John Boyne: "No hay literatura suficiente para los jóvenes LGTBI"
El autor de 'El niño con el pijama de rayas' nos presenta 'Mi hermano se llama Jessica', la historia de una joven trans, su camino y cómo cambia la relación con su familia. John Boyne lamenta la falta de literatura para jóvenes LGTBI y dice que este es el libro que le hubiera gustado leer de adolescente
John Boyne: "No hay literatura suficiente para los jóvenes LGTBI"
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¿Cómo decirle a tus padres que eres trans? ¿Y qué puede pasar? ¿Dónde buscar consuelo, ayuda, orientación? John Boyne (Dublín, 1971), el autor de 'El niño con el pijama de rayas', acaba de publicar 'Mi hermano se llama Jessica', en Salamandra. Nos cuenta la historia de Jason, de 17 años, que reúne a su familia para compartir con ellos que se llama Jessica.
Un libro dirigido a los jóvenes, protagonizado por Sam, el hermano de Jessica, de 13 años. Los padres de Sam y Jessica no dan crédito y descubren que no son las personas abiertas y tolerantes que creían. Una realidad, todavía hoy, muy común en muchas familias. Hemos entrevistado al escritor irlandés sobre su última novela, en la que ha volcado parte de su experiencia personal, como adolescente gay que fue. Boyne escribe en el epílogo que el peor consejo que se le puede dar a un escritor, es hablar de lo que conoce. Y que él escribe para explorar la vida de otras personas, que es lo interesante y desafiante.
¿Por qué esta historia?, ¿qué te llevó a escribir sobre una chica trans?
Hace un par de años, cuando escribía este libro, leía mucho en las noticias sobre la gente transexual. Me interesó el tema y conocí a un par de personas que estaban en transición. Quise escribir algo dirigido a la gente joven, para crear una especie de compasión y empatía hacia ellos, hacia compañeros de clase, amigos o familiares que estuvieran pasando por algo similar. Al empezar a escribir, estaba asustado, porque la mayoría no sabemos mucho del tema y puede ser perturbador a medida que tratas de comprender más sobre la materia. El asunto estaba mucho en las noticias y en las redes sociales, pero no siempre desde un punto de vista positivo.
¿Y qué tienen los niños? Porque lo dices también en el epílogo: escribes sobre niños aislados de alguna manera, bien por la guerra, la pena o el abandono.
Lo que me gusta, al escribir libros para jóvenes como este, es colocarlos en situaciones de adultos. Antes de la transición, porque los niños y niñas también atraviesan situaciones muy de adultos. De niño, recuerdo que estos son los tipos de libros que me hubiese gustado leer. No quería leer libros con historias infantiles, con un héroe con el que identificarte.... no. Así que en mis libros, protagonizados por niños, estos se enfrentan a la guerra, a la pena, al abandono o, en este caso, al género trans. Asuntos que va a atravesar un niño en su vida. Y deberían tener literatura que les ayude.
Has hablado de empatía y compasión, este es un libro para adolescentes, aunque puede leerlo cualquiera. "Cuesta mucho ponerse del lado de las víctimas, porque unimos nuestra suerte a la de ellas", escribes. ¿Realmente nos falta esa empatía? Y ¿cómo empatizar, cuando el 80% de los estadounidenses, por ejemplo, afirma que no ha conocido nunca a una persona trans? Se antoja complicado...
Depende del país del que seas, de si es más o menos abierto, progresista y liberal. Del país o del Estado. En Europa creo que tenemos una mente un poquito más abierta. Creo que es precisamente el desconocimiento hacia lo trans, que la mayoría de gente no conoce a una persona trans, lo que envuelve todo esto en un misterio. Pasaba lo mismo hace 50 años con los homosexuales, porque pocos habían salido del armario. No conocías a muchos gays y tenías miedo hacia ellos. Hoy todo el mundo tiene un amigo gay o un miembro de la familia gay y esos prejuicios y miedos históricos han desaparecido. Creo que, con el tiempo, pasará lo mismo con los transexuales. Eso sí, no creo que ayude mucho cómo presentan a los transexuales las redes sociales y medios de comunicación. Hay un lenguaje muy violento. Especialmente cuando entran en conflicto los derechos de las mujeres con los derechos de los trans. Hay un debate muy complejo entre ambos colectivos y no es tan fácil decir que los derechos de los trans son siempre incuestionables. De esto me he dado cuenta desde que publiqué el libro, que hay un gran movimiento, muy fuerte, para proteger los derechos de las mujeres en el deporte o en espacios donde se sientan seguras, por ejemplo. Un debate demasiadas veces violento e irracional.
Hay dos debates que tú abres en el libro. El primero sobre el sexo biológico y el género. "Si tienes pito -le dicen a Jessica- eres un chico sí o sí". Eso lo hemos visto y oído: han nacido con pene, son hombres biológicamente hablando, digan lo que digan. Además, a Jason le gustan las chicas y a Jessica también. Otro debate sobre si es lesbiana...
Sí, y esto es muy complicado, porque puede pasar que un chico sienta que es una chica, pero que igualmente se sienta atraído por las chicas. Creo que las lesbianas son mujeres. Los hombres, algunos aliados de los derechos trans, dirían que puede haber un hombre lesbiana o una mujer con un pene. Pero realmente creo que eso es una muestra de misoginia. Puede haber hombres gays, mujeres lesbianas, mujeres y hombres trans, y no hace falta que se les etiquetes más.
Y luego hay otro debate que creo que es engañoso. Los niños, todos, atraviesan diferentes momentos en su vida en los que creen ser otros o no ser los que son. Y eso no significa necesariamente que sean transexuales. Y no creo, desde luego, que haya que medicar a un niño, alterar su cuerpo. Cuando somos adultos, ya podemos ser responsables de nuestro cuerpo, de nuestras decisiones, de nuestra vida. Hay chicos muy femeninos, chicas muy masculinas, que pueden ser gays o lesbianas o no… Pero me preocupa esa presión y prisa por ver si son transexuales y que inicien el cambio. A lo mejor solo son gays. Y me preocupa esa nueva homofobia ahí. Decirle a un chico de siete años que a lo mejor no es gay, que es trans, que tiene un sexo diferente, no creo que sea ni saludable ni moralmente aceptable. Dejad que los niños encuentren su propio camino y cuando cumplan los 18, ya son adultos y que hagan lo que quieran.
A Jessica le encanta el fútbol. Hay otro gran debate en España y a nivel internacional sobre la participación de mujeres trans en competiciones olímpicas. ¿Qué opinión tienes al respecto?
No creo que las mujeres trans deban competir contra mujeres cis, no. Creo que es injusto, es hacer trampas. Las mujeres han luchado mucho por sus derechos, durante siglos, y el cuerpo masculino es distinto al cuerpo femenino. Durante la pubertad, producimos testosterona, desarrollamos otra musculatura… Creo que atletas masculinos mediocres, que se dicen mujeres trans para ganar medallas, es lo contrario a lo que los deportes deberían ser. Creo que la decisión de la Federación Internacional de Natación es buena, vetando su participación, pero dando pie a otra categoría: tienes la categoría masculina, la femenina y otra abierta, en la que puede entrar cualquiera. Eso me parece más lógico y razonable. El problema es que te van a llamar tránsfobo o intolerante, si dices que las mujeres trans no deberían competir contra mujeres en los deportes. No es intolerancia ni transfobia, es justicia. Cómo puedes aceptar una de esas medallas y pensar que has ganado, es trampa.
¿Por qué has decidido contar la historia a través de Sam, el hermano de Jessica, y no a través de ella?, ¿qué te aporta esta mirada?
Me parecía más interesante presentar la historia desde alguien que la ve de fuera. Habría sido más complicado para mí contarla desde el punto de vista de la persona transexual, porque no tengo esa experiencia. Que sea un chico de 12 o 13 años haciéndose preguntas. Lo mismo con 'El niño con el pijama de rayas', que no quise escribirlo desde el punto de vista del niño judío, sino del otro, mirándole a través de la valla y haciéndole preguntas. Aquí es lo mismo. Sam no entiende todo y comete los mismos errores que cometeríamos cualquiera de nosotros desde el principio. Haciendo preguntas que no debería. Es su viaje hacia la aceptación. Su hermana está bien, sabe lo que hace, no le pasa nada, son los demás los que tienen el problema.
Jason, antes de ser Jessica, se quejaba de la ausencia de sus padres, que nunca estaban en casa. Tan volcados en el partido, en la política... ¿no es un estereotipo lo de los padres ausentes?
No creo que sea un estereotipo, creo que en todos mis libros, que escribo sobre niños y jóvenes, los padres están ausentes, para que sean los jóvenes los que tengan que resolver por ellos mismos las situaciones, sin intermediación de un adulto.
Aquí se refleja el machismo, el heteropatriarcado. Si hay que culpar a alguien de esta situación, es a la madre, a la trabajadora, la que lleva los pantalones en casa, el padre al final es un mandado, un secretario de ella.
Sí, quise invertir las normas, darle la vuelta. Y quizás, por casualidad, vayamos a tener a otra primera ministra en el Reino Unido, como la madre de mi libro, que está en la carrera. Es un viaje el que emprenden, hasta darse cuenta de que no están siendo buenos padres. Tienes que trabajar, tienes que labrarte tu carrera, pero hay que encontrar el equilibrio y no ignorar a tus hijos.
Hay algo que le dicen los padres a Jessica que me suena: "si hubieras cometido un asesinato, haríamos lo que fuera por protegerte". Es una frase que, desgraciadamente, han escuchado muchos niños y jóvenes gays de sus padres: si fueras un drogadicto, al menos tendrías rehabilitación. Pero un hijo gay es lo peor.
Sí, hace tiempo eran pensamientos que tenían los padres. Hoy creo que eso ha cambiado, sería raro escuchar algo así. Y lo maravilloso es ver a los adolescentes. Cuando yo era joven, era terrorífico salir del armario a los 16 años. Hoy los niños y adolescentes son completamente abiertos y lo aceptan. Todos quieren vivir su vida de una forma honesta y auténtica. Creo que eso es bueno y todas las generaciones anteriores han ayudado a que esto pase. Todos los que han sufrido traumas, todos los que han escrito libros, han hecho películas o escrito artículos periodísticos. Todo esto ha ayudado a que los chicos y chicas gays y lesbianas sean más felices hoy de lo que fuimos nosotros a su edad.
Lo dices en el libro, se habla mucho en la radio y en la televisión de las personas trans, pero ¿se hace buena pedagogía?
Probablemente falte pedagogía, porque no hay muchos libros como este. Es un asunto, una materia, que todavía está encontrando su lugar. No creo que la gente no quiera hablar de ello o que lo estemos haciendo mal, solo que necesitamos más ultura, libros y programas de televisión que hablen sobre ello.
"Este país ya no es como cuando yo era pequeña", dice la madre. En 'Mi hermano se llama Jessica' hay un retrato también de la política en el Reino Unido y se aborda mucho el Brexit, entre otros asuntos de actualidad, como el racismo. ¿Cómo ha cambiado Reino Unido para ti? ¿En qué ha mejorado y en qué ha ido a peor?
No soy del Reino Unido, soy irlandés, pero como vecino cercano, considero que el Brexit ha sido un error terrible. Creo que si nos remontamos al periodo después de las dos grandes guerras, fue muy positivo la unión de las naciones, la ONU, la Unión Europea… La idea de unir a los países, de acercarlos, de trabajar juntos. Alejarnos de eso, la idea de no querer formar parte de ningún grupo de naciones, es terrible, aislacionista. Vivimos en un mundo en el que hay una guerra ahora mismo, en Ucrania, así que la idea de alejarnos de otros países, en vez de unirnos, es una locura. Esto en el Reino Unido tiene que ver con esa idealización del pasado, de esas ideas de un periodo caduco, el creer todavía que son los líderes del mundo, como el imperio romano o el griego.
Termino con la idea central de la novela: libros como este y la cultura en general ayudan a que el mundo se vuelva más amable y menos cruel, que es el deseo latente en este libro. ¿No temes que en este mundo, en el que vivimos en burbujas y consumimos solo lo que nos interesa, sin traspasar fronteras como tú, hacia lo desconocido... no temes que sea una misión imposible? Consumimos lecturas que solo reafirman nuestras convicciones., al fin y al cabo.
Algunas personas no salen de sus burbujas, pero es muy importante que vayamos más allá, que leamos más, y contenido con el que no estemos de acuerdo. Ese es el motivo por el que leemos periódicos también, el de buscar argumentos. Entender las opiniones de otra gente, pensar en otros puntos de vista. Y esto pasa poco, especialmente en las redes sociales, donde la gente solo busca reafirmarse, confirmar sus puntos de vista. Tenemos que estar abiertos, no hace falta que aceptes todo, pero preguntarte si estás equivocado. Y escuchar otros puntos de vista. Nos cuesta mucho hoy en día y es poco inteligente escuchar constantemente los mismos argumentos.
Otros argumentos a los debates sobre la transexualidad
Como John Boyne nos invita a buscar argumentos y escuchar otras opiniones, hemos querido incorporar a esta entrevista las ideas de Rosa María García, graduada en Filosofía, máster en Sociología Aplicada por la Universidad de Murcia y que trabaja actualmente en un doctorado en Filosofía y Género sobre marxismo y feminismo. Le hemos trasladado algunos debates que plantea John Boyne y tiene esto que añadir:
Sobre el asunto de "hombres lesbianas y mujeres con pene", son cosas distintas. Desde la "comunidad trans" (sea lo que sea eso, las personas trans no tenemos un cónclave, sino una serie de vivencias y organizaciones que intentan hacerlas lo más dignas posible) no hay opiniones uniformes sobre casi nada, pero sí solemos entender que las vivencias de género son un poco más complejas que la idea normativa patriarcal, que la gente que no cruza las fronteras del género con su cuerpo suele tener. Cuando una persona se vive a sí misma como mujer y, mediante una serie de mecanismos médicos y sociales, es entendida también por todo su entorno como mujer, pues esa persona ES mujer. Y, si tiene pene, pues es una mujer con pene. Parece obvio. Respecto a los hombres lesbianas, no conozco a nadie que tenga esas opiniones, ni en la comunidad trans ni fuera de ella.
Hay lesbianas con pene porque hay mujeres con pene. Eso no significa que haya hombres lesbianas. Las vivencias lésbicas con el género muchas veces, tanto históricamente como en el presente, no se han alineado con la idea canónica de "la mujer". Esto es una opinión feminista radical como otra cualquiera, no un "delirio trans": la norma de género está marcada por la heterosexualidad y las lesbianas se desvían de ella.
Y todo esto me plantea una gran duda: en el libro de John Boyne, parece ser que una chica trans transiciona. Si él considera que no existen mujeres con pene, ¿a qué transiciona exactamente su protagonista? ¿A hombre travestido? ¿A ser intermedio? ¿A monstruo de los abismos? No, transiciona a mujer, a vivir y existir como mujer, como hacen tantísimas mujeres trans, algunas de las cuales conservan su pene. Pretender que "mujer" es una característica innata totalmente, alejada de la socialización, de la interacción humana, de la percepción, de las relaciones de producción... Es una idea anti-feminista. Es anti-feminista pensar que la mujer está pre-definida por sus genitales de nacimiento. No hay nada misógino en la existencia trans. Una persona trans, igual que una cis, puede ser misógina, puede usar argumentos misóginos para explicarse, a veces pasa, no hay ningún colectivo social puro y limpio de ideologías patriarcales. Pero la existencia trans en sí mismo no es patriarcal en absoluto, y de hecho diría que tenemos una tendencia al feminismo mayor que la de las personas cis, por nuestra visión transformadora del género.
Sobre los deportes: gran parte de aquello que se identifica con "el sexo biológico" depende del nivel hormonal de una persona. Por ejemplo, en natación: el nivel elevado de testosterona durante la adolescencia (en la etapa de "dar el estirón") lleva a un esqueleto algo más voluminoso de media. Luego, si con 20 años esta persona pasa a un nivel bajo de testosterona, su capacidad de crear y retener musculatura se pierde drásticamente, como está avalado por los limitados estudios que hay en la materia. Entonces nos encontramos con que esta persona tiene que mover un cuerpo de mayor peso, con la misma musculatura que las mujeres cis (de media). Es decir, no solo no tiene ventaja, es que tiene desventaja. Todo esto en términos generales, las hormonas tampoco son el destino y hay ciertas desviaciones de la tendencia estadística. Pero, al fin y al cabo, eso es el deporte. Nadie quiere prohibir competir a Phelps por tener condiciones físicas privilegiadas respecto a otros hombres. Todos los grandes deportistas tienen ventajas genéticas que les separan de la media, pero estas ventajas solo son hipervigiladas en el deporte femenino, no en el masculino, donde son celebradas. Yo en general soy, como digo muy abiertamente, escéptica respecto al deporte de élite. No me gustan las élites, en general. El deporte es algo maravilloso, pero para competir hay una gran cantidad de determinantes biológicos pero, sobre todo, socioeconómicos que lo hacen algo tremendamente injusto. Si sufriste pobreza en tu infancia, si sufriste abusos, si no tuviste infraestructuras, pues toda tu posibilidad de ser un gran atleta se reduce. Todo esto es mucho más interesante que continuar acosando y derribando al porcentaje ínfimo (e ínfimo de verdad, ya que las mujeres trans estamos infrarrepresentadas en las categorías femeninas) de atletas trans visibles.
Y sobre el tedioso bulo de la hormonación a niños con pluma, poco tengo que decir más que reírme de lo absurdo. ¿Puede alguien creer que el colectivo LGTBI, los profesores y psicólogos están todos vigilando que una niña chute un balón para pincharle esteroides y raparle el pelo? Cuando hablamos de infancias trans, hablamos de infancias que han informado, de forma expresa, insistente y congruente, de su identidad de género. No un niño que diga que le gusta ser una princesa ni una niña que diga que quiere ser como Neimar. A mucha gente cis le resulta tan inconcebible la disforia de género, que tienen que imaginarse que realmente nos referimos a esas cosas, pero no. Y nadie hormona niños: se siguen pasos médicos muy controlados y testados. Los bloqueadores hormonales (que nunca se administran antes de los 11-12 años) son reversibles y seguros, como la sentencia firme del caso Tavistock contra Bell (un caso de gran interés internacional sobre la transición de género en menores) deja claro. Y, una vez la pubertad ha sido bloqueada, ya en la adolescencia, se puede tener una pubertad con hormonación sexual cruzada. Esta es irreversible en el mismo sentido en el que lo es la pubertad endógena. No hacer nada y esperar a que un niño, que ha manifestado repetidas veces su identidad, se le desarrollen caracteres sexuales irreversibles es, por definición, también irreversible. Esperar a los 18 años es tremendamente irreversible y negligente, teniendo la opción de no hacerlo. Te garantizo que, de entre todas las mujeres adultas arrepentidas de haber tenido una pubertad con testosterona, la mayoría de ellas son mujeres trans, no mujeres que pensaron ser hombres trans, algo muy muy raro en términos estadísticos y generalmente motivado por la transfobia social.