Madrid

Si se mide la grandeza de una banda atendiendo a la lealtad de sus seguidores no hay nada comparable a Grateful Dead, una formación legendaria cuyos fans crearon un culto alrededor del grupo, un culto alimentado en la carretera y magnificado sobre el escenario con más de 20.000 conciertos en los que la improvisación, las canciones eternas y el ambiente festivo crearon la leyenda de los Grateful Dead.

American Beauty es uno de los discos más hermosos grabados jamás. Un álbum chamánico y curativo que aleja las malas vibraciones. Con este disco los Dead cimentaron su leyenda y ampliaron sus horizontes demostrando su talento más allá de esos escenarios en los que habían creado su historia de banda única y diferente. Tras unos años intensos el grupo californiano dio un cambio de rumbo en un 1970 repleto de magia y que constató que tras ese caos que rodeaba a la banda había también una vertiente comercial.

La forma de trabajar de los Dead era única, su concepto de comuna se trasladó a la operatividad de la banda donde todo el mundo tenía derecho a voto, desde los técnicos a los operarios de la gira. Todo el mundo opinaba de todo y eso complicó el funcionamiento del grupo que también se veía exigido por su discográfica. Con todo el contra la banda editó dos discos de estudio tremendos aquel 1970, discos que mostraban otra cara de la banda. El resultado fue un éxito inesperado que sacó del underground a unos Dead que nacieron y dieron forma a la contracultura y que mantenían su espíritu allá donde fuesen.

Esta semana recordamos la historia de la banda y lo que significó American Beauty para ellos, lo hacemos en la compañía de Alfred Crespo, director de la revista Ruta 66, y con los reportajes de Lucía Taboada.

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