La Manga pierde el impulso residencial que dejó la pandemia

Cartagena

El empresario Ángel, gerente del chiringuito La Cangreja, es uno de los pocos que viven todo el año en La Manga del Mar Menor. Desde su terraza frente al mar, nos habla de cómo es la vida fuera de la temporada alta, de lo que significa criar a tres hijos en este rincón del litoral cartagenero y de los retos de mantener un negocio en un entorno tan estacional.

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“Tengo la suerte de vivir en La Manga todo el año con mi familia, y se lo recomiendo a mucha gente”, cuenta Ángel, que regresó hace tres años junto a su mujer y sus hijos para establecerse definitivamente. “Estoy encantado, muy feliz, muy contento”, asegura.

Pese a la imagen de calma invernal, Ángel defiende que en La Manga el invierno es corto y agradable: “Yo creo que los últimos años tanto en Cartagena como en La Manga, el abrigo ni me lo he puesto. Tenemos un invierno cortísimo”. Reconoce, sin embargo, que vivir junto al mar no significa pasarse el día en la playa: “Muchas veces vas menos que los que no viven aquí. Pero tenerla al lado y poder bajar cinco minutos ya es un lujo”.

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Su día a día transcurre entre familia, colegio y trabajo. “Tardamos seis minutos en llegar al cole, el mayor va a taekwondo, la mediana tiene actividades y la pequeña empieza ahora… hay opciones, hay movimiento y la vida no se hace pesada para nada”, explica. Destaca también que cada vez hay más iniciativas privadas que intentan mantener viva la zona fuera del verano, aunque reconoce que “muchas veces esos proyectos saben que van a perder dinero los dos o tres primeros años”.

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Por eso, considera clave el apoyo institucional: “Las administraciones deberían poner de su lado y ofrecer beneficios fiscales a quienes emprenden en La Manga. Mantener un negocio aquí en invierno es muy difícil”, apunta.

Su chiringuito, La Cangreja, permanece abierto hasta principios de noviembre: “Ahora mismo el 2 de noviembre es el último día. Cuando sopla levante en invierno ya no se puede estar, las instalaciones no están preparadas”. Aun así, defiende el desmontaje: “Ver las playas vacías, sin huella humana, también tiene su encanto”.

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Ángel lamenta que, tras la pandemia, La Manga haya vuelto a la estacionalidad de siempre. “Hubo un tiempo en que el verano se alargaba y mucha gente vivía aquí todo el año, pero ahora volvemos a lo de antes”, señala. Y alerta sobre el nuevo modelo turístico: “Antes lo raro era alquilar una semana; ahora lo raro es alquilar un mes. Y eso no es bueno para La Manga”.

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A su juicio, falta planificación a largo plazo: “Se hacen esfuerzos, pero no se va al tuétano del asunto. No hay un plan claro para desestacionalizar”. Cree que se debería favorecer el alquiler estacional y potenciar un turismo más sostenible y prolongado: “Alquilar una casa para un mes permite disfrutar del lugar de verdad. La Manga tiene mucho que ofrecer más allá de la playa”.

Consciente de los retos, también reivindica el enorme potencial del entorno: “Tenemos 18 kilómetros de playa maravillosa, un agua limpia y un paisaje que deja sin palabras a los que vienen de fuera. Mucha gente que suele ir a Ibiza o Formentera alucina cuando ve esto”.

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Cuando le pedimos tres deseos para mejorar la vida en La Manga, lo tiene claro: “Me gustaría un espacio municipal bien equipado para hacer deporte, un acceso más directo a las administraciones y una cabeza visible que facilite la vida a los que vivimos aquí”.

Y concluye con una sonrisa: “Espero que os acordéis de nosotros, los mangueros. Está bien que los cartageneros también suban un poco más a La Manga en invierno”.