Solo sí es sí para puteros

Barcelona

¿Cómo se le explica a un hombre que paga por tener acceso a una mujer la ley del solo sí es sí? ¿Cómo se convence a un putero de que la voluntad de las hembras humanas merece ser respetada? Pues así, de entrada, lo veo complicado. No se puede. Lo único compatible con la libertad sexual, la de todos, es que no existan ni puteros, ni proxenetas, ni mujeres explotadas. Porque no tiene ningún sentido defender que solo sí es sí para luego establecer que el “no” puede convertirse en “sí” en caso de poner un billete sobre la mesa.

Entonces, ¿se puede defender la libertad sexual y la prostitución al mismo tiempo? Bueno, desde lo teórico, desde el debate que no toca de pies en el suelo ni huele ni duele ni asquea ni denigra, puede que todo cuadre y existan las prostitutas felices dedicadas a lo que nadie quiere hacer, pero basta con asomarnos a la realidad para darnos cuenta de que el mundo no es como lo pintan el regulacionismo.

Esa defensa teórica se hace desde la comodidad y la seguridad y el privilegio, un privilegio bastante racista, en este caso, si tenemos en cuenta que, como tantas otras tareas ingratas, el producto será importado. Nos los han dicho abiertamente y sin ruborizarse siquiera: acabar con la prostitución sería acabar con las pocas oportunidades que tienen las mujeres migrantes. Claro, a eso vinimos, a ocuparnos de los ancianos y a cubrir vacantes en los prostíbulos.

Se mire por donde se mire, el de la prostitución es un debate encendido por una razón muy importante. En las sociedades democráticas, donde no existe la esclavitud, plantea una pregunta fundamental: ¿es admisible comprar y vender seres humanos?