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El niño de aldea que soñaba con recorrer el mundo... y lo hizo

Javier Mariño, profesor de Matemáticas en un instituto de Viveiro (Lugo), se ha asomado a La Ventana para hablar de su amor por los viajes

El niño de aldea que soñaba con recorrer el mundo... y lo hizo

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Suena 'I had a farm in Africa', de la icónica banda sonora de Memorias de África, de John Barry. Es una de las canciones favoritas del profesor de matemáticas Javier Mariño, natural de Ourol, una aldea de unos mil habitantes situada a quince kilómetros de Viveiro. Un hombre de 51 años que, hace no tanto, era un niño con muchas inquietudes y un sueño: recorrer el mundo. De momento no le va en absoluto mal. En los más de veinte años que lleva viajando, desde que aprobó las oposiciones de docente, ha visitado 159 países, sin contar con lugares como el Sáhara o algunas islas del Caribe, que no están consideradas estados por lor organismos internacionales.

Sus primeros viajes fueron por Europa, en su coche y gracias a sus primeros sueldos. Nunca pensó (ni planeó) que llegaría al punto actual, en el que solo le quedan 36 países por tachar del absoluto de países del mundo. Uno llevó a otro y el otro, a su vez, a otro. Y, claro, "para 36 que me quedan", dice, "hay que intentar ir a todos". Sin embargo, no es su prioridad. "Si no lo consigo no pasa nada, para mí lo importante es seguir viajando, que es mi pasión", confiesa. El próximo mes de agosto viajará a Guinea Conakry, Guinea-Bissau, Sierra Leona y Liberia.

Una cárcel en Guinea y otra en Moscú

En los viajes, como en todos los aspectos de la vida, a veces no todo sale como queremos. "Yo soy matemático y sabía que un tanto por ciento iba a salir mal sí o sí", señala Mariño. Lo importante, refleja, "es salir lo mejor posible cuando pasa". En su caso, esas "malas experiencias" fueron pisar dos calabozos: uno en Guinea y otro en Moscú. En el primero acabó por tomar una fotografía en un puerto, que era considerado zona militar y no se podía fotografíar. En el segundo, por cantar en la calle una canción típica gallega con un par de marineros como protagonistas. "Pasé tres horas en comisaría. A las cuatro o cinco de la mañana me dijeron que estaba todo bien, y me pidieron cien euros para llevarme de vuelta al hotel", relata. "Creo que la intención era asustar al turista y sacar algo de dinero".

Experiencias menos buenas, que con el tiempo se convierten en divertidas anécdotas, y que son minoría. Abundan las buenas y las espectaculares. Un atardecer de película, una aurora boreal, una inmersión para mirar a los ojos a un gran tiburón blanco, un paseo con vistas a un gorila de montaña situado a dos metros de distancia... "Momentos mágicos" que Mariño guarda para siempre. Sobre todo los vividos en África, su gran debilidad: "Me encanta la adrinalina que me da", reconoce. Lugares, todos esos, en los que Javier dice volver a ser un niño.

Las jarras del trotamundos

Las historias son más historias cuando se comparten, pues adquieren otra dimensión. Una nueva, más amplia. Mariño lo sabe, y por eso se ha animado a plasmar sus experiencias viajeras en un libro. Se llama 'Las jarras del trotamundos' y acaba de salir a la venta. Una novela de ficción, con una gran dosis de intriga, con un protagonista muy especial, que aunque no es Javier, tiene mucho de él.

El título, como todo el libro, tiene una explicación. Mariño se trae una jarra de todos los países que visita. Es su pequeño trofeo. Su manera de volver a recordar lo que, hace más o menos tiempo atrás, sucedió en alguna parte del planeta. Si todo sale bien, planea montar una cervecería, con el mismo nombre, que sirva de punto de encuentro para todas esas personas con las que ha viajado a lo largo de estos años, y en la que exponga su amplia y variopinta colección. Una idea con la que no persigue ganar dinero. "Es algo romántico", advierte Javier.

La importancia de los sueños

El de Javier Mariño es una de esas historias necesarias. Un buen ejemplo de la importancia de dejar atrás los prejuicios y perseguir lo que, a cada uno, le late dentro. "Estoy convencido de que si me llamara John Taylor y fuera de Nueva York y dijese que quiero visitar todos los países del mundo, la gente diría: 'qué maravilla', pero como soy el hijo de los panaderos se ve como algo imposible, algo que no puedo lograr", explica Mariño. Por eso, con humildad, pelea por que sus alumnos se alejen de esos pensamientos que frenan sus aspiraciones. "Quiero que sepan que pueden lograr lo que se propongan", expresa.

"Yo soy de una aldea pequeña y eso no condiciona lo que pueda hacer o no", apunta. Es lo que intenta transmitirle a los jóvenes del IES María Sarmiento en el que trabaja. "Siempre pesa eso de 'soy de una aldea pequeña, ¿cómo voy a hacer eso?' Yo Intento darles esa seguridad que a mí de pequeño me faltó", aclara.

Se escuchan de fondo los últimos acordes de la canción preferida de Javier Mariño, el niño una pequeña aldea que soñaba con recorrer el mundo. Uno al que, ahora, la palabra trotamundos se le queda corta.

Paula Ramos Barral

Paula Ramos Barral

Redactora en La Ventana. Antes en La Voz de Galicia y en la productora 93 Metros. Colaboradora en Jot...

 
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