Las paradojas del mercado laboral andaluz: el ejemplo de Lepe

Más de medio millón de habitantes viven en Huelva, 150.000 de ellos, en la capital, frente a la gran mayoría en poblaciones más pequeñas, muchas de ellas dependientes del campo y la ganadería. Más allá del polo industrial, son los frutos rojos el otro gran motor de una economía donde se dibuja perfectamente la paradoja del mercado laboral andaluz: una de las más altas tasas de paro —fue la provincia donde menos empleo se generó el mes pasado— pero que, sin embargo, es compatible con la necesidad de mano de obra migrante para el campo. En Lepe, cada mañana camiones sacan toneladas de fresas, frambuesas o arándanos, un sector económico muy pujante, líder en Europa, con más de 100.000 empleos en la temporada de la recolección. Sin embargo, en la provincia cada mes hay una media de 40.000 parados, de los casi 760.000 que hay en toda Andalucía: «Hay mucha gente que cobra mucho más en el paro que en el campo», cuenta un camarero de Lepe a la SER. Sin la mano de obra migrante Huelva tendría muchas dificultades para seguir siendo líder en exportación de estos frutos: «La mayoría de los españoles que no quieren trabajar en el campo, trabajan para poder pedir ayudas o paro y luego se van. Es normal, es que es un trabajo precario, en el que no se tiene ningún respeto. Es duro, durísimo», cuenta Seydou Diop, un senegalés se ha convertido en uno de los grandes activistas por los derechos de los migrantes en España. Desde que pisó España hace 4 años, su vida ha transcurrido doblando el lomo en el campo. Desde que se creó ASNUCI, la asociación que aglutina no solo a migrantes sino también a españoles que defienden los derechos de estos trabajadores, han levantado un albergue en Lepe. Ahora Seydou ha dejado el campo por el activismo y el trabajo social. Hoy vive en Ayamonte , pero ha pasado por Vergel o Lepe y estuvo 3 años sin permiso de residencia. El paro y la inmigración son los grandes tópicos de la ultraderecha para agitar el árbol del miedo que sin embargo en Huelva, por intereses económicos, conviven con la aceptación generalizada de empresarios, sindicatos, economistas y de los propios ciudadanos. En un bar cafetería de Lepe encontramos a su copropietario que, después de muchos años trabajando en el campo, se ha montado su propio negocio. A media mañana Lepe está casi vacío, son los cultivos que lo rodean donde se centra la actividad diurna. Este padre de dos niños entiende por qué mucha gente acaba renegando de trabajar en el campo: salarios bajos, contratos de poca transparencia, condiciones más que discutibles: «Trabajo hay aquí para todo el mundo porque campo aquí hay de sobra lo que hay que hacer es aprovecharlo. Si tu no pagas bien la gente no quiere ir a trabajar. Cada uno sabe lo que cada uno vale», sentencia. La mayoría de los leperos es consciente de que sin los temporeros migrantes, el pueblo no se estaría desarrollando tanto. Al lado del campo de fútbol de Lepe está uno de los mayores asentamientos de trabajadores migrantes en situación irregular. Allí se multiplican las chabolas y este año además muchas tiendas de campaña. Nadie sabe exactamente cuántos son, se agrupan casi siempre por nacionalidades, al fondo los marroquíes, en las chabolas de madera más cercanas los senegaleses.