El Museo del Prado como patria
Nunca veremos el cuadro del genio que podría haber pintado una Reunión de Felipe VI con su padre y Reina emérita con mascarilla al fondo
Una patria sin amarguras ni desdenes
Madrid
Suelo repetir, con convicción, que si hubiera podido elegir una patria, un lugar en el que nacer y al que podría ser fiel, sin amarguras ni desdenes, ese sitio sería el Museo del Prado.
Legado de monarquías absolutistas que, por lo que fuera, por competir con la realeza extranjera o porque les salía del escabel, compraron y encargaron obras maestras, y se hicieron retratar a tutiplén sin saber que los grandes, los mejores, más que reflejarles como parecían y como querían parecer, captaban lo que eran y lo que inevitablemente serían; con sus caprichos y sus taras, y hasta sus sarpullidos, sutilmente fijados en sus rasgos, ropajes, posturas e imposturas, para placer e información de los ciudadanos del futuro.
En ese Museo del Prado plagado de creación y de belleza, en donde lo mezquino del poder y de los fastos temporales se transforma en la verdad cruda y a la vez delicada del arte, los muy engalanados reyes cuelgan, moralmente desvestidos por Goya o por Velázquez. Igual que los cardenales y los papas, nos rinden por fin justicia, y los enanos ya no son tomados a befa.
En ese palacio de ensueño en donde me habría gustado nacer y sin duda me gustaría morir, acunada por las calmas palabras de una restauradora, nunca veremos el cuadro del genio que podría haber pintado una Reunión de Felipe VI con su padre y Reina emérita con mascarilla al fondo. Y ese cuadro nos hablaría con mayor claridad que un comunicado de la Casa Real actual.
Maruja Torres
María Dolores Torres Manzanera (Barcelona, 16...