El micromentario de Pepe Belmonte: 'Colgados como astronautas'
Columna de opinión del catedrático de Literatura de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia
El micromentario de Pepe Belmonte: 'Colgados como astronautas'
Murcia
El pasado viernes, durante unas horas, se cayeron, estrepitosamente, las redes. Al menos las de una conocida compañía de telecomunicaciones que opera en España, con lo que fuimos muchos los usuarios que nos quedamos aislados por completo, como astronautas suspendidos en la atmósfera del universo.
Fue una sensación extraña, muy rara. Como un descenso al Infierno de Dante. Completamente solos en medio de la tormenta y de la noche. Nos llegamos a sentir como niños perdidos entre un gentío que no repara en nuestra situación de abandono. Niños desventurados, llorosos, desconsolados, como si hubiéramos perdido por completo, de un solo tajo, la inocencia más pura.
Sin esas redes sociales, que se tomaron unas horas de descanso, que se marcharon temporalmente al paraíso de la inopia, perdimos ese hilo de Ariadna que nos une al mundo en este laberinto que es la existencia humana.
Esas horas, durante las cuales, cariacontecidos, no dejamos de mirar y tocar continuamente las teclas de nuestros aparatos electrónicos, dieron para pensar en cómo es posible que no hace tantos años fuéramos capaces de vivir sin depender de las redes sociales. Que fuéramos, incluso, mucho más felices sin estos mecanismos que carga el diablo.
Durante unas horas, decía, algunos usuarios nos quedamos aislados, sin redes sociales. Y nos llegamos a sentir como ángeles expulsados del Paraíso. Como aves sin nido. Como barcos a la deriva que se debaten en medio de la tormenta, sin esperanza de llegar a puerto con vida. Nos sentimos timados, estafados, como si de golpe hubiéramos descubierto un mundo sin dioses. Como si la promesa de una vida eterna sólo fuera una vulgar milonga.
Y hemos maldecido por habernos dejado mecer en los brazos de la modernidad, de la tecnología punta. Por haber roto y quemado las viejas agendas de toda la vida. Por no habernos aprendido de memoria los teléfonos que en verdad nos importan.
Y así andábamos, lamentándonos a cada minuto… hasta que volvió de nuevo, tan calladamente, por la misma sendica por la que se marchó, el internet, los wasaps, los correos electrónicos, el Google, san Wikipedia… a los que recibimos con todo cariño, con una sonrisa bobalicona, con mimos, como a aquel hijo pródigo de la Biblia, y nos olvidamos por completo de nuestros miedos, de nuestras amenazas, con un gesto de complicidad, de celebración, que nos hizo regresar a nuestra estúpida condición de ingenuos y confiados sin remedio.
Pepe Belmonte