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¿A qué se dedica realmente un forense? "El imaginario colectivo nos vincula a los cadáveres, pero solo un 4% de lo que hacemos tiene que ver con muertos"

Eneko Barbería, director del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Cataluña, se ha asomado a La Ventana junto a Patricia Peiró para hablar sobre medicina forense

True Crime | Los médicos de los muertos

True Crime | Los médicos de los muertos

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Lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en un médico forense pueden ser los cuerpos inertes encima de una camilla, un corte en el torso por el que se extraen los órganos para ser analizados, un especialista que habla de las causas de la muerte, balas que se extraen de los cadáveres… Y sí, hay una parte de esto en la vida de un médico forense, pero no solo eso.

Desde siempre los forenses se han considerado los médicos de los vivos, pero "también son los médicos de los vivos", dice Patricia Peiró. "En los Institutos de Medicina Legal se trabaja mucho en la prevención de sucesos criminales", señala. El libro 'Working Stiff', del forense estadounidense Judy Melinek, es una buena forma de desmontar los mitos más comunes de la profesión. La autora, que comenzó a trabajar en el anatómico forense de Nueva York poco antes del atentado del 11-S de las torres gemelas, cuenta en el libro los dos años de aprendizaje en los que se especializó en patología forense y en los que examinó 262 cadáveres. Una aproximación poco común a lo que sucede dentro de estos grandes edificios de los que solo suelen trascender las imágenes de las cámaras frigoríficas en la que reposan los cadáveres.

La realidad de la medicina forense

El Instituto de Medicina Legal de Cataluña lleva a cabo unas 100.000 actividades cada año. De todas ellas, solo 4.000 son autopsias. Y de esas 4.000, solo entre 40 o 50 corresponden a muertes violentas. "Prestamos un gran servicio a la sociedad, pues aportamos información para poder prevenir", explica Eneko Barbería, director del Instituto de Medicina Legal de Ciencias Forenses de Cataluña.

Su labor tiene muchos frentes. Las víctimas de trata o los suicidios son algunos de ellos. Un tercio de sus actividades son evaluaciones forenses para procesos judiciales en los que se determina si una adicción a las drogas o el alcohol pudo influir en un hecho delictivo, o si una persona tiene demencia o una incapacidad. Además, intervienen en alrededor de 6.000 casos de violencia machista cada año, en los que evalúan a las víctimas.

Lo que se ve, sin embargo, en series y películas es otra cosa. Eneko Barbería, sin embargo, hace una lectura positiva de eso. CSI, explica, "ha hecho mucho" por la disciplina en cuanto a visibilización y reconocimiento.

Una disciplina fundamental

La intervención de los forenses sirve para arrojar luz sobre unos hechos que casi siempre se tratan de mantener en la oscuridad. En 2019 una mujer de Castro Urdiales halló, en una caja que le había dado su amiga unas semanas antes, un cráneo. Poco después, Carmen Merino, la amiga, fue detenida por la muerte de Jesús María Baranda Ricondo, a quien pertenecía ese cráneo sin piel. La autopsia fue clave en este caso para dictaminar que la víctima murió presuntamente por un golpe por detrás. Está previsto que el juicio de este caso se celebre en breve.

También en el caso Asunta, la pequeña gallega a la que mataron sus padres. Gracias a las pruebas de los peritos se pudo reconstruir de forma muy fidedigna los últimos momentos de vida e incluso los últimos meses de la pequeña, antes de morir asfixiada.

También ha habido intervenciones polémicas. Recordemos en caso de Ruth y José, los niños a los que asesinó de forma cruel su padre José Bretón y después quemó en una hoguera. La investigación permaneció durante meses en un callejón sin salida porque una forense dictaminó que los restos del fuego eran animales. Fue otro antropólogo forense el que desencalló el caso al determinar que eran de los niños.

 
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