Cannes 2022 | 'Armageddon Time', una historia de infancia que busca la redención de clase
James Gray cuenta su infancia en los ochenta en medio de la fiebre por el éxito y el dinero en la América clasista que engendró a Trump
Cannes
El cine se ha llenado de autoficción. Directores en crisis de la mediana edad, más o menos, que han tenido un punto de inflexión y han decidido rememorar su infancia y adolescencia. Algunos lo han hecho desde la nostalgia de un tiempo pasado que debería volver, como es el caso de Sorrentino en La mano de dios, otros como la superación de un trauma como Almodóvar contánonos su infancia en la españa franquista en Dolor y gloria, y otros más bien desde la culpa de clase, como hizo Cuarón en Roma. En este último grupo podríamos meter a James Gray que con Armageddon Time busca su Palma de Oro contando su propia biografía.
El director regresa nueve años después de presentar en el Festival de Cannes El inmigrante, con una historia muy perdonal, donde están presentes algunos de los temas de su cine, precisamente esa inmigración y el sueño americano, el amor, la familia o la paternidad. Anne Hathaay y Jeremy Strong son los padres de su álter ego, Anthony Hopkins el abuelo. Una familia que vive en los ochenta en el barrio neoyorquino de Queens, en plena discusión del sueño americano.
Armageddon Time es una historia íntima y emotiva de una familia tratando de salir adelante, una historia sobre el éxito y el fracaso, pero también el retrato de una era. La de Reagan. La de las privatizaciones y el neoliberalismo. Un choque de valores partía en aquel momento la sociedad americana en dos. Estaba, por un lado, esa generación del abuelo, que trasmite una serie de valores y sueños. Está la de los padres, más práctica que idealista, que trata de ascender de clase usando los mecanismos que la derecha americana ofrece.
James Gray logra ponernos en esa dicotomía contando con sutileza el problema racial americano, la falta de oportunidades y mostrando ese momento en el que dos niños que juegan sin prejuicios raciales ni de clase se dan cuenta de que pertenecen a estratos diferentes, que tienen caminos diferentes y nunca las mimas oportunidades. Y se centra el director en algo muy concreto, en la escuela. El protagonista, Paul, va a un colegio público. Sus padres no pueden pagar un concertado, aunque los abuelos se ofrecen hacerlo. Sin embargo, una relación con un chico negro con el que hace varias fechorías, es el motivo para que le cambien a un colegio privado.
Es curioso que el cine americano no haya transitado los claroscuros de su sistema educativo, más allá de contarnos en clave de comedia o de terror los estereotipos del instituto americano. El director, que ha mezclado distintos géneros en sus películas, como la ciencia ficción y el drama íntimo en Ad astra, o el drama de aventuras en Z la ciudad perdida, el drama romántico en Mis dos amores, o el thriller de gángster en La noche es nuestra, se acerca aquí al cine social europeo, en su retrato de las aulas, de la familia y de la ciudad.
La educación como negocio, puesto que ese colegio funciona como una empresa más del padre de Donald Trump. La educación como arma política, ya que lo primero que se enseña a los alumnos es el programa electoral de Reagan. La educación como un arma de segregación racial y social. Ni un afroamericano acude a ese colegio. La educación como parte del sueño americano si te esfuerzas para pagarla. El antropólogo Paul Willis se dedicó a estudiar el futuro económico de los jóvenes estudiantes en colegios públicos en contraste con los de la privada en Inglaterra. En su libro Aprendiendo a trabajar, Cómo los chicos de la clase obrera consiguen trabajos de clase obrera (Akal), donde rompía ese mito neoliberal de que todo individuo puede llegar a ser lo que se proponga; que querer es poder; que, en este mundo laboral de oportunidades infinitas, independientemente de cuáles sean sus orígenes.
Armageddon time es la cara íntima y concreta de ese estudio. Como dos compañeros de clase, con las mismas habilidades y con el mismo carácter rebelde en las aulas tienen un futuro diferente. Está la cuestión de la raza y de la clase. Y Gray consigue contarlo sin subrayados y con cuatro emotivas y realisrtas interpretaciones. La de esos padres que representan a todos los padres de una clase obrera que quiere prosperar. La de ese abuelo que vivió la guerra, que sufrió el nazismo y la inmigración. Que sabe que ese nuevo país es su nueva casa, pero no es el paraíso y que siempre defenderá las injusticias hacia los otros. Unos valores que mueren en la familia del protagonista, pero que están muriendo también en la sociedas actual. ¿Quién levanta la voz por los que están peor? ¿Quién daría un paso al frente para salvar al otro? El director alerta de un mundo que muere, con sus normas y valores, y de otro que está por llegar. La era Reagan trajo a Trump, ¿qué traerá este nuevo mundo al que estamos abocados?
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...