El espíritu de la Nochebuena en casa de Isabel, calamares rellenos, croquetas y cariño a fuego lento

Cartagena

En Cartagena aún hay casas donde la Navidad se cocina con el alma. Una de ellas es la de Isabel, vecina que nos recibe con el delantal puesto y la sonrisa tranquila de quien lo tiene todo preparado. “Este año he tirado la casa por la ventana”, dice entre risas, mientras señala la mesa del comedor, vestida ya con su mejor gala.

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El salón brilla con mantel blanco, vajilla de plata, cristalería de bacarrá y unos candelabros. “He puesto una cubertería de plata, los bajos platos, la vajilla, la cristalería de bacarrá... lo he puesto todo”, detalla. “Trabajo hay, porque luego hay que fregarlo todo a mano, pero si no, ¿para qué se tienen las cosas?”, añade.

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“Llevo dos días cocinando, pero con mucha ilusión”

En la cocina, Isabel lleva dos días preparando el menú. “He hecho calamares rellenos, ya los tengo. He hecho croquetas, porque les encantan. He hecho el caldo con pelotas, también lo hago yo todo”. Es un menú tradicional, de los de toda la vida, “vamos a lo seguro, a lo que nos gusta a todos, los platos de siempre”.

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Mientras habla, remueve una olla en la que los calamares se cocinan a fuego lento. “Los relleno con las patitas, las aletas, huevo duro, ajo, pimienta y un poquito de limón. Luego hago un sofrito de cebolla y tomate, y si me sobra relleno se lo añado a la salsa. Salen muy buenos”, explica con la precisión de quien domina los secretos de su cocina.

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Isabel lo hace todo a mano, “sin trampas”. “Hoy en día hay gente que compra la ensaladilla hecha o los rellenos en la carnicería, pero yo prefiero hacerlo yo. Si tú vas al carnicero y le das las cantidades que te tienen que triturar, luego en casa se hace rápidamente”, comenta.

Tradición heredada de sus padres

Muchas de las recetas y costumbres que mantiene en casa las aprendió de sus padres. “Antes las pelotas las hacíamos el día de Navidad, pero ahora, como comemos fuera, las hago en Nochebuena para no perder la tradición”, cuenta. “Mi madre ya está muy mayor, y como somos muchos, no puedo hacer grandes guisos dos días seguidos, así que hago un consomé con una pelota, para probarla”, añade.

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De niña, recuerda unas Nochebuenas más modestas, pero igual de familiares. “Eran muy distintas a las de ahora. No se celebraba tanto. Pero en mi casa siempre hemos sido muchos, por lo menos veinte o veinticinco. En el campo nos juntábamos mi tía, mi madre… siempre cocinábamos todas”. Hoy, ella es la matriarca que reúne a hijos y nietos. “Yo siempre he hecho la Nochebuena en casa. Cuando los niños eran pequeños venían mis padres y mis suegros, todos juntos”, recuerda con emoción.

“Aunque echemos de menos, hay que sonreír por los que tenemos al lado”

“Recuerdo mucho a mi padre, que falta”, dice emocionada. Isabel asegura que lo importante no es lo que se come, sino con quién se comparte. “Le gusta venir a todos. Lo pasamos muy bien, cantan, tocan las panderetas... no solemos poner villancicos, pero luego siempre acaban cantando algo”, cuenta entre risas.

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Eso sí, confiesa que ella apenas prueba bocado. “Yo no como nada, porque estoy todo el día cocinando. Los nervios... ya estoy llena antes de sentarme”.

Todo lo anota

En casa de Isabel nada se desperdicia. “Tirar no me gusta tirar. Lo que sobra se congela o se lo llevan los hijos. Mi hija Esther ya me ha dicho, ‘Mamá, guárdame croquetas y calamares’”, cuenta divertida.

De hecho, lo tiene todo controlado, “Apunto el menú, los comensales y lo que sobra. El año pasado sobró mucho dulce, así que este he recortado en turrones. Lo tengo todo apuntado en una libreta”, explica, mostrando su método infalible de organización.

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Antes de despedirnos, le pedimos un mensaje para los suyos. “Que lo vamos a pasar fenomenal y que estoy muy feliz de que vengan”, concluye emocionada.