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Opinión

El micromentario de Pepe Belmonte: 'Un perro en misa'

Columna de opinión del catedrático de Literatura de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia

El micromentario de Pepe Belmonte: 'Un perro en misa'

Murcia

Hace unos días, mientras se celebraba la Misa Mayor en las fiestas patronales de la pedanía murciana de Casillas, en pleno acto litúrgico, se coló en la iglesia un perro negro que interrumpió al sacerdote y animó a los allí presentes a realizar una improvisada labor de caza y captura del impertinente chucho que, al parecer, andaba desorientado y había equivocado su camino.

O quizá no. Quién sabe, porque están sucediendo cosas muy raras, verdaderos símbolos de lo apocalíptico, en estos últimos tiempos, en los que ciertos políticos, en sus mensajes preelectorales, anuncian, sobre todo si no ganan ellos, el fin del mundo. “La” fin del mundo, que diría mi madre.

La noticia, que era recogida, a modo de graciosa anécdota, en los medios de comunicación, me vino a recordar aquel pasaje de la conocida novela de Ramón J. Sender, Réquiem por un campesino español, en donde, de la misma manera, mientras va a celebrarse el entierro por el alma de Paco, un muchacho que ha sido traicionado por el cura para que se entregue a las fuerzas franquistas durante la Guerra Civil, penetra en la iglesia, a todo galope, un potro cuyo valor simbólico es evidente. Ha venido a interpretarse como el alma del propio Paco, que muestra así su rebeldía.

En Literatura nada se escribe al azar. Ni tampoco en la vida es casual todo lo que nos sucede. Y habrá que ver cómo se interpreta esa aparición, casi espectral, de un perro negro en medio de la misa en Casillas.

En el folklore celta, el perro negro es augurio de la muerte. Se trata de una criatura anfibia que sale del mar y se dedica a viajar por los caminos solitarios, sembrando el pánico. Sin embargo, en la tradición judía, mucho más cercana a nosotros, el perro negro es portador de energías sagradas y nos protege contra la maldad, de ahí que se ocupe de custodiar la Puerta del Infierno.

Pero, volviendo a lo nuestro, después de vueltas y más vueltas, el pobre perrico fue atrapado por la policía local que, a su vez, lo puso en manos de Zoonosis para que hiciera con él lo que considerara conveniente, por lo podemos imaginar cuál ha sido -o va a ser- su destino final.

Hace mucho tiempo que, ni en el Cielo ni en la tierra, se practica la virtud de perdonar, ni siquiera a las criaturas más débiles e inocentes.

Pepe Belmonte