Lata
"Las latas dejan de ser basura y se vuelven a convertir en instrumento, en objeto. Y son los objetos los que nos hacen humanos"
Lo que cuenta un objeto: Lata
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Madrid
Cerca de Jadraque, en Guadalajara, hay un lugar conocido como Casa del Guarda que está lleno de latas oxidadas. Lo saben los cazadores que pasan por allí y los niños, hoy adultos, que jugaron bajo las encinas. Y seguramente nunca les han dado mucha importancia. Pero cada una de esas latas cuenta una historia tremenda. Porque las latas no son una basura cualquiera. Son los restos de un campo de concentración que estuvo operativo varias semanas tras el final de la Guerra Civil, en abril de 1939. Cerca de 5.000 presos republicanos pasaron por el lugar y el lugar pasó por ellos: porque expuestos a la intemperie y apenas sin comida pasaron frío y hambre. A los presos los alimentaron con las latas que ahora tapizan el suelo de la Casa del Guarda. Dejadme que os cuente la historia de una de ellas. Es una lata de carne argentina. La industria cárnica argentina era de las más importantes del mundo en la época. El país vendió conservas tanto a los republicanos como a los sublevados, pero sobre todo a los primeros. Además, también enviaron muchas donaciones de carne en conserva. Al rendirse el ejército republicano, sus reservas pasaron al franquista y los franquistas utilizaron los excedentes para alimentar a los soldados presos. Por eso encontramos latas republicanas en un campo de concentración de Franco. Hay algo de humillante en que el enemigo te alimente, y te alimente mal, con tu propia comida. Y los alimentaron mal porque sabemos que los soldados tenían que compartir las latas con otros, fueran de sardinas, de atún o de carne. Durante semanas, los presos se alimentaron de rancho frío, de las conservas sobrantes de la guerra, como en las películas de ciencia ficción distópica los protagonistas se alimentan de las latas que encuentran en un mundo devastado. En uno de los escasos diarios que conservamos de un preso en los campos de concentración de Guadalajara, las entradas correspondientes a su cautiverio solo se lee “hambre”. Para muchos soldados en la Guerra Civil, en su mayoría campesinos y obreros, enb cambio comer carne con frecuencia supuso una experiencia nueva durante la guerra. Parece paradójico, pero algunos recuerdan que nunca comieron tan bien como entonces. Ni tan mal como en la posguerra. La lata de carne continúa su vida una vez vaciada y nos cuenta otra historia. Los soldados, despojados de todo, no tenían cubiertos, ni vajilla ni vasos. Comían con las manos y bebían como podían. Las latas, como esta lata de carne, se convierten en vaso para el agua y en taza para la sopa, cuando la había. Las latas dejan de ser basura y se vuelven a convertir en instrumento, en objeto. Y son los objetos los que nos hacen humanos.