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Robert Guédiguian: "El socialismo debe ser liberación y baile"

El veterano y combativo cineasta presenta 'Mali Twist', un retrato de la revolución socialista en plena descolonización africana

Fotograma de Mali Twist, de Guédiguian / TML

Robert Guédiguian ha rodado la mayoría de sus películas con su compañera, la actriz Ariane Ascaride en su barrio de L'Estaque en Marsella, donde nació y donde empezó a militar en el socialismo y el comunismo. De aquel barrio obrero, donde ambientó Marius y Jeannette o Marijo y sus amores, saltó al del parís palaciego con su biopic de Mitterand. También en Armenia o Beirut, donde centró Una historia de locos. En todos esos lugares, el cineasta francés ahondaba en la cuestión de la utopía derrotada, la revolución fallida. Hasta África se ha trasladado en su último rodaje, el de Mali Twist, donde retratar los problemas a los que se enfrentaron los jóvenes revolucionarios socialistas y anticolonialistas.

¿Por qué saltar de Marsella a Mali para contar la historia reciente del país colonizado?

Era una forma de hablar de algo universal, siempre me ha interesado la universalidad, las cosas que afectan en todo el mundo, como la lucha de clases, el deseo de pertenencia, el deseo de liberación, esos eran los valores del socialismo y eso ahora ahora al hablar de la revolución africana.

¿Qué recuerdos tienes del momento revolucionario de estos países?

Recuerdo las imágenes de la detención de Lumumba (primer ministro de la independencia del Congo Kinshasa, detenido por Mobutu al que apoyaban Bélgica y Estados Unidos), de su mirada intensa cuando se subió al camión que lo conducía a la muerte. Yo tenía siete años. Tengo un conocimiento general de la era de la independencia de esos países. Cuando era un joven militante, leí Los condenados de la tierra de Frantz Fanon. En el fondo, la película no se centra en mis recuerdos como miembro de un país colonizador. Yo empecé a militar en la izquierda desde los catorce años y teníamos una vocación anticolonial. Lo que buscaba era hablar de algo que sigue presente hoy en Francia, una inconsciencia colonialista y racista. Hay racismo antiafricano, antinegro, antiárabe. Aunque parezca este tiempo muy lejano, lo que de alguna manera permite la película es psicoanalizarnos y hablar de la situación actual.

La revolución en Mali sirve para mostrar contradicción que ha tenido el socialismo y la izquierda a lo largo de los años, la falta de autocrítica con el machismo o la cuestión racial o LGTBI, ¿por qué hemos olvidado esa parte?

Ha sido una debilidad haber olvidado eso. Es débil considerar solo la cuestión social y económica y no habernos ocupado de cuestiones de la superestructura, de cuestiones la ideología, la liberación sexual, intelectual y cultural, etc. Eso ha hecho que no nos hayamos ocupado de la situación de las mujeres, de las minorías y del racismo. Había una percepción en el comunismo de entender que si se regulaba la situación económica, se suprimirán todas las demás opresiones de una manera mecánica. Eso no ha sido cierto. Hay que luchar a fondo en todas las luchas y tomar consciencia de todas ellas y de cómo deben actuar juntas.

Hablas de que la revolución debe ser alegre, festiva, con el twist, es es un dicurso que volvió a renacer en España con el 15M ¿ha aprendido la izquierda a quitarse dogmatismo y a disfrutar también de un cierto hedonismo?

El capitalismo se lo apropia todo, como la cultura, la diversión, la celebración, el éxito, el baile, la fiesta. El socialismo, frente a eso, ha sido la austeridad, la razón, el esfuerzo, el trabajo, estudiar lo máximo posible para ascender. Y nunca bailar. Mitterrand vio esa contradicción. Porque es todo lo contrario, el capitalismo es la explotación, es algo terrible. El socialismo debe ser la liberación, pero ha habido una perversión que ha cambiado esa percepción de las cosas. He intentado mostrar el error total de los dirigentes de Mali que consideraban que esos clubes albergaban una ideología contrarrevolucionaria.

¿Qué debe hacer la izquierda para evitar caer en estos errores? ¿Ha aprendido de todo lo que cuenta la película?

Yo creo que ese movimiento y ese sentimiento ya existe, el problema es que no tiene traducción política y mediática, no está representada en el sistema de partidos ni el sistema electoral. Pero sí existe a nivel cotidiano, lo vemos en las ciudades de todo el país, en los movimientos feministas que se oponen a muchas leyes. Creo que es un movimiento horizontal que no ha sido traducido políticamente todavía, pero que lo será.

Empieza a crear este guion tras ver una exposición de fotografía sobe Mali, de hecho, en la película mezcla imágenes en blanco y negro, con el color, ¿por qué esta decisión de contrastar las dos miradas?

Todas las imágenes que tenemos de aquel periodo son en blanco y negro, salvo algunas postales. Es todo. No había fotos en color. Al contrario, hoy cuando vamos a África vemos cómo el color explota por todos lados. Era la manera de compaginar la realidad de hoy con la imagen del pasado. Darle también un tono moderno, contemporáneo y universal a esta historia, que era el verdadero objetivo.

No pudiste rodar en Mali, ¿cómo afectó eso a la película?

Pensamos en Burkina Faso, pero empezaba a haber tensiones y, de hecho, unos meses después... Quedaba Senegal. Filmar los monumentos oficiales fue bastante fácil, ya que se trata de arquitectura colonial y es la misma en Mali y en Senegal. Tuvimos un equipo técnico estupendo senegalés y ha sido todo bastante fácil.

En todo su cine hay una unión de explicar la política y sus efectos en lo íntimo de los ciudadanos, ¿cree que es la mejor manera de explicar el mundo y sus contradicciones?

Para mí es la mejor manera de hacer política. Si yo no fuera cineasta, sería político, estoy seguro. Pero para mí las dos cosas, lo íntimo y lo político están muy ligados. No se puede hablar del individuo sin saber en qué mundo vive, y qué le oprime. No existe un individuo sin la sociedad, sin el colectivo, y el colectivo no existe sino es cristalizado en el individuo. El mundo necesita más que nunca que esa relación entre lo íntimo lo político se entienda como unida.

¿Le preocupa que el futuro del cine? No sé si los nuevos cineastas, las plataformas se fijan en esto que explica usted, en la potencia política del cine y de lo íntimo, ¿se está alejando el cine europeo de esa línea?

Las plataformas, como todas las formas industriales, se ocupan de la producción, pero no se ocupan del arte, en general. Tienen un denominador común: estandarizar el producto, como en cualquier indutria. Eso ha pasado con el cine. Hay casi un estándar para toda la cinematografía del cine de autor del mundo entero. Las plataformas proponen maneras de rodar muy homogéneas, que se basan en la unanimidad. Eso es peligroso porque si solo existe en el mundo una tendencia a homogeneizarlo todo y no hay resistencia a eso. Pero encontraremos cómo expresar esas otras cosas, esa resistencia.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...