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El hambre se dispara en el mundo: 828 millones de personas lo padecieron en 2021, 150 millones más que el año anterior

Representa un 9,8% de la población global, según apunta el informe publicado este miércoles por varios organismos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)

Imagen de archivo de un niño que padece malnutrición en Afganistán / Anadolu Agency

Unos 828 millones de personas, el 9,8% de la población mundial, padecieron hambre el pasado año, esto es 150 millones más que antes de la pandemia, cuando la situación afectaba al 8%, y unos 46 millones más que en 2020, cuando las personas azotadas por el hambre representaban el 9,3% después de que su cifra se mantuviera “relativamente sin cambios” desde 2015.

Así lo revela el informe publicado este miércoles por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) sobre ‘El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022’, que prevé que en 2030 casi 670 millones de personas, el 8% de la población, seguirán pasando hambre.

El informe también advierte de que alrededor de 2.300 millones de personas en el mundo (29,3%) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria “moderada o grave” en 2021, esto es, 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia de la covid-19, y que cerca de 924 millones de personas (el 11,7%) afrontaron niveles “graves” de inseguridad alimentaria, lo que supuso un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.

En 2020, casi 3.100 millones de personas no pudieron permitirse mantener una dieta saludable, 112 millones más que en 2019, lo cual, según la ONU, “refleja los efectos de la inflación de los precios de los alimentos al consumidor derivada de las repercusiones económicas de la pandemia y las medidas adoptadas para contenerla”.

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En paralelo, el informe calcula que 45 millones de niños menores de cinco años padecían emaciación, la forma más mortífera de malnutrición, que aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil, y 149 millones sufrían retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta, mientras que 39 millones tenían sobrepeso.

No obstante, la ONU reconoce “progresos” en relación a la lactancia materna exclusiva, ya que casi el 44% de los bebés menores de seis meses de todo el mundo fueron alimentados exclusivamente con leche materna en 2020. Con todo, la cifra sigue estando lejos del objetivo del 50% fijado para 2030 y, según Naciones Unidas, un dato también “muy preocupante” es que dos de cada tres niños carecen de la “dieta diversa mínima que necesitan para crecer y desarrollarse plenamente”.

Por su parte, la brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria siguió aumentando en 2021, dado que el 31,9% de las mujeres del mundo padecía inseguridad alimentaria “moderada o grave”, en comparación con el 27,6% de los hombres, una brecha de más de cuatro puntos frente a los tres puntos porcentuales registrados en 2020.

De cara al futuro, la ONU prevé que casi 670 millones de personas (el 8% de la población mundial) seguirán pasando hambre en 2030, aun teniendo en cuenta una recuperación económica mundial. Se trata de una cifra “similar” a la de 2015, cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para finales de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

Los efectos de la guerra

El informe denuncia también que la guerra en Ucrania, en la que están implicados dos de los mayores productores mundiales de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes, está “perturbando” las cadenas de suministro internacionales y provocando un aumento de los precios de los cereales, los fertilizantes y la energía, así como de los alimentos terapéuticos listos para el consumo destinados al tratamiento de la malnutrición grave infantil.

“Esta situación se produce en un momento en el que las cadenas de suministro ya se están viendo perjudicadas por los cada vez más frecuentes fenómenos climáticos extremos, especialmente en los países de bajos ingresos, y tiene consecuencias que pueden llegar a ser muy preocupantes para la seguridad alimentaria y la nutrición a nivel mundial”, alertó la ONU, que lamentó la “intensificación” de los “principales factores” de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, entre los que citó los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las perturbaciones económicas, en “combinación con el aumento de las desigualdades”.

Tras puntualizar que el apoyo mundial al sector alimentario y agrícola representó un promedio anual de casi 630.000 millones de dólares entre 2013 y 2018, el informe critica que, aunque la mayor parte de ese apoyo se destina a los agricultores individualmente, “en gran parte, no solo distorsiona el mercado, sino que tampoco está llegando a muchos agricultores, daña el medio ambiente y no promueve la producción de alimentos nutritivos que conforman una dieta saludable”.

A juicio de la ONU, ante la “amenaza” de una recesión mundial y las consecuencias que comporta para los ingresos y gastos públicos, una forma de contribuir a la recuperación económica pasa por “adaptar” el apoyo a la alimentación y la agricultura para destinarlo a alimentos nutritivos “allí donde el consumo per cápita aún no alcanza los niveles recomendados para una dieta saludable”.

“Los datos sugieren que, si los gobiernos adaptan los recursos que están utilizando para incentivar la producción, la oferta y el consumo de alimentos nutritivos, contribuirán a hacer las dietas saludables menos costosas y más asequibles y equitativas para todas las personas”, sentencia el informe, que también defiende que los gobiernos “podrían hacer más por reducir los obstáculos al comercio de alimentos nutritivos como las frutas, las hortalizas y las legumbres”.

A la luz de estos resultados, el director general de la FAO, QU Dongyu, criticó que los países de ingresos bajos, donde la agricultura “resulta esencial para la economía, el empleo y los medios de vida rurales”, disponen de “escasos recursos públicos para su adaptación”. “La FAO se compromete a seguir trabajando con estos países en la búsqueda de oportunidades que permitan incrementar la prestación de servicios públicos en beneficio de todos los actores de los sistemas agroalimentarios”, abundó.

Por su parte, el presidente del FIDA, Gilbert F. Houngbo, admitió que el informe arroja “cifras deprimentes para la humanidad”. “Seguimos alejándonos de nuestro objetivo de acabar con el hambre de aquí a 2030”, añadió, consciente de que “lo más probable” es que los efectos de la crisis alimentaria mundial “vuelvan a empeorar el resultado el próximo año” y de la necesidad de articular “un enfoque de mayor intensidad para acabar con el hambre”, por lo que el FIDA está “preparado para cumplir con su parte ampliando sus operaciones y sus repercusiones”.

En la misma línea, la directora ejecutiva de Unicef, Catherine Russell, afirmó que la “magnitud sin precedentes de la crisis de malnutrición requiere una respuesta sin precedentes”. “Debemos redoblar nuestros esfuerzos para garantizar que los niños más vulnerables tengan acceso a dietas nutritivas, inocuas y asequibles, así como a servicios de prevención, detección y tratamiento tempranos de la malnutrición”, agregó, convencida de que, “con la vida y el futuro de tantos niños en juego, es el momento de intensificar la ambición por la nutrición infantil” y de que “no podemos perder el tiempo”.

Para el director ejecutivo del PMA, David Beasley, existe “un peligro real” de que estas cifras “aumenten aún más en los próximos meses”. “La subida global de los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes que estamos presenciando como consecuencia de la crisis en Ucrania amenaza con abocar a países de todo el mundo a la hambruna”, deslizó, para augurar, como consecuencia, “una desestabilización mundial, hambre y migraciones masivas a un nivel sin precedentes”, ante lo que urgió a “actuar hoy para evitar esta catástrofe inminente”.

Finalmente, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, recordó que cada año mueren 11 millones de personas “a causa de dietas poco saludables” y que el aumento de los precios de los alimentos “significa que esto no hará más que empeorar”. Así, aseveró que la OMS “apoya los esfuerzos de los países” por “mejorar” los sistemas alimentarios mediante la imposición de impuestos a los alimentos “poco saludables” y la concesión de subvenciones a las “opciones saludables”, la protección de los niños frente a la comercialización “perjudicial” y la garantía de etiquetas nutricionales “claras”.

 
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