En el nombre de hoy, con José Miguel Rojo: 'After working con Juan del Val'
Columna de opinión del politólogo y profesor de Ciencia Política y Opinión Pública de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia
En el nombre de hoy, con José Miguel Rojo: 'After working con Juan del Val'
Murcia
En el nombre de hoy, 20 de octubre, hablamos de cómo funciona la vida de verdad.
Nunca fuimos en España un país singularmente amante de la meritocracia. Nuestra desbordante emocionalidad alimenta las redes interpersonales, que se convierten en soporte vital básico y, a la vez, en plataforma de lanzamiento. Somos el país del «y tú de quién eres», el país del chisme, de la valiosa agenda de contactos. Este país entiende mucho de apellidos, linajes, compañeros de colegio y amigos del barrio. Nos encanta estar rodeados de gente afín, nos encanta recomendar y que nos recomienden, saber los entresijos amorosos de nuestros colegas y mostrarnos vulnerables a la primera de cambio. Es mejor caer bien, ser el más simpático de la oficina, desempeñarse como buen anfitrión, lucir el compañero perfecto para tomar una copa, que ser eficiente y exigente. Qué peligro tiene hacer bien las cosas. Del excelente se desconfía, al buen amigo se le quiere tener cerca para siempre. En las comidas se puede arreglar todo y mejor no usar nunca canales formales, que suenan a afrenta personal. Formalismos innecesarios en un país que se da abrazos.
Más allá de la anécdota del Premio Planeta, y digo anécdota porque es evidente que nunca fue un premio literario, sino una gran estrategia comercial (legítima porque se financia con fondos privados), España debería repensar en su excesivo apego a las relaciones humanas como gran principio rector de las decisiones políticas o económicas. Ese culto a la cercanía ha terminado por apuntalar una cultura que confunde confianza con favoritismo, diálogo con clientelismo y vínculo social con patronazgo. Qué difícil es hacer algo en este país sin haberse labrado antes «un nombre», ser conocido en el sector, provocar una suerte de efecto halo con tus acciones previas, con tus orígenes, con tu lugar de trabajo, que condicionan la presunción sobre tus habilidades futuras. Lo que parece humano, la tendencia irrefrenable a preferir y a cuidar a los tuyos, encubre un sistema de privilegios que protege el statu quo.
Y, claro está, todo esto nos hace ser más desconfiados, saber que en el fondo todo es mentira, y asumir que las reglas de juego siempre van por el camino de lo implícito, de lo informal, de la copa y el puro, del after working. No hay mayor capital en España que el capital social, las relaciones que tejemos. Por eso, cuando alguien medra, pronto surgen teorías sobre apadrinamientos o favores cruzados y, aunque paguen justos por pecadores, en muchos casos el río agua lleva. Nadie puede escapar, en España, de la etiqueta de «hijo de», «marido de», «exalumno de». Ante el fracaso de la narrativa meritocrática, a uno solo le queda soñar con un universo paralelo de seres completamente anónimos, totalmente desprovistos de antecedentes, y que siempre están empezando de cero.
Ojalá poder leer una novela sin saber quién la ha escrito.
Paqui Pérez Peregrín
Paqui Pérez Peregrín es licenciada en Periodismo...Paqui Pérez Peregrín es licenciada en Periodismo por la UCAM y licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas por la UMU.