Progreso
"El progreso no es infinito, sino indefinido: el camino de la humanidad es siempre cuesta arriba y nunca es fácil o inmutable como una línea recta o rápido como un AVE."
En el principio fue la palabra | Progreso
Madrid
Es un sábado de sol en toda España y los que están pensando en hacer una excursión, ya sea a la montaña o a la playa, ya conocen la etimología de la palabra ‘progreso’. Y también todo el esfuerzo que se necesita para ‘progresar’.
El término ‘progreso’ deriva del participio latino progressus, del verbo progredior, que significaba ‘ir adelante’, ‘avanzar', compuesto por el prefijo pro-, ‘adelante’, y gradi, ‘andar’. Sin embargo, el sentido absoluto que damos hoy a esta palabra, es decir una evolución, un avance hacia grados de conocimiento más elevados y siempre nuevos, es reciente, data sólo del siglo XVIII, como el inglés progress y el francés progrès.
En el mundo antiguo, el héroe del progreso era Prometeo, protagonista de uno de los mitos más conocidos e inquietantes. Un día Zeus, observando la Tierra desde la cima del Olimpo, vio que los hombres pasaban la vida miserablemente escondidos en guaridas y cuevas de las que salían sólo de noche en busca de alimento, llenos de miedo.
La misión de socorrerlos fue encomendada inicialmente a Epimeteo, hijo del titán Iapetus, cuyo nombre en griego deriva de epí, ‘después’, y métis, ‘inteligencia’, es decir ‘el que entiende después’ - y de hecho Epimeteo pronto se olvidó de los pobres seres humanos. Fue entonces el hermano listo, Prometeo, “el que piensa « pro », antes que los demás" el que robó el fuego a Hefesto, el dios que en su taller forjaba los relámpagos de Zeus.
Cuando el padre de los dioses se dio cuenta del robo, encadenó a Prometeo a un acantilado en el Cáucaso, donde durante años el pobre sufrió de hambre, de sed, de frio, mientras cada día un águila cruel devoraba su hígado que volvía a crecer por la noche.
Después de mucho tiempo Prometeo fue liberado por Hércules, el héroe de los doce trabajos, pero este antiguo mito nos cuenta cómo el progreso no es de ninguna manera un alegre paseo por el parque. Al revés, la etimología de la palabra enseña cómo progresar significa avanzar hacia el futuro paso a paso, teniendo mucho cuidado donde se ponen los pies para no tropezar y no olvidarse del pasado.
El progreso no es infinito, sino indefinido: el camino de la humanidad es siempre cuesta arriba y nunca es fácil o inmutable como una línea recta o rápido como un AVE. Al revés el progreso es tan impredecible como una aventura: está construido por hombres y mujeres que, cada mañana como esta, intentan encontrar el mejor camino por cuestas desconocidas sin mapas ni navegadores GPS, pero siempre empuñando la brújula de sus ideas y sus valores.
De la misma raíz derivan también las palabras ingresar y regresar, dependiendo si el camino es hacia adelante o hacia atrás. Porque la historia del progreso humano no es una carrera loca sin paradas, sino una serie silenciosa de pasos de baile.