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Cannes 2022 | Cronenberg y su defensa del cuerpo, el sexo, la cirugía y el nuevo hombre en 'Crimes of the future'

El director canadiense regresa al Festival de Cannes con Viggo Mortensen, Léa Seydoux y Kristen Stewart

Cannes (France), 23/05/2022.- (L-R) Director David Cronenberg, Viggo Mortensen, and Kristen Stewart arrive for the screening of 'Crimes of the Future' during the 75th annual Cannes Film Festival, in Cannes, France, 23 May 2022. The movie is presented in the Official Competition of the festival which runs from 17 to 28 May. (Cine, Francia) EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO / GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)

Cannes

David Cronenberg parece haber absorbido la última polémica de ARCO. Recuerden que en la feria se habló mucho de una videoinstalación en la que una artista peruana mostraba al mundo cómo le habían cosido la vagina a medida. La suya era una actuación política que provocó todo tipo de reacciones. Los personajes de Crimes of the future, la nueva película, después de ocho años sin rodar, de David Cronenberg, son dos artistas de moda, consagrados, los reyes de la performance, que se operan en directo, sacándose órganos y cortando y cosiendo el cuerpo.

Cronenbeg ha vuelto a sus inicios con su nueva película, presentada en el Festival de Cannes, el certamen que le puso en el mapa, pero en el que nunca ha ganado la Palma de Oro, con Crash se tuvo que conformar con el Premio del Jurado. Viggo Mortensen y Léa Seydoux protagonizan este filme cuyo título es repetido, pues el director canadiense ya lo utilizó en su segunda película estrenada en 1970. Dice que nada tiene que ver con aquella, pero no es cierto, hay múltiples cosas de este nuevo trabajo que recuerdan a aquel. La primera es el contexto de una crisis que pone en peligro la existencia humana. La segunda es la capacidad de los humanos para jugar a ser dioses.

Lo que hace Cronenberg esta vez es usar la tragedia griega y representarla en un universo distópico, en unas irreconocibles callejuelas atenienses llenas de grafitis y oscuras, rodeadas de mar. En realidad, Crimes of the future es una historia de amor y muerte. Una madre mata a su hijo. Ese es el despiadado inicio que sirve de motor para todo lo demás. El cuerpo de ese niño y lo que se haga con él es lo que va desarrollando Cronenberg.

La especie humana debe adaptarse a un nuevo mundo, a un entorno marcado por la tecnología. El cuerpo humano está mutando, necesita nuevos órganos, nuevos alimentos, un nuevo sexo. Y ahí entra la lucha, entre quienes tratan de evitar el cambio y quiénes lo producen. Un poco como el momento en que vivimos, pero con seres que tienen orejas pegadas al cuerpo, bocas cosidas o pulmones que emergen en relieve en medio de la tripa. El ser humano se mueve, como siempre, entre lo bello y lo perverso.

Y ahí entran los dos protagonistas, loS que sacaban órganos, los que se ponen cachondos lamiendo cicatrices. Esos artistas de vanguardia que tienen ante ellos el más grande de los retos por parte de un grupo de activistas que cree poder revelar la siguiente etapa de la evolución humana. Tendrán que hacer una autopsia en público del cuerpo del niño, ante la atenta mirada de una mosquita muerta, una investigadora a la que interpreta Kristen Stewart.

Perturbadora, oscura, sensual, divertida y llena de metáforas e interpretaciones, Crimes of the future vuelve a la fascinación del cineasta por las cámaras, por el cine, por grabarlo todo. Como esos espectadores de la performance que graban la operación en directo. Habla del morbo, de no quitar la mirada, de las perversidades y de lo raro.

Cronenberg escribió el guión hace 20 años y el productor Robert Lantos lo instó a revisarlo en medio de la pandemia. Precisamente estrenarlo después de un confinamiento, donde el cuerpo y la enfermedad han estado presentes durante este tiempo en todo el mundo le da a la película una dimensión mayor. Las películas de Cronenberg son ensayos filosóficos sustentados en imagenes que interpelan al espectador, que no lo dejan indiferente. Habla Cronenberg de la condición humana, como la tragedia griega, pero dando respuesta a las tradicionales visiones sobre la identidad, el cuerpo y el sexo. Todo eso haciendo que el espectador se sumerja en un universo donde la realidad y lo subjetivo se confunden -recuerden el juego subjetivo de Cosmópolis- y donde la normalidad no existe o, al menos, no puede definirse.

Hablaba el filósofo francés, Merleau-Ponty de la existencia de un "miembro fantasma", ese miembro amputando que se sigue siendo como si estuviera en su lugar de origen después de ser amputado. Cronenberg sigue esa línea hablando de cuerpos enfermos y mutados, como el de Viggo Mortensen. Su cine es una enmienda a la moral católica, una defensa del sexo, del dolor como algo placentero. Sus películas son una defensa de la carne, del cuerpo, de los instintos. En Videodrome, una de sus obras maestras, con la que se acuñó ese término de la Nueva Carne, que tanto se usó para definir Titane, la última Palma de Oro, ya apuntaba que el cuerpo humano acabaría fusionándose con la máquina. Que el hombre podía también modificar el cuerpo humano, la reproducción, su futuro biológico. Para Cronenberg, la tecnología es una extensión de nosotros mismos, una encarnación de la voluntad humana.

Sin embargo, Crimes of the future es mucho más críptica y conceptual que sus primeros filmes. Mucho más abierta a las interpretaciones. Puede leerse como una mirada al consumo y al cambio climático, con esos nuevos individuos que podrán comer plástico y digerirlo. Puede leerse también como una reivindicación por la libertad sexual y las parafilias o como una película sobre la despedida a lo Amor de Haneke. Cronenberg no deja indiferente con su profusión de imágenes, con su manera de llevar al espectador y hacerlo pensar. Eso sí, no es la película imposible de ver que nos habían vendido.