Viva el Bribón
"Por eso cuando miras el whatsApp y ves que te escriben tus colegas desde Galicia y te dicen “Hay regatas, ¿te viernes o qué”? Pues, ¿qué vas a hacer? Te lías el turbante a la cabeza, te metes en internet y buscas un vuelo privado que esté bien de precio para acercarte el finde."
Viva el Bribón
Madrid
Abu Dabi está muy bien para un fin de semana...15 días... un mes como mucho, pero si te tiras allí un año... la cosa cambia.
Y eso que ahora allí hay de todo: centros comerciales, restaurantes, hoteles de 7 estrellas. Últimamente hasta museos por si se te cruza el cable y quieres ver cuadros, pero todo eso, en un par de meses cansa.
Está también lo de echarle horas a la cetrería, que es deporte de Reyes, aunque con cuarenta grados a la sombra tampoco es que apetezca mucho esperar ahí a pie firme a que venga el águila a posarse. La foto es bonita, pero cuando ya tienes 14 enmarcadas en tu villa privada, algo te dice que hay que buscar otra cosa, como por ejemplo lo de salir por la noche cuando refresca con el 4x4, y ponerte a saltar dunas con los chavales/príncipes, pero a tu edad ya no están los cuerpos para dar cuatro vueltas de campana todos los viernes en cuando coges mal la duna.
Por eso cuando miras el whatsApp y ves que te escriben tus colegas desde Galicia y te dicen “Hay regatas, ¿te viernes o qué”? Pues, ¿qué vas a hacer? Te lías el turbante a la cabeza, te metes en internet y buscas un vuelo privado que esté bien de precio para acercarte el finde.
Qué sí, que lo entiendes, que a nadie le viene bien que se venga de pronto de visita el abuelo, y menos si el abuelo ha estado cobrando comisiones de aquí y de allá y tiene todavía pendiente alguna acusación por mandar a los matones a amenazar a una ex-amiga.
Ya en el avión te olvidas también de que el ingrato de tu hijo te ha dicho que tiene el sofá-cama de Zarzuela ocupado justo este fin de semana porque le vienen unos parientes asturianos de la reina. Por eso te centras en imaginarte la parte gallega del viaje: Los centollos, dormir con manta por la noche y salir luego al amanecer a mar abierto con el sabor del salirte en los labios mientras manejas la botavara de tu velero y "regateas" al de ese empresario, también amigo, con el que luego compartirás anécdotas y, ¿por qué no?, algún negocio frente a un orujo de hierbas bien frío.
Con estos pensamientos el vuelo se pasa volando, nunca mejor dicho y ya estás en el pequeño aeropuerto de Vigo donde te espera lo inesperado pero que tanto echabas de menos: ¡por fin un buen montón de manos que estrechar! Han pasado dos años, pero después de décadas ejercitándose, la mano se lanza sola en cuanto los tienes delante.
Tus amigos te quieren llevar hacia el coche, pero tú insistes: "No, dejadme. Quiero seguir estrechando manos".
De pronto, ves entre la concurrencia una pancarta con el lema "Viva el Bribón". Al principio piensas que el pobre tipo se ha equivocado al escribir el apellido.
Luego se te pasa por la cabeza que sea una forma suave de insulto, pero enseguida caes en que a lo que se refiere es al nombre de tu barco, y entonces te da la risa tonta.