“Ya hay niños de cinco años que manifiestan desinterés por vivir”, alerta Ápices Cartagena

Cartagena

“Alteraciones emocionales producto de entornos en los que los niños no están creciendo en un espacio seguro o puedan estar sufriendo algún tipo de dificultad”. Así resumía Pepa Hernández, directora de Ápices Salud Mental Cartagena, la raíz de muchos de los problemas de salud mental que afectan hoy a la infancia y la adolescencia. Lo hizo en una entrevista en Radio Cartagena en el marco de las IV Jornadas de Salud Mental Infantojuvenil, organizadas por la asociación para formar a profesionales y sensibilizar sobre la importancia de la prevención.

Durante las sesiones se abordaron desde el abuso de pantallas hasta la detección temprana de síntomas. Hernández destacó que “los primeros signos pueden ser cosas tan simples como la negativa a asistir al colegio, una irritabilidad mayor de lo habitual, ansiedad o aislamiento”. Advirtió, además, de que “muchas de estas conductas, cuando los menores pasan de la etapa infantil a la adolescencia, no se abordan como un síntoma de malestar, sino que se castigan, sin atender el problema real que están viviendo”.

La directora de Ápices alertó de que cada vez se detectan casos de problemas emocionales en edades más tempranas, incluso “en franjas de 0 a 3 años”. Por ello, insistió en la importancia de dotar a las familias de herramientas de gestión emocional, recordando que “el ritmo de vida, la falta de tiempo de calidad con los hijos y el estigma que aún rodea la salud mental hacen que muchos padres tengan dificultades para acudir a los servicios especializados”.

Pepa Hernández defendió que los espacios seguros deben construirse no solo en los hogares, sino también en los centros educativos y en los entornos sociales y deportivos. “Necesitamos que los colegios sean lugares donde los niños y adolescentes puedan manifestar que algo les pasa sin miedo a etiquetas o al rechazo”, afirmó.

Hernández subrayó que la etapa infantojuvenil “es una etapa de construcción y desarrollo, y precisamente por eso es en la que más podemos intervenir para prevenir cronificaciones o trastornos mentales más graves a largo plazo”.

Respecto al impacto de las redes sociales, la directora fue contundente: “No puede ser que niños de 6, 7 u 8 años dependan de una tablet o reciban un móvil por la comunión. Ese uso precoz genera aislamiento y resta tiempo para leer, jugar o relacionarse”.

Una de las reflexiones más duras de las jornadas fue la que dejó uno de los ponentes al mencionar el caso de un niño de cinco años que ya manifestaba deseo de no seguir viviendo. “Es aterrador pensar que un menor de esa edad pueda sentir ese malestar emocional. No les estamos ayudando a desarrollar estrategias de afrontamiento ni tolerancia a la frustración, vivimos en la urgencia y la inmediatez”, lamentó Hernández.

Por ello, defendió que “la educación emocional debería ser una asignatura obligatoria desde pequeños”, recordando con ironía: “Yo aprendí a hacer vainica, pero una clase de gestión emocional me habría servido mucho más”.

Además, subrayó que las familias no deben cargar con la culpa cuando detectan un problema. “No se trata de pensar qué he hecho mal, sino de tener herramientas para ayudar a los hijos. Hay que apoyar también a los padres, porque acompañar un proceso así sin ayuda profesional es muy difícil”.

Hernández recalcó que la clave está en crear esos espacios de seguridad emocional, donde los menores “puedan decir algo me está pasando”. “En muchos casos, son los amigos los que detectan antes el problema y avisan a los adultos. Si generamos esos entornos de confianza, estaremos salvando vidas”, explicó.

Finalmente, recordó que la comunicación debe fomentarse “desde que son pequeños, generando apegos y buscando siempre a la persona con la que el menor se sienta cómodo para hablar, aunque no sea su padre, su madre o su profesor”. Puede ser, añadió, “un compañero o un entrenador deportivo, alguien que escuche sin juzgar”.

Las jornadas volverán el próximo año con nuevas ediciones centradas en la salud mental infantojuvenil, un ámbito que, en palabras de Hernández, “sigue siendo uno de los grandes retos sociales de nuestro tiempo, porque estamos viendo cómo la urgencia, la presión y la falta de tiempo están devorando la salud emocional de nuestros niños y adolescentes”.