A vivir que son dos díasLa píldora de Enric González
Opinión

La broma

"Quizá la historia les suene. Porque ahora ocurren con frecuencia cosas parecidas. Alguien hace una broma, buena o mala, tonta o inteligente, y alguien se ofende"

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03:10

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Madrid

La primera novela de Milan Kundera se tituló “La broma”. Fue publicada en 1965, cuando Checoslovaquia padecía el estalinismo, y va, entre otras cosas, de una broma. Un joven comunista llamado Ludvik escribe una postal a su amada en la que, entre arrumacos, dice que “el optimismo es el opio del pueblo” y añade: “Viva Trotski”. Esa es la broma. Incluso teniendo en cuenta lo que era una dictadura soviética, suena bastante inocente. Tonta, si se quiere.

Pero la amada denuncia al joven y, a partir de ese momento, la vida de Ludvik empieza a arruinarse. Es inútil que pida perdón: ha ofendido la sagrada sensibilidad del partido, en el que, por supuesto, no cabe el humor.

Quizá la historia les suene. Porque ahora ocurren con frecuencia cosas parecidas. Alguien hace una broma, buena o mala, tonta o inteligente, y alguien se ofende. La broma circula por las redes en modo viral. De inmediato, una turba se lanza sobre el pobre bromista y le exige que pida perdón. El bromista pide perdón. Pero no es suficiente. Los ofendidos quieren una humillación pública. Y quizá ni siquiera eso baste. A poco que los ofendiditos se suelten la melena, el bromista será borrado. Despedido. Marginado.

Piensen una cosa: con “La broma”, Kundera efectuó una sátira del estalinismo. ¿Por qué ahora, en las redes, suceden cosas parecidas a las que ocurrían bajo un régimen totalitario? ¿Qué nos está pasando?

Yo había pensado acabar con una broma, pero no me atrevo.

 
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