Las historias desconocidas de Cartagena y sus efemérides

Muy buenas amigos. En primer lugar les deseo que, el año que acabamos de estrenar les sea venturoso y se cumplan todas sus expectativas y, como cada semana les invito a pasear y conocer nuestra Cartagena y su comarca a través de sus pequeñas o no tan pequeñas historias, sus efemérides. Hoy veremos que pasaba en distintas épocas entre las fechas del 2 al 8 de enero. Vamos a ello.

El 2 de enero de 1593, los vecinos de Cartagena se dedicaban a labrar los campos para cultivar productos agrícolas, lo que perjudicaba a la ganadería. Por ello, el Ayuntamiento acuerda que nadie labre sin su permiso. Vuelve a generarse el dilema ya planteado en la Biblia con Caín y Abel.

El 6 de enero de 1616, el regidor y capitán de artillería hace saber al alcalde que las piezas a su cargo están descargadas por no tener pólvora, y le sería imposible defender la ciudad si se presentaran enemigos. Pues eso, sin pólvora.

El 6 de enero de 1874, cuando el Cantón, nuestro Cantón, por un proyectil, que impacta en el polvorín, las fuerzas del general López Domínguez hacen volar el Parque de Artillería, en poder de los cantonales. Se ocasionan más de cuatrocientos muertos, la mayoría civiles. Esto fue el principio del fin de la aventura Cantonal.

El 4 de enero de 1907, es inaugurado el Teatro Apolo, llamado también Teatro Circo Apolo, localizado en la Diputación del Algar. Se trata de un edificio modernista, proyectado por el arquitecto Pedro Cerdán. Es un teatro a la italiana, con platea y palcos. Conservaba un telón de boca, pintado a mano, recientemente restaurado. Está protegido como Bien de Interés Cultural, desde el mes de marzo de 1998. Amigos, si no lo conocen, les recomiendo que lo visiten, es una auténtica joya.

El 4 de enero de 1984, el pleno del Ayuntamiento de Cartagena aprueba el proyecto de Modificación del Plan General de Ordenación Urbana de la zona del Cabezo Beaza. Esto dio lugar a la creación del actual polígono empresarial, industrial y de ocio Cabezo Beaza. Ahí lo tienen, lo que parecía que iba a ser un polígono industrial más, se ha convertido en uno de los grandes centros de la Región.

Y, el 8 de enero de 1996, fallece en Madrid la escritora cartagenera Carmen Conde, primera mujer en la historia que ocupó un sillón en la Real Academia de la Lengua. Una figura de bronce, sentada en un banco frente a la iglesia del Carmen, elaborada por el gran escultor cartagenero Juan José Quirós, la inmortaliza en la ciudad que la vio nacer.

En las Historias desconocidas de la Historia conocida de Cartagena y, aprovechando que tenemos recientes las campanadas de fin de año, permítanme que les cuente una anécdota de nuestro flamante reloj de la Puerta del Arsenal.

Ya saben ustedes que, el reloj se inauguró el 6 de enero de 1866, por cierto, seis meses antes que el famoso reloj de la Puerta del Sol de Madrid, curiosamente fabricado por el mismo relojero, Rodríguez de Losada, un español afincado en Londres, el mejor relojero de toda Europa en aquellos tiempos.

Por supuesto, el reloj tiene algunas anécdotas, ya que a pesar de todo ha adquirido vida propia y, siempre estará ahí, marcándonos el tiempo.

Ustedes saben que, hasta hace muy pocos años, en Cartagena, la batería de saludos que había frente al antiguo Club de Regatas disparaba todos los días tres cañonazos de salvas. La primera, exactamente a las ocho en punto de la mañana; la segunda, a las doce en punto del mediodía y, la tercera se disparaba a la puesta del sol, que señalaba el inicio del arriado de las banderas en todos los destacamentos militares.

En el año 1956, siendo jefe del Ramo de Armamentos el capitán de navío Don José Ramírez, insistió a los relojeros encargados del mantenimiento del reloj del Arsenal que, las campanadas del reloj coincidieran exactamente con el cañonazo de la batería de saludos de medio día (para los cartageneros castizos, EL CAÑONASO DE LAS DOSE, PARA ENTENDERNOS), llegando a amenazar con sustituir el reloj, cosa que no llegó a suceder ya que estaba perfectamente regulado su funcionamiento. Y ahí sigue, dándonos la hora siempre.

Pero volvamos atrás a la nochevieja de 1945.

Imagínense ustedes a una gran multitud reunida en la plaza del Rey y la calle Real esperando oír las campanadas y tomar las uvas. Todo el mundo pendiente con el cartucho de las uvas en la mano esperando impacientes……. y, ¡el reloj se paró justamente a las doce en punto sin dar las campanadas!

Esto me lo contó un buen amigo que, sí estuvo aquella noche en la plaza del Rey con su cartucho de uvas. Entenderán que, la guasa popular en ese momento superó cualquier problema y, las uvas se tomaron.

Amigos, espero que les haya gustado. Ya solamente nos falta la visita de los Reyes Magos que, seguro serán generosos. Sigan siendo comedidos en la comida y sobre todo con la bebida. Les espero la semana que viene y, mientras tanto, cuídense mucho y sobre todo sean muy felices.