La vida está llena de literatura y la literatura de vida

XIV copas de Europa son muchas, emborrachan a cualquiera. Pero voy a devolverte la amistad, olvidándome de la Cibeles y evitando una poética del fútbol. Un poco más arriba, subiendo por Alcalá, está El Retiro, y en El Retiro se abrió el pasado viernes la Feria del Libro de Madrid. Eso sí que importa.

La verdad es que no conozco una invención tecnológica mejor que el libro de papel, ese que los autores firman, los lectores disfrutan en sus manos y las bibliotecas conservan como una parte de nuestra memoria. El libro es también la mejor metáfora del contrato social, los distintos sentimientos privados se reúnen y conviven en el espacio público de sus páginas.

Escribir supone un acto de hospitalidad. Se prepara un poema o una novela para recibir al lector como se prepara una casa para que el amigo la sienta suya. Los lectores habitan las historias. Por eso buscan a los autores y les cuentan cosas de sus vidas, cómo se sintieron identificados con su libro. Hablan de una declaración, un amor, una enfermedad, una muerte, un recuerdo… al pedir la firma debajo de un título. La literatura nos enseña a ponernos en el lugar del otro, pero sin dejar al otro sin su lugar.

Desde el día de Sant Jordi, la alegría de los libros, los autores y los lectores se extiende por la primavera española. La Feria del Libro de Madrid se ha renovado con muchos brotes verdes después de la pandemia. Ya digo, días de hospitalidad, días para reconocerse, para ponerse en el lugar del otro, como hacen los seguidores del Atleti, el Barça, el Sevilla, el Valencia, la Real, el PSG, el Chelsea o el Liverpool cuando felicitan a un madridista. La vida está llena de literatura y la literatura de vida.