El Liverpool gana la FA Cup en los penaltis y le surgen problemas para la final contra el Real Madrid
La final de la Copa de Inglaterra se marchó a los penaltis tras un duelo muy disputado en los 120 minutos anteriores
El Liverpool se proclamó campeón de la FA Cup en Wembley tras derrotar en los penaltis al Chelsea. Los de Klopp no lo tuvieron nada fácil en un duelo muy disputado que, según el tramo del mismo, se pudo llevar cualquiera. Los 90 minutos no fueron suficientes para ninguno y el empate a cero obligó a ambos conjuntos a jugar una prórroga agónica que desembocó en los penaltis. Alisson dio el primer susto, luego Salah y hasta Van Dijk podría no llegar a la final de París frente al Real Madrid.
El partido
El duelo arrancó con el césped teñido de rojo prácticamente en su totalidad. El Liverpool metió la quinta marcha en cosa de segundos y obligó al Chelsea a encerrarse en su rancho. Con esta situación, los de Klopp empezaron a percutir, una y otra vez, sin temor ni piedad. Fueron varias las ocasiones que acumularon los reds en apenas 10 minutos, siendo la de Luis Díaz la más clara, y traduciéndose en un paradón de Mendy con los pies en el mano a mano frente al colombiano, con el posterior suspense que le puso Keita.
Más información
No consiguieron el botín que andaban buscando y estuvieron cerca de pagarlo. Los blues reaccionaron y metieron el miedo en el cuerpo de un Liverpool que por momentos se precipitó rompiendo el duelo. Pulisic estuvo cerca de romper la igualada en el 23' y, pocos instantes después, el español Marcos Alonso miró a los ojos a Alisson y estuvo cerca de batirlo. Lejos de eso, le acabó proporcionando un golpe que hizo temer lo peor de cara a la final de la Champions y a la que estaba en juego. Esto quedó en una anécdota en comparación a lo que le sucedió a Salah, quien notó dolencias en la zona del aductor y rápidamente se fue al suelo. El egipcio fue sustituido por precaución y su estado permanecerá como una incógnita hasta París.
El choque se transformó en un intercambio de golpes entre ambos conjuntos, uno con guantes azules y otro con guantes rojos, aunque ninguno pegaba más fuerte. Un partido de Premier entre dos grandes equipos, esta vez, en una final inglesa. Eso sí, faltaban goles.
Cambio repentino
Tras el descanso, Klopp y Tuchel cambiaron los roles y fue el conjunto de Londres quien salió desbocado en busca del primer gol del partido. Y lo mereció. Marcos Alonso postuló a mejor hombre de la tarde con sus venenosas internadas. El madrileño era un puñal e hizo sangrar por momentos al Liverpool. Tres ocasiones en tres minutos, con un palo y un larguero incluidos, además de la sensación de embotellamiento. El Chelsea ya era otro equipo y mostraba atisbos de ese grupo que fue campeón de la Champions hace tan solo un año.
Pero resucitaron los reds, otra vez. Luís Díaz es una futbolista excepcional y lo volvió a mostrar en la tarde del sábado. Es un demonio y se cuela por cualquier recoveco para hacer daño a sus rivales. Con ese desparpajo, probó suerte frente a Mendy y a punto estuvo de llevarse el bote. Era el mejor del partido y continuó demostrándolo con disparos desde todos los flancos.
Las revoluciones bajaron, tampoco mucho, y el fútbol frenético que estaban protagonizando estos dos gigantes del fútbol decayó un par de peldaños. Un simple espejismo. A falta de cinco minutos para el final, el Liverpool tuvo el partido en el bolsillo con dos 'maderazos' consecutivos, los cuales levantaron de su asiento a la mitad de los presentes en Wembley. Solo faltaban los goles. Tocaba ir a la prórroga en busca de ellos.
Al Liverpool le faltó la chispa que le ha caracterizado a lo largo de estos últimos años y al Chelsea las combinaciones endiabladas de la etapa de Tuchel. Los dos estaban fundidos y los dos firmaban los penaltis. Desde los once metros, los fallos de Azpilicueta y Mount terminaron por ser determinantes y el Liverpool se alzó con el torneo más viejo del mundo. Con Klopp, los reds han vuelto a ganar la Premier 30 años después, la Champions 14 años después y la FA Cup 16 años después. Próxima parada: París.
Javier Nácher
Redactor de deportes en la Cadena SER. Valenciano en Madrid