La VentanaLa opinión de Carles Francino
Opinión

Las mentiras pasan factura

"Así que toda esta historia, que ha añadido más carga tóxica a la ya maltrecha imagen de la polìtica -o de los políticos- no deja de provocar una pequeña satisfacción, al constatar que la mentira, tantas veces utilizada, y convertida ya a todos los niveles en moneda de uso habitual, vivimos en el imperio de las ‘fake news’, pues mentir no siempre sale gratis", la opinión de Carles Francino

Las mentiras pasan facturas

Las mentiras pasan facturas

Madrid

Dice el refrán que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Y espero que a nadie le chirríe esta alusión a un problema físico; sé que vivimos en una época donde los guardianes de la moral se lanzan a morder a las primeras de cambio, pero es que la frase -el refrán, este del mentiroso y el cojo- no puede resultar hoy más oportuno. Referido a Boris Johnson, claro, que ha terminado cavando su propia tumba con la sarta de mentiras de los últimos meses. Mintió negando la existencia de fiestas en plena pandemia, fiestas con generoso derroche de alcohol mientras la gente estaba confinada en casa; mintió sobre el origen del dinero gastado en la reforma de su residencia; y mintió al ascender a un diputado de su partido cuando ya sabía que estaba acusado de acoso sexual y conducta inapropiada. Por no hablar de la gran mentira en la campaña del Brexit, aquella patraña de que Reino Unido enviaba cada semana 350 millones de libras a Bruselas y que si salía de la Unión Europea -como acabó saliendo- se podría invertir ese dinero en otras cosas. Y por no remontarnos ya a otras mentiras en su época de corresponsal o de comentarista político.

Así que toda esta historia, que ha añadido más carga tóxica a la ya maltrecha imagen de la polìtica -o de los políticos- no deja de provocar -al menos hablo por mi- una pequeña satisfacción, al constatar que la mentira, tantas veces utilizada, y convertida ya a todos los niveles en moneda de uso habitual, vivimos en el imperio de las ‘fake news’, de las noticias falsas, pues mentir no siempre sale gratis. Y además he ganado una apuesta: cuando estalló el escándalo de las fiestas, dije “este hombre no va a aguantar” y me respondieron “que sí, que sí, ya verás”. Bueno, pues me alegro de haber acertado. No por mí, ¿eh?, sino porque la dimisión de Boris Johnson, que los suyos le hayan obligado a renunciar, aunque sea por interés, para no hundirse todos, demuestra que aún queda algún gramo de dignidad. Algo es algo.

 
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