpo'
Murcia
Son los nuevos dioses del Olimpo. Del Olimpo del siglo XXI. No se llaman ni Zeus, ni Atenea, ni Afrodita, ni Apolo. Sino Ronaldo, Messi, Neymar, Kane, Mbappé…
Por lo que hemos visto estos días, durante el vergonzoso mundial de Catar, que no ha servido para lavar esa imagen de país machista, insolidario, corrupto y retrógrado, los nuevos dioses del Olimpo resultan intocables. “¡Qué mirás, bobo! Andá para allá”, se permitía el lujo de decirle el dios Messi, capaz de construir una frase completa, lo que ya es mérito, a uno de los asistentes a una rueda de prensa.
Y lo vino a decir un muchacho de treinta y tantos años, millonario perdido, que ni siquiera ha sido capaz de pronunciar un par de palabras en inglés en un anuncio de la FIFA en el que participaban otros muchos futbolistas.
En el terreno de juego son divinos, se comportan como dioses capaces de hacer malabarismos con un cuerpo esférico. Pero fuera del campo de fútbol, a excepción de algunos casos, no sólo son humanos, de carne y hueso, santos que mean, sino que, además, se caracterizan por tener una vida privada poco edificante, por su escasa o nula cultura, por su imposibilidad de comunicar más allá de tres frases sueltas y los consabidos tópicos cuando les ponen delante un micrófono, que para ellos es una especie de potro de tortura.
No son, en absoluto, el mejor modelo para los más pequeños, que imitan, sin embargo, sus cortes de pelo, su manera de vestir, su modo de hablar y de caminar por la calle, rodeados siempre de una docena de palmeros. De ahí que, con frecuencia, los niños y las niñas desarmen los argumentos de sus padres, que quieren que estudien, que sean buenas personas, diciéndoles que ellos quieren ser como Messi, como Ronaldo, como Mbappé, que fueron a la escuela sólo lo justo, que no han sido vistos, jamás, con un libro en la mano, y, sin embargo, son ricos y famosos.
Y, además, tienen el mundo a sus pies, y se permiten decirle a cualquiera, al que a ellos les dé la gana, aquello de “¡qué mirás, bobo! Andá para allá”. Como para grabárselo en la piel. Un portento de sabiduría.
Pepe Belmonte