Lo inconcebible

Madrid

En todo lo relacionado con el horrible caso de la llamada “policía patriótica”, lo que menos importa es lo que diga o deje de decir ese policía corrupto que se llama José Manuel Villarejo. Lo que causa realmente un malestar espantoso es la constancia de que un ministro de un gobierno democrático ha podido utilizar a parte de la policía para investigar y perseguir a políticos de otros grupos distintos al suyo. No cabe alegar que investigaba un posible delito porque esa no es la competencia del ministro, sino de los jueces, así que Jorge Fernández Díaz, ministro del Partido Popular y amigo personal del entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, puede haber cometido uno de los peores delitos de los que se puede acusar a un político, lo inconcebible, lo que no tiene perdón desde un punto de vista político. El caso de Fernández Díaz es el peor de todos los posibles para el Partido Popular y el PP está obligado a expresar rotundamente su repugnancia ante algo semejante, sin medias tintas ni cataplasmas. No. Eso no se puede tocar ni con la punta de una uña: es totalmente tóxico. Lo segundo peor es la sospecha de que las agendas de demasiados jueces y fiscales tienen anotadas conversaciones, citas y visitas del mencionado policía corrupto. No es fácil mantener la confianza en la imparcialidad de los jueces cuando se sabe que meriendan, desayunan y cenan con un personaje como Villarejo. No importa lo que diga él, lo que importa es lo que tengan que decirnos ellos, las explicaciones pueden dar de esa amistad y colaboración. ¿O creen que no pasa nada y pelillos a la mar, que para eso son jueces?. Pues no, precisamente para eso no pueden ser jueces.