Drones para proteger el medio ambiente
Los indígenas Alex Lucitante y Alexandra Narváez han ganado una batalla judicial a la minería ilegal en su comunidad gracias a la documentación de los daños en la selva
Así se buscan crímenes de guerra (programa completo)
La minería ilegal afecta enormemente a Cofán, la comunidad indígena del noroeste de Ecuador a la que pertenecen Alex Lucitante y Alexandra Narváez. Las 1.200 personas que la componen han vivido allí durante siglos.
Alex y Alexandra forman parte del grupo de voluntarios de “La Guardia” que patrullan la selva tropical para protegerla y hacen recorridos para crear un mapa. Alexandra nos explica que llegaron a un punto de difícil acceso andando o en canoa, por lo que decidieron utilizar un dron y pudieron tomar imágenes de las maquinarias que hallaron en el río. “Llegamos a la comunidad realmente enojados y tristes porque nuestro territorio estaba corriendo un gran peligro”.
La industria minera no consultó a la comunidad antes de iniciar sus trabajos, denuncia la activista. Para entonces, ya estaban causando daños, “habían conseguido más de 30 concesiones dadas y tenían otras por otorgar”, dice la joven. Solo en una semana habían talado más de una hectárea de árboles.
Gracias a su iniciativa con el uso de drones y cámaras trampa, fueron capaces de documentar las incursiones mineras en la zona, un activismo que les ha valido el Premio Goldman. Fue “su rabia e impotencia” por la inacción de las autoridades la que les llevó a poner una denuncia que ha paralizado 52 concesiones mineras.
Alex asegura que “lo legal se estaba convirtiendo en ilegal, porque las mineras que venían de las concesiones estaban operando también fuera de las concesiones”, algo que lograron demostrar con su lucha. Su victoria legal ha resultado en la protección de 79.000 acres de selva de la minería de oro.
Los activistas critican que ni el Estado ni el Ministerio de minas han cumplido con sus obligaciones y han ignorado las evidencias que les han presentado. Alexandra lo achaca a que “piensan que aquí en los territorios indígenas no existimos, no hay vida, no hay una cultura”.
Se sienten permanentemente discriminados por un Estado que los deja de lado, lo que les ha empujado a alzar sus voces como comunidad para defender el respeto a su vida, sus derechos y su territorio. Porque, recuerda la activista, “sin territorio los cofanes morirían y los territorios no existirían”.
Su lucha, explica, es por un territorio que “es vida”, en el que tienen sus medicinas, ferretería, mercado y agua limpia. “Lo vamos a defender con nuestra vida misma, porque es para también ofrecerles un futuro a nuestros hijos, que puedan bañarse en un río limpio, puedan tomar agua, puedan caminar y correr como yo crecí corriendo en la selva, recolectando frutos, viviendo libres, sin contaminación”.