"Hay caras, expresiones y palabras que no creo que pueda olvidar nunca": José Justo Martínez, el profesor lorquino en Madrid que tuvo que explicar a sus alumnos qué había pasado el 11M

Murcia

Se cumplen 20 años de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en Madrid y José Justo Martínez, un profesor murciano afincado en la capital, recuerda todo lo vivido esa jornada, en los días posteriores y cómo afrontó la tragedia junto a los niños y niñas del colegio en el que daba clase, próximo al barrio de Santa Eugenia, donde estalló uno de los trenes aquel día: "Hay caras, expresiones, palabras... que no creo que se me vayan a olvidar nunca".

La estación de Santa Eugenia, la del Pozo y la de Atocha fueron los puntos donde, a primera hora de la mañana del 11 de marzo, se produjeron diez explosiones prácticamente consecutivas en cuatro trenes diferentes: el ataque terrorista de naturaleza islamista acabó con la vida 193 personas. "No sabíamos qué pensar cuando escuchamos que había habido una explosión en Santa Eugenia", cuenta José Justo, que explica que su colegio pertenece a la congregación de las Hermanas de la Caridad, las primeras en informarle de lo que había ocurrido en un barrio del que procedían muchos de los alumnos.

"Empezamos a conectar con las familias para ver cómo estaban. Hubo alguna familia que no contestó, y ya teníamos un runrún de que algo había pasado y no era bueno". Tenía razones para temer lo peor, en un momento de gran confusión en el colegio, hasta donde llegaban las noticias también las explosiones ocurridas en Atocha: "Era todo muy caótico y confuso, mientras entrábamos a las clases y buscábamos a todos los niños o llamábamos a las familias". Al tiempo, se confirmó lo peor: el padre de uno de los niños había muerto en Atocha y el padre de otra de las alumnas en Santa Eugenia.

El profesor cuenta que nunca se le olvidarán las caras de esas dos personas ni de sus hijos "Estamos hablando de dos niños de primaria, de 7 u 8 años". Añade que no se creía lo que estaba pasando: "Lo único que podíamos hacer era abrazarnos y abrazar a los niños, que estaban consternados preguntando por sus compañeros". Pero reconoce que "lo duro viene después", cuando toca afrontar esa realidad con los niños, explicarles lo que había ocurrido y por qué había ocurrido "cuando ni nosotros mismos lo podemos entender".

Tras eso, llegó también otras imágenes que muchas personas que estaban entonces en Madrid aún recuerdan: el silencio, la desconfianza, las miradas temerosas, los recelos por cualquier mochila que alguien dejara olvidada... En un clima tan enrarecido en la capital, se esforzaban por normalidad la situación en las clases y dar afecto a estos dos alumnos que habían perdido a sus padres: "Establecimos un vínculo muy grande y después de un tiempo, me los llevé a Águilas, a disfrutar de la playa, del sol, del mar... era una manera de dar un cariño y afecto que necesitaban en ese momento".

¿Sigue manteniendo relación con aquellos niños y niñas a los que tuvo ayudar a sobrellevar la tragedia que habían vivido? "Hay niños que se desvincularon, pero otros que mantienen esa relación. Y en el caso concreto de una de esas chicas, el próximo mes de mayo nos ha invitado a mí y a otros profesores del colegio a su boda".