Hijos de los primeros inmigrantes mantienen la actividad agrícola en el Campo de Cartagena
Desde El Mirador, los agricultores hablan de sus trabajadores como “parte de la familia” y reclaman vías más ágiles para regularizar a quienes llegan a trabajar

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REPORTAJE: La mano de obra inmigrante sigue siendo clave en la agricultura del Campo de Cartagena
Cartagena
El sol apenas ha despuntado entre los invernaderos del Mirador, en el término municipal de San Javier, cuando Juan Antonio Pérez ya supervisa la recolección de calabacines en su finca ecológica. “Vamos con el sol, como todos los agricultores. Ahora empezamos a las ocho, pero con el cambio de hora lo hacemos a las siete y media”, explica entre invernaderos.

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Una de sus explotaciones, de tres hectáreas, cultiva calabacines ecológicos que se exportan a “Alemania, España, Francia, Polonia o Inglaterra”. Pertenecen a la cooperativa Surinver, una de las grandes comercializadoras del Campo de Cartagena. “La calidad es muy buena, llevamos muchos años cultivando en ecológico”, subraya.

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“Hay marroquíes que llevan conmigo toda la vida”
En su plantilla trabajan 12 personas fijas y otras 12 fijas discontinuas, que se incorporan según las campañas. “Hay un trabajador que empezó con mi padre cuando yo tenía 11 años”, cuenta. “Se llama Abderramán, vino de Marruecos hace 35 años y ya trajo a su familia. Tres de sus hijos también trabajan conmigo. Son parte de nosotros”.

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Pérez insiste en que sus empleados “cobran por encima del salario mínimo interprofesional” y que “hoy se puede vivir decentemente del campo si se trabaja bien”. Admite que “aún existen empresas que intentan aprovecharse de la gente sin papeles, pero eso es minoritario”. “Hay que perseguir a quienes lo hacen, sobre todo a los que forman cuadrillas y explotan a otros inmigrantes”, añade.

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“Necesitamos gente para trabajar, los jóvenes no quieren el campo”
El agricultor lamenta la falta de relevo generacional. “Ni los jóvenes españoles ni los hijos de inmigrantes quieren dedicarse a la agricultura”. Según explica, cada día ve pasar “mucha gente por la carretera pidiendo trabajo sin documentación”, pero asegura que “no podemos contratarlos, y eso genera inseguridad e incertidumbre para todos”.

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Para él, la solución pasa por “agilizar los permisos de residencia y trabajo”. “No tiene sentido que alguien tenga que esperar tres años empadronado para poder regularizar su situación”. Recuerda que en los años 90 “bastaba un mes para tener los papeles”, y defiende los actuales programas de contratación en origen. “Hoy muchos vienen ya con su contrato firmado desde Marruecos, como debería ser”.
“Aquí hay trabajo y dignidad”
Junto a él trabajan jóvenes marroquíes que llegaron siendo niños. “Me trajo mi padre muy pequeño, estudié un poco y luego a trabajar. Todo bien, estamos aquí para mejorar nuestro futuro”, cuenta uno de ellos. El otro asiente: “No me gustaba estudiar, prefiero trabajar y hacer un buen futuro. Si tienes ganas, todo se hace fácil”.

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Ambos viven en Pilar de la Horadada y coinciden en que “no hay racismo ni diferencias, los marroquíes y los españoles estamos igual”. Y aunque reconocen que “la vida está más cara que antes”, aseguran que “el sueldo les permite vivir bien”.
Juan Antonio asegura que “somos un equipo, una familia. Llevamos muchos años juntos, entendemos el trabajo y tiramos para adelante”.

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