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Hablan los primeros médicos que practicaron la eutanasia en España: "Te remueve, pero fue bonito"

Es la frase que resume las sensaciones de los facultativos que han practicado la eutanasia, cuando se cumple un año de la entrada en vigor de la ley

Un año de la ley de eutanasia: "Empecé con miedo y acabé en paz"

"Llevo cuatro días sin dormir, pensando en que todo salga bien, que todo esté perfecto, que nada salga mal", nos cuenta Nuria Masnou en vísperas de acompañar a la persona que ejerce el derecho a decidir su propia muerte. Es médica intensivista en el hospital Josep Trueta de Girona, referente para eutanasia en los hospitales del Instituto Catalán de Salud y conocedora de un proceso que de media tarda entre 40 y 50 días desde que se autoriza. "Para el que está esperando es mucho tiempo, pero para el que tiene que hacer el proceso no es tanto. Al principio me parecían tiempos demasiado largos y me he dado cuenta de que para hacer esa transición del miedo a la paz necesitamos tiempo", apunta la doctora, que nos explica el proceso. "Todo se decide con el paciente. Se pacta dónde quiere estar, si será una silla o una cama, si quiere estar en su segunda residencia. Todo esto lo vas pactando con él y quién tiene que estar también. En casa no hay limitación, pero cuando se han dado estas situaciones en el hospital y más teniendo en cuenta que estábamos con las restricciones de COVID , había que hacer encaje de bolillos para que todas las personas que tenían que venir a despedirse pudieran hacerlo", explica. Ella incide en el duro papel del cuidador del enfermo que tiene un sentimiento ambivalente que verbaliza su sensación. "Yo entiendo que esto es lo que tiene que pasar, pero es como si yo hubiera fallado. A lo mejor no lo he cuidado suficientemente bien", le cuentan a Nuria. "El cuidador principal, cuando muere la persona cuidada, tiene un sentimiento de vacío pero además en estos casos no es que mueran porque progresa la enfermedad sino porque él decide irse. Y esto hay que tratarlo", explica.

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En su trayectoria se ha encontrado con personas que en el momento de solicitar la ayuda para morir solicitan también la donación de sus órganos. "Es admirable, me quedo sin palabras, cuando hago estas entrevistas", nos cuenta Nuria. Ella como médica dirige un equipo en el que una de las partes más duras se la lleva el personal de enfermería que al final son los que administran los fármacos y que a veces no pueden y le cuentan: "'Puedo hacer todo. Puedo acompañar, pero no me veo capaz de administrar la medicación'. Es muy difícil asumir que estás provocando la muerte de una persona y eso es lo que tenemos que trabajar. Estamos haciendo un acto contra natura para cualquier profesional sanitario. Eso duele y al final se impone la compasión".

"Fue un acto de amor y dignidad"

Clara Fraguell es psicóloga sanitaria experta en cuidados paliativos en el Hospital Josep Trueta de Girona. Ella nos cuenta el momento en el que ella, como psicóloga, acompaña a un hombre que no podía vivir en un cuerpo devorado por la ELA y que hasta el último momento sólo pensaba en la tranquilidad de los suyos. "Su preocupación era que su familia estuviera bien atendida. Él se sentía tranquilo. No dudó nunca. Lo que nos inquietaba a nosotros era cómo empezar el proceso, porque estábamos en su casa, estaba escuchando música con su familia", nos cuenta, y hasta les ahorró el mal momento de marcar el comienzo del proceso. "Fue él, que con sus manos nos dijo, vamos", relata Clara al describir el momento. "Te remueve, pero fue bonito. Por encima de todo fue un acto de amor". Y su trabajo no termina aquí. Ella sigue acompañando a la familia mientras lo necesita. Les pide permiso para llamarles y su mujer y su hija le han contado que "estaban viviendo un proceso de pérdida, pero que se sentían en paz".

Acompañar al que practica la eutanasia

Es otra de las partes importantes de un proceso, que es muy duro para el facultativo que lo realiza. Como decía la doctora Nuria Masnou, "necesitan tiempo para hacer la transición del miedo a la paz". Y en ese trayecto los acompañan también los psicólogos que ayudan a sus colegas a afrontar este trance que no es fácil. Ainhoa Videgain es psicóloga especializada en cuidados paliativos y colabora con la Fundación Galatea, creada por el Colegio de Médicos de Cataluña, que ayuda a los profesionales de la salud. Ella sabe de la necesidad de ayudar a sus compañeros. "Aunque no haya dilema ético", nos cuenta, los facultativos que participan en la eutanasia están sometidos a mucho estrés y sobre todo piden ayuda antes de iniciar un procedimiento muy desconocido tanto a nivel técnico como de gestión. La petición de soporte está vinculada al proceso previo, al miedo a la primera vez de la persona o equipo que practica la eutanasia. "Algunos compañeros lo han definido como un proceso intenso en el que han percibido preocupación y responsabilidad porque todo salga bien. Es muy importante cuidar todos los detalles", señala Ainhoa, que además cuenta las dificultades que tienen los profesionales para compaginarlo con la presión asistencial. "Algunos compañeros también han expresado lo estresante que es compaginar estos procesos que requieren de un tiempo de deliberación y de reflexión en el contexto de una elevada presión asistencial, que a menudo les requiere dedicar tiempo extra fuera de su jornada laboral", señala la psicóloga.

Balance de un año de eutanasia

A la espera de que el Ministerio de Sanidad haga públicos los datos oficiales, las comunidades han contado más de 100 eutanasias practicadas en un año, desde que entrara en vigor la ley, el 25 de junio. Cifras que se pueden duplicar, ya que estos días varias comunidades están ultimando sus informes. Lo ha hecho ya Cataluña donde se han realizado 60 eutanasias de las 137 peticiones que se han solicitado. De media, las solicitudes han tenido un tiempo de resolución de 47 días. Con la aprobación de la ley de eutanasia, España se ha convertido en el quinto país del mundo en regular el derecho a decidir la propia muerte cuando la enfermedad es incurable y el dolor insoportable.