Jorge Laplace, director de 'Locomía': "Parecían muy modernos, pero eran cuatro homosexuales que no podían decir que lo eran"
Movistar Plus+ estrena una serie documental que analiza el auge y caída de este grupo que nació en la Ibiza contracultural y murió en una España menos moderna de lo que aparentaba
El culebrón de Locomía, Bill Cosby y la mayor red de abortos ilegales
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Madrid
La historia de Locomía es una historia que se ha difuminado con el paso del tiempo. En el imaginario de todos están sus abanicos imposibles, sus hombreras extragrandes, sus zapatos puntiagudos y sus aires de modernidad. Pero también sus broncas, luchas de egos y amenazas de demandas que llegan a la actualidad. Movistar Plus+ estrena una serie documental que analiza el fenómeno de un grupo que nació en Ibiza en pleno apogeo de la cultura hippie, se constituyó como grupo musical y triunfaron en España y Latinoamérica en los inicios de la década de los 90.
El director Jorge Laplace ha sido el encargado de sumergirse en este culebrón sentimental, musical y cultural: “Me quedo con la evolución de la banda, que va desde esa contracultura en Ibiza, donde todo era posible, un sitio mucho más moderno que cualquier otro sito en occidente, y cómo va pasando a convertirse en un producto mainstream global”, dice, reconociendo que su idea inicial sobre la banda era muy escasa al no tener referentes previos de algo parecido.
La banda original contaba con cuatro jóvenes que se conocieron en la isla blanca y que quisieron vivir su vida como ellos querían. Xavier Font fue el creador de este estilo tan propio de vestir, pero también de una forma de expresarse y relacionarse con los demás. El mánager José Luis Gil rápidamente reconoció en ellos un filón, y los sacó de la isla para convertirlos en estrellas musicales. El paso del tiempo los enfrentó, en una guerra continua por la autoría del grupo. “El gran reto ha sido contar la historia de esa guerra sin tomar partido. Mi trabajo como director era entender el punto de vista de dos personalidades muy fuertes”, dice el cineasta.
Además de la historia personal de los miembros de Locomía y de un retrato de la industria musical de la época, empeñada en crear productos de hacer dinero, el documental contextualiza su génesis y caída en un momento muy concreto. “Locomía es un vehículo perfecto para contar esa transición de los 80 a los 90 y cómo se quiso modernizar España”, reconoce. “El grupo en la fachada era muy moderno, pero rascabas un poco y eran cuatro homosexuales que no podían decirlo porque la sociedad era tan homófoba que no iban a tener ningún tipo de éxito”, puntualiza, recordando que los miembros de la banda se vieron obligados a firmar un fuerte contrato que impedía hablar abiertamente de su orientación sexual.
“Es un poco lo que pasó con España, hubo una ruptura después del franquismo a una explosión de contraculturalidad, y de pronto todo esto que nace como algo espontáneo llega a convertirse en un producto como pasó con Locomía, que llegó a conquistar Latinoamérica e incluso Estados Unidos”, dice Laplace, siguiendo con la comparación entre la banda y ese país en el que nació. “Mi sensación es que esa contracultura de principios de os 80 no existe. La conectividad hace todo mucho más homogéneo”, comenta refiriéndose a las nuevas generaciones.
“España también tenía esa modernidad de fachada", compara Laplace. “La Expo de Sevilla y Barcelona 92 era la gran apuesta para decirle al mundo que somos modernos, pero tuvimos una crisis en el 93, Mario Conde que era un ídolo absoluto aspiracional no era tan limpio como parecía...”. Después de los documentales de Ruiz-Mateos y Jesús Gil, Locomía es un paso más para contar la narrativa de la década que comenzó haciendo ver que era más moderna de lo que parecía. “Tenía muchas ganas de contar los 90, esa curva hacia la modernidad”, dice el director.
Más allá de los juicios en relación a la capacidad vocal o musical de Locomía, dice el director, hay que reconocer que “fueron indudablemente transgresores”. Para los que tenemos un recuerdo vago de lo que supusieron como para las generaciones que no los conocen, Laplace espera que su obra sirva para “poner en valor el hecho de que hubiera gente capaz de ser tan libre en esa época”.