Stéphane Brizé: "Hay un capitalismo a gran escala que se olvida de los individuos y arrasa con todo"
El director francés estrena 'Un nuevo mundo', un retrato del mundo laboral actual desde la perspectiva de un jefe intermedio de una multinacional que tiene que despedir a trabajadores. Vincent Lindon es el protagonista
Madrid
El cine de autor también puede tener sagas. Lo demuestra Stephan Brizé, director francés que en sus trabajos ha configurado un retrato amplio de la situación del mercado laboral en los últimos años, los de la crisis y los de la pandemia. No ha realizado una trilogía, pero sí sus tres últimas películas dialogan entre ellas sobre los efectos del capitalismo en el trabajo, en los individuos y, por ende, en la vida privada e íntima. El viernes llega a los cines Un nuevo mundo, película con la que compitió en el pasado Festival de Venecia y que ha presentado esta semana en Madrid.
"Me gusta que digas que no es una trilogía, porque claro que no lo es", decía el director a la Cadena SER. Brizé reconoce que sí tiene mucho sentido que sus tres últimas películas, La Ley del mercado, En guerra y Un nuevo mundo dialoguen entre ellas. "Se complementan y muestran un mundo laboral en distintas perspectivas y comparten el mismo actor".
Tanto La Ley del mercado, como En guerra tienen muchas cosas en común con Un nuevo mundo. Por ejemplo, su protagonista Vincent Lindon. El actor, al que este año hemos visto también en Titane, y que en una semana comenzará su labor como presidente del jurado del Festival de Cannes, es de los pocos intérpretes capacitado para hacer de jefe y de asalariado en una misma saga de películas del cine social. "Vicent Lindon es un misterio", dice el director. "Es curioso porque hay pocos actores que puedan interpretar personajes de distintas clases sociales y él lo consigue", reconoce Brizé.
"Yo soy de la opinión de que cada uno lleva en su mochila personal la clase social y el contexto en el que ha nacido y vivido. En nuestro caso, yo vengo de una familia obrera, pero Vincent viene de la burguesía. Quizá no una burguesía intelectual. Su padre tenía una fábrica y viene de ese ambiente plenamente burgués. Sin embargo, diría que hay algo en su vivencia que consigue conectar con la clase obrera, con el sentimiento de sentirse inferior. Esto lo sé porque lo he hablado con él muchas veces y sé cómo piensa y cuáles son sus valores. Quizá dentro de esa burguesía a la que pertenecía su familia también fue mirada por encima del hombro, y ahí está la clave. En cualquier caso, es fabuloso. Puede hacer todos los papeles y me aprovecho de ello como director", nos contaba.
En La Ley el mercado, el personaje del actor, era un parado a sus más de cincuenta años. Buscaba trabajo en un mercado laboral voraz y precario. "Queríamos mostrar cómo se enfrentaba a eso". Luego en En guerra, veíamos a un trabajador en plena guerra con la empresa que querie despedir a varios trabajadores. "El personaje podría ser el mismo antes de llegar a la situación del paro. Y en Un nuevo mundo, el personaje de Vincent Lindon podría ser perfectamente el jefe que despide en esa empresa y que tiene que hacerse cargo de la huelga", reconoce el director.
Vincent Lindon es precisamente el jefe, el que recibe la orden de la multinacional de despedir y ajustar horarios y cuentas. Hacer recortes. "Quería abordar el conflicto no como una división de clases, sino mostrando que hay un capitalismo que funciona a gran escala y que se olvida de los individuos, que arrasa con todo. Y ahí entran estos jefes intermedios, que tienen un buen trabajo, una familia, una casa bonita y, sin embargo, sufren porque la empresa les hace tomar decisiones que van contra sus compañeros, pero también contra su propio trabajo. Ese estrés, esa moralidad, me resultaba muy interesante y está menos reflejado en el cine. Por eso hable con muchos de ellos y la idea era mostrar que el sistema afecta a todos, no solo a los obreros, también a los engranajes más altos del sistema".
Para ello, habló con unos cuantos de estos hombres trajeados que cogen el metro en las grandes ciudades, que van en sus coches en las ciudades de provincias, que viven en adosados o en pequeños chalets, que tienen mujer e hijos que van a colegios privados y que buscan, como diría Bourdieu distinguirse con sus gustos los fines de semana. "Es un cine social que habla del sistema, que fuerza a hacer cosas que no queremos a todos. Están los más frágiles, los primeros en sufrir las decisiones de la empresa, pero luego hay un grupo que son los que tienen que tomar esas decisiones, llevarlas a cabo. Y hemos constatado que esos cargos intermedios no están de acuerdo y sufren al adoptar las decisiones vienen de arriba".
Hay una dimensión más en esta película, la de las mujeres de estos directivos. La película arranca con una fabulosa escena entre dos abogados y un matrimonio, el de Lindon y Sandrin Kimberlain -ex pareja también en la vida real- que están ultimando los acuerdos del divorcio. Una extensión del neoliberalismo, del dinero y de la posición llevada a lo más íntimo, el matrimonio, que aparece aquí como un negocio más. La película va mostrando cómo ese trabajo es el culpable de haber dañado el matrimonio y la relación con sus hijos. En definitiva, el trabajo como motor de la alienación, si nos permiten esta cita marxista, que también afecta al jefe, no solo al empresario.
"Con la relación entre ambos quería mostrar dos cosas. Por un lado, como las mujeres son las que se sacrifican y dejan su carrera por la de sus maridos, y obtienen una casa y una posición social y cómo eso acaba por desmoronarse y más en un mundo en cambio. Luego también quería mostrar cómo el trabajo y esas exigencias de las empresas acaban rompiendo cualquier núcleo familiar, tu pareja, todo", decía Brizé.
El director muestra también esa perspectiva de género, la de una mujer que ha dejado su carrera por la de su marido, por tener una casa pagada y un buen nivel de vida, lo que exige la sociedad. Sin embargo, cuando las cosas van mal, todo se desmorona, también el matrimonio. Es el derrumbe de un sistema patriarcal y capitalista sustentado en el sufrimiento y trabajo de unos muchos para unos pocos. "Cuando hablas con estos cuadros intermedios o con un cierto tipo de hombre descubres que lo que más les preocupa es que puedan perder su sitio en beneficio de las mujeres. Es como perder una parte de su masculinidad. Es muy curioso lo que esto les preocupa", nos contaba.
Brizé evita demonizar al personaje, a ese hombre trajeado, que tiene un buen sueldo, una familia y que es pequeña burguesía, pero a quién el sistema también destroza. Hay un intento en Un nuevo mundo de unir a todos los trabajadores, los ricos y los pobres contra el neoliberalismo actual, un sistema, dice el director, que explica los resultados de las elecciones francesas.
"La situación que crea el neoliberalismo es de indefensión y de dejar desatendida a mucha gente y siempre hay políticos oportunistas que se aprovechan de ello. Es el caso de la extrema derecha. Digo que son oportunistas, porque el partido de Le Pen hace veinte años defendía las políticas neoliberales y ahora dice defender a los trabajadores. Realmente no lo va a hacer", reconocía Brizé. "Pero hay otro error y es el de pensar que Macron ha combatido a la extrema derecha. No es cierto. Sé que Macron no es racista, ni homófobo y no comparte ese tipo de políticas de Le Pen. Estoy convencido de ello, pero eso no es suficiente, Macron tiene que reconocer que son sus políticas neoliberales las que nos han traído a este escenario. Nada más hay que repasar el porcentaje de voto que le ha ganado la extrema derecha. Es el abandono de los trabajadores y el no corregir un mercado que puede ser equilibrado para que los más vulnerables no sufran, es lo que ha generado que estemos en esta situación política. Y nada se solucionará si no se corrigen estas políticas. Y si la izquierda deja que sea la extrema derecha la que defienda sus políticas, como está pasando ahora", analizaba el director.
"En España creo que es algo diferente, porque supongo que todavía vive la gente que sufrió la dictadura y la extrema derecha, pero en Francia es como si se hubiera perdido el miedo. También creo que hay un elemento importante y es el concepto de grandeza nacional. Hemos sido un país colonial, que tenía mucha fuerza fuera de su territorio continental y la extrema derecha viene con ese espíritu de recuperar el pasado nacional francés. Si te fijas es la misma arma que utiliza Putin para reivindicar una gran Rusia". Esa mezcla de emoción, política, economía y filosofía moral persisten en esta historia que es más habitual de lo que parece. El personaje de Lindon es el de cualquier director de una sucursal de barrio o de pueblo que vendió preferentes o cualquier jefe que tiene que despedir no por una decisión propia, sino porque se la encargan. Es la banalidad del mal, como definió Hannaht Arendt al hablar de aquellos funcionarios medios que ejecutaban las órdenes del nazismo sin rechistar, porque era su trabajo, su deber, porque eran un engranaje más del sistema. "Solo rompiendo ese engranaje y diciendo 'no', se puede salir de él", termina Brizé.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...