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Opinión

El aleteo de una funcionaria en Chisináu

"Yo promovería un decreto contra la opresión que padecen quienes se untan en la tostada lo mismo las resoluciones de las Naciones Unidas que el bando de un pueblo que ni siquiera localiza en Google Maps"

La píldora de Elena Medel | El aleteo de una funcionaria en Chisináu

Madrid

La otra mañana me despertó la tramitación de una ley en Moldavia. No el ruido ni el calor, sino el aleteo de una funcionaria en un ministerio en Chisináu elevando el caudal del río Manzanares, inundando una tercera planta en los adentros de Carabanchel. Quien dice «ley en Moldavia» dice «edicto de un condado de Nebraska» o «aprobación de una campaña de un ministerio, una consejería o un ayuntamiento de aquí al lado, cuyo objeto no me atañe en absoluto». A diario se encadenan los acontecimientos que no significan nada en nuestras vidas, pero que transforman las de otras personas; a diario se impulsan unas ayudas que desbloquean una situación, se legisla sobre un problema que ni siquiera conocíamos. También a diario el ser humano se enfada, en general por todo, y en concreto por esto: porque admira a Terencio y otorga la interpretación literal a su proverbio sabidísimo. «Nada de lo humano me es ajeno» no significa que todo me interpele por un concepto elevadísimo de la solidaridad, sino que todo lo que afecta a las demás personas, aunque a mí no, exige que reaccione. Ley en Moldavia o edicto en Nebraska o cualquier decisión burocrática aquí al lado: casi siempre mal, fatal, menuda estupidez. Yo promovería un decreto contra la opresión que padecen quienes se untan en la tostada lo mismo las resoluciones de las Naciones Unidas que el bando de un pueblo que ni siquiera localiza en Google Maps. Desayunando así, ¿cómo no se os van a desajustar los triglicéridos y el alma? La empatía con las necesidades de alguien sobre quien nunca sabrás, pero que existe como tú, o la conciencia de que vives en una sociedad en la que tus circunstancias no coinciden con las de todo el mundo, no anulan la capacidad crítica ni la libertad de opinión, pero sí nos brindan tranquilidad para afrontar la vida propia y dejar en paz la del resto.