La historia de Amador, el joven jardinero de ASTUS que reclama una sociedad más inclusiva

Cartagena

En el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, Amador Zapata, usuario de la asociación ASTUS, ha querido recordar algo que todavía hoy muchos pasan por alto: “Somos personas normales y corrientes, no pobreticos”. Su historia —marcada a veces por la discriminación, el esfuerzo y la búsqueda de autonomía— resume el reto real de un colectivo que aún reclama espacio, voz y derechos.

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Amador tiene discapacidad intelectual y lo dice con una naturalidad desarmante. Recuerda con precisión el día que llegó a ASTUS: “El 29 de marzo de 2016, a las nueve de la mañana”. Allí encontró lo que él describe como una familia, un lugar donde por primera vez sintió apoyo tras una etapa especialmente dura.

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Porque sus años de instituto fueron un infierno silencioso. Asegura que pasó cuatro años solo, apartado, sin que nadie se acercara en el recreo. “En el patio estaba solo, no se acercaba nadie… y los profesores, tomándose café”, cuenta. Aprendió a protegerse como pudo: “Me entraba por un oído y me salía por el otro”, aunque reconoce que no era una cuestión de fortaleza, sino de falta de apoyo real.

Ana Belén Martínez, profesional de ASTUS, lo confirma: “Los apoyos que necesitan no son inteligencia artificial, son apoyos humanos. Y eso todavía no siempre se da”. Asegura que el sistema sigue lejos de una verdadera inclusión y que “queda mucho camino para estar a la altura”.

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Hoy, sin embargo, Amador vive un presente completamente distinto. Tras dos años como voluntario, consiguió un contrato como jardinero en el vivero municipal del Ayuntamiento de Cartagena. Para él, es mucho más que un empleo: es su camino hacia la independencia. “Me gusta llegar, ponerme las botas y empezar a trabajar”. Su entusiasmo es evidente. Las plantas son su refugio y su orgullo, la que más le gustan son "las palmeras, mis favoritas, dan alegría a la ciudad”.

Este fan declarado del grupo musical 'Kiss' ha encontrado su sitio en las brigadas que ASTUS tiene en el vivero municipal. Allí trabaja, aprende y, sobre todo, proyecta futuro. “Era uno de mis objetivos, el poder tener recursos el día de mañana”, explica. Su sueño ahora es "tener mi propia casa y una vida tranquila".

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La labor de ASTUS —una entidad que acompaña a más de 600 usuarios desde la atención temprana hasta la edad adulta— ha sido esencial. Para Ana, que trabaja en la Unidad de Apoyo, su propósito está claro: “Mi sueño es cumplir el de otros”. Y subraya que la inclusión real no llega sólo por dejarles estar, sino por permitirles participar: “No se trata de que me invites a la fiesta, es que me dejes opinar sobre la fiesta”.

En un día como hoy, ASTUS insiste en la importancia de dar visibilidad y espacios para escucharles directamente a ellos. Porque sólo con oportunidades laborales, apoyos adecuados y presencia activa en la sociedad podrán alcanzar una independencia auténtica.

Entre risas, confesiones y su cariño por Cartagena —“mi sitio favorito es el puerto, me relaja”—, Amador resume lo que significa este día para él: “Es especial para que la gente nos conozca de verdad… y para que nunca nos dejen solos”.