En el nombre de hoy, con José Miguel Rojo: 'La Hispanidad cautiva'
Columna de opinión del politólogo y profesor de Ciencia Política y Opinión Pública de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia

En el nombre de hoy, con José Miguel Rojo: 'La hispanidad cautiva'
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Murcia
En el nombre de hoy, 6 de octubre, hablamos de las mil formas posibles de pensar la Hispanidad. Dos sucesos de este fin de semana me recuerdan que estamos cercanos a ese día de pompa nacionalista que termina por ser un artefacto cañí y épico a partes iguales.
Por un lado, el festival que la Comunidad de Madrid ha organizado para reivindicar los lazos comunes con América Latina en busca de una gran comunidad político-cultural definida por el lenguaje. En pleno debate sobre qué tipo de inmigración es la mejor (algunos dicen que ninguna, otros que la culturalmente afín, e incluso hay quien todavía defiende el irrenunciable respeto a la dignidad del ser humano sin importar su origen), la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, sella su proyecto neoimperial al ritmo de Los Panchos. Se deja ver en este acto de exaltación de lo hispánico un proyecto ideológico transnacional que pretende traducir el clima reaccionario mundial a las coordenadas étnico-culturales de una nueva y generosa evangelización. Pero también hay, dicho sea de paso, una constatación inteligente sobre el poder de la lengua, abriendo camino a una Commonwealth chulapa que nos permita crear cierto polo de contrapoder entre tanto protagonismo de chinos, norteamericanos, árabes y rusos. Claro, que en esta hermandad cultural no podría haber rastro de Quechua, Guaraní o Aimara, y los jesuitas, por el influjo de Juan Pablo Viscardo, se convertirían en sospechosos. No podemos ni imaginarnos cómo se diría pim-pam-pum en lengua indígena.
Sin quitarme apenas el festival de la cabeza, termino cayendo en las garras del fenómeno cinematográfico del momento: El Cautivo de Amenábar. El sacrosanto símbolo de nuestra lengua, el autor de la más sublime novela de todos los tiempos, el hombre ingenioso y vibrante, se las tiene que ver con los antagonistas por excelencia de la Hispanidad: los musulmanes. Asusta saber cómo la percepción exótica y prejuiciosa de aquel mundo, nuestra supuesta antítesis, es ahora tan vigente como lo era en el siglo XVI. Pero Amenábar rompe las expectativas de los que esperaban encontrarse con una clásica historia de cristianos heroicos y moros temibles. Cervantes, el icono de la Hispanidad, el hacedor de las noches de gloria de nuestras letras, pudo haber tenido un romance con el otomano Hasán Bajá. Alguien debe haberse desmayado en Madrid al oírlo.
Las ficciones históricas (vaya combinación de términos) tienen como gran virtud desafiar las concepciones hegemónicas de nuestro pasado para inaugurar una nueva forma de recordar, más cercana a la vida real, que siempre es contradictoria y grisácea. Alejado del púlpito pulcro y de la misión celestial del Santo Oficio, el gran referente de la Hispanidad pudo verse atraído por ese otro mundo que hoy todavía consideramos ajeno, pero que permanece muy dentro de nosotros.
La Hispanidad, en definitiva, es una combinación infinita de matices culturales que están muy lejos de cualquier proyecto de homogeneidad imperial. Tal vez esa es su grandeza, la que nos distingue de otras metrópolis. La mescolanza de culturas que impugna las teorías de la asimilación. Pero todavía hoy, la Hispanidad sigue cautiva de los delirios de una dirigencia política empeñada en construir el mito nacional en torno a la ambición de la raza, olvidando que es en el sincretismo, de la Alhambra a los criollos, y no en la supremacía, donde reside nuestra identidad. Como Cervantes, en nuestro pasado figura la íntima y placentera fusión con el otro.

Paqui Pérez Peregrín
Paqui Pérez Peregrín es licenciada en Periodismo por la UCAM y licenciada en Publicidad y Relaciones...




