Sanguijuelas del Guadiana y G-5 triunfan en el cierre del festival La Mar de Músicas

Cartagena

La última noche de la 30ª edición del festival La Mar de Músicas de Cartagena (que en su edición de 2026 tendrá a Ecuador como país invitado) se desarrolló con un auditorio Paco Martín de Parque Torres totalmente abarrotado y dos propuestas musicales de enjundia. Abrieron la noche Sanguijuelas del Guadiana y el cierre en dicho escenario fue un verdadero lujo, con la actuación de G-5, un conjunto que aglutina a una serie de artistas con larga trayectoria, que cada uno de ellos en solitario son cabeza de muchos carteles: Kiko Veneno, Canijo de Jerez, Diego Ratón, Tomasito y Muchachito con su inseparable bombo. Completaba el conjunto un maravilloso batería-percusionista y un bajista-contrabajista, para desgranar un repertorio con mucha retranca para lo que la noche pedía: desparrame y diversión, todo ello envuelto en una impecable ejecución musical, sin secuencias ni artificios, pura música con altas dosis de visceralidad y emoción.

G-5, mucho arte con mucha retranca

El grupo G-5 volvió a demostrar en Cartagena por qué su propuesta es una de las más singulares y explosivas del panorama musical español. Su actuación en La Mar de Músicas fue un viaje sin freno por el sur más canalla, el compás más libre y la fiesta más auténtica. Desde el primer acorde de "El cheque", el público supo que estaba ante algo más que un concierto: era una celebración colectiva.

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Con "Quitao" y "La moto", el grupo calentó motores, desplegando su mezcla de flamenco, rock y funk. "Calla" y "Badajoz" sirvieron para bajar el pulso y dejar espacio a la palabra, al ritmo que se arrastra y se clava. Pero fue con "G-5", el tema que da nombre al grupo, cuando la conexión con el público alcanzó su primer gran clímax: una declaración de intenciones, una carta de presentación que sigue sonando tan fresca como el primer día.

"Que los planes siempre salgan bien" y "Sancti Petri Boulevard" trajeron el humor y la ironía marca de la casa, mientras que "Querido Javier" se convirtió en uno de los momentos más originales de la noche gracias a la percusión hecha con el teclado de una máquina de escribir, ejecutada con maestría por Tomasito, que arrancó ovaciones con su virtuosismo y desparpajo.

El jerezano se lució aún más con "Pitágoras", una bulería que interpretó en solitario y que fue puro arte: compás, improvisación y duende en estado puro.

Luego llegó "Perdío", con ese aire de rumba nostálgica que tanto conecta con el alma del público.

Uno de los momentos más celebrados fue "Mi oreja baila sola", donde el banjo de Muchachito añadió un color inesperado y festivo, llevando la canción a terrenos casi bluegrass sin perder el sabor andaluz. Y como no podía faltar, el tramo final fue una auténtica traca: “Vaya Sarao”, "El porro", "El vino y el pescao", "Las galletitas" y "40 forajidos (para cuya interpretación cambiaron los atuendos de presos con los que iniciaron la actuación por otros de estética de indios y vaqueros en al americano Far West), más “El que quiera dormir que se compre una colchoneta” cerraron la noche con una explosión de ritmo, carcajadas y comunión total con el público.

G-5 no ofreció solo un concierto, sino una experiencia. Una noche de libertad musical, de talento sin etiquetas y de alegría compartida. Cartagena vibró con ellos, y seguro que tardará en olvidarlo.

Esta superbanda surgió en 2006, se diluyó por las obligaciones artísticas de sus miembros y resurgió felizmente hace unos meses.

Sanguijuelas del Guadiana

Fueron los encargados de abrir la noche en el Parque Torres. Este grupo es una de las grandes revelaciones este verano en los festivales y no podía faltar en el ciclo cartagenero. Su reivindicación de lo rural, el retrato de las ausencias motivadas por la falta de oportunidades para la juventud en su tierra y un sonido que bebe mucho de las fuentes de sus paisanos Extremoduro (con especial mención a la forma de cantar de su vocalista, que evoca la de Robe Iniesta), y esas guitarras con sonido deliberadamente sucio, en la estela de Pignoise, forman parte de su identidad.

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En los primeros compases atacaron "Yesca", un inicio por todo lo alto. Le siguieron temas como "Para qué me llamas" e "Intacto. Con "Me da igual" y "La brecha", el grupo navegó entre la ironía y la crítica social, sin perder nunca el pulso del directo.

Uno de los momentos más intensos llegó con "Revolá", un homenaje sentido a los jóvenes que se ven obligados a abandonar sus pueblos, interpretado con una sensibilidad que caló hondo entre los asistentes. La versión de "Me quedaré" de Estopa aportó un guiño reconocible y cercano, mientras que "100 amapolas" y "Septiembre" en el tramo final del concierto dejaron en todo lo alto el ánimo del público para la actuación, tras el preceptivo cambio de escenografía, de los esperados G-5.