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Ocio y cultura

Laura Chivite: "Internet me genera ansiedad, me pesan más sus cosas malas que las buenas"

Año 2060. Estamos agotados, la tecnología nos ha deshumanizado. Abren los centros de Regreso A Lo Analógico. Es el futuro que nos plantea Laura Chivite en su primera novela: 'Gente que ríe'. ¿Es el progreso una condena?

Laura Chivite: "Internet me genera ansiedad, me pesan más sus cosas malas que las buenas"

Laura Chivite nació en Pamplona en 1995. Estudió literaturas comparadas en Granada, especializándose en la conexión entre literatura y cine. Trabaja, entre otras cosas, de profesora. 'Gente que ríe' es su primera novela, editada por Caballo de Troya. El libro es una defensa de la alegría de la vida y vivir es llorar y tragarse las lágrimas, reír a pesar de todo.

'Gente que ríe' comienza en 2060 y vamos retrocediendo en el tiempo hasta su año de nacimiento, 1995. En ese principio o final, en el año 2060, abren las puertas los RALA: centros de Regreso A Lo Analógico. Un centro de rehabilitación como cualquier otro, con la única diferencia de que aquí no buscamos reincorporarnos a ninguna sociedad, sino mantenernos lo más lejos posible de ella. Porque, escribe Chivite, "lo que se llama progreso es en realidad una condena". ¿Estamos condenados? De ello hemos hablado en esta entrevista.

¿Estamos condenados?, ¿te asusta el llamado progreso?

Pues la verdad es que este último relato, aunque sea el primero en el libro, depende de cómo lo leas, es el más diferente al resto, tanto en la forma de escribirlo como en el tono. Porque nace en un momento pandémico, después de la cuarentena. Y, naturalmente, yo no es que sea una persona muy optimista. Así que sí, me preocupa un poco el lugar hacia hacia donde nos estamos encaminando, porque ni económica, ni política ni socialmente las cosas están precisamente bien. Creo que a raíz de este miedo o preocupación, escribí esto de de RALA. Un poco también como experimento, porque nunca había escrito ciencia ficción, ni siquiera había leído mucha ciencia ficción. Así que surge un poco como intriga, como un reto y sí, con preocupación y un poco crítica.

Hasta 2060 vamos descubriendo una serie de progresos. Algunos son distópicos, otros los estamos viendo ya en el día de hoy. Cómo nos pueden repartir cualquier producto, en cualquier domicilio, a través de un dron. La instalación de micro cámaras, micrófonos escondidos en cualquier rincón de la casa. Cómo nos espían nuestras vidas, a dónde van todos nuestros datos, nuestras conversaciones, nuestras fotografías. La realidad virtual, el cambio climático... ¿La tecnología nos está alienando, deshumanizando, distanciándonos?

Yo creo que naturalmente sí. Independientemente de todos los beneficios, entre comillas, que puedan tener las redes sociales, como puede ser la visibilidad, que en cierto modo esto está genial, ¿no? Yo por ejemplo, cuando aún estaba en el armario, el ir viendo todos estos relatos LGTBI en redes me ayudó mucho, porque vi que no era la única. Pero me parece que son casos muy reducidos en los que te ayudan. Porque bajo esta falsa premisa de conexión o de comunicación, no sé, se cometen otros terrorismos y a mí personalmente Internet me da muchísima ansiedad, no me gusta. Entonces yo creo que sí puede tener cosas buenas, obvio, pero las malas tienen más peso.

Hay una frase en el libro que me ha gustado. "También he sacado claro que lo único que queremos es vivir lo que nos queda de vida de la manera más digna posible". Tanto hablamos de una muerte digna, pero se habla poco de una vida digna, de disfrutar de nuestra existencia en esta realidad extenuante en la que vivimos.

Claro, sí, sí. Creo que es algo de lo que hay que ser muy conscientes, porque nos autoexplotamos muchísimo. Justo leí el libro este de Byung-Chul Han, 'La sociedad del cansancio', y cómo nos explotamos a nosotras mismas. Y entonces me parece muy importante decir: espérate, a ver qué quiero hacer. A qué decir no. A qué decir sí. Obvio, trabajar es necesario, al menos yo lo necesito, pero con unos límites, no esta autoexplotación que ahora ya como que viene a veces de nosotras misma. Creo que combatir contra ella es algo que debemos hacer, o si no nos apetece, bien, pero seamos conscientes de ella. Y yo creo que a esto me refería un poco con esto de de vivir una vida digna.

En esta realidad que va tan rápido, las generaciones más mayores se pierden en esta amalgama de tecnologías. Cuánta gente se está quedando atrás, también nosotros nos quedaremos atrás algún día.

Seguro, seguro que sí. Yo creo que ya todos los seres humanos estamos atrás. Creo recordar que es una idea que también está en el libro, la de que ya hemos llegado a un límite, que no somos capaces nosotros mismos de alcanzarnos a lo que hemos creado. Seguro que, cuando seamos mayores, viviremos como una especie de de asombro y extrañamiento constante. Y bueno, luego también hay generaciones más mayores que nosotras que están súper adictas a las redes sociales y a todo.

Hay otra cosa que también nos ha llamado la atención. Hace un par de meses entrevistamos a Eva Cruz, que es una compañera de trabajo que ha publicado su primera novela, 'Veinte años de Sol', donde también juega con el paso del tiempo, con la memoria. Y una de las cosas que aborda también, en un futuro distópico, es el poder implantarse un chip en el cerebro que te elimina los recuerdos dolorosos. Algo parecido vemos en tu en tu libro: año 2030, nace el regulador, que después se populariza en 2040. Las primeras operaciones quirúrgicas tecnobiológicas para manipular con termoreceptores el hipotálamo del cerebro. ¿Por qué esta coincidencia en esto del chip? ¿Tú te borrarías recuerdos?

Claro, claro, me lo he planteado. Y qué interesante esta coincidencia también. Creo que yo no me eliminaría recuerdos. Por un lado, creo que ahora también está esta obsesión con estar siempre feliz, esta cosa de la felicidad. Y oye, está bien estar triste, ¿no? Aunque piense que no de todo se aprende. Hay veces que no sacas ninguna lección del dolor y que simplemente sufre, te quedas peor y no te conviertes en una mejor persona. Y aunque eso sea cierto, lo malo sí que te conforma de alguna manera cómo eres. La vida es tristeza y alegría.

"En el año 2030 el uso de lentes de realidad virtual era de lo más común". Se empezaron a grabar las obras de teatro o las películas de cine. Eso cambia las ciudades. Ya nadie va al cine, ya nadie va al teatro, todo el mundo lo consume en casa. ¿En el futuro cultural que temes, un disfrute individualista, en casa, y no colectivo?

Yo creo que sí, que vamos un poco hacia ahí. Yo voy muchísimo al teatro, intento ir cada semana y y es verdad que muchas veces las salas están vacías. Y lo mismo pasa con las salas de cine. Precisamente Jonás Trueba, mi editor, estrena este viernes su nueva película y lo va a hacer en un cine en cada ciudad. Es un poco una llamada a volver a las salas de cine. Estaba hablando bastante con él sobre esto de que ya nadie va al cine y la experiencia es, desde luego, diferente. Tenemos que ir al cine y al teatro, aunque podían bajar un poco los precios.

Portada de 'Gente que ríe'

Portada de 'Gente que ríe' / Caballo de Troya

¿A ti la escritura te cura? Porque eso aparece en el libro

Pues la verdad es que sí. Yo creo que es muy importante disfrutar un poco del proceso. Hay muchas escritoras y escritores que dicen que lo pasan muy mal escribiendo, que sufren mucho. Sea lo que sea lo que escriben. Yo no comparto esto. A veces releo cosas que son absolutos truños, pero siempre me lo he pasado bien. El otro día vino Camila Sosa y decía lo mismo, que siempre se lo pasa genial escribiendo y que da igual que no escribas en tres meses, en un año. Quizás esto me permita también disfrutarlo más que quizás si tuviese que hacerlo cada día, porque bajo presión no funciono. Pero sí sé que me cura, me ha curado de muchos dolores y es una manera también de sacarlo.

Decía Camila Sosa que lo que le gustaba de la escritura es que escribir es un acto que se realiza en soledad y que ella disfrutaba mucho de su soledad porque era una persona muy introvertida o muy misántropa. Y también en 'Gente que ríe' hay una reflexión sobre el miedo a la soledad y miedo a olvidar, con el paso del tiempo, quiénes somos, esos adultos que se olvidan del niño que fueron. El paso y el peso del tiempo. ¿Qué relación tienes tú con la soledad y, siendo tan joven, ya te preocupa el paso y el peso del tiempo?

Sí, yo creo que me ha preocupado desde que tenía siete años. A mí me gusta mucho estar sola, me encanta. Pero me da miedo la soledad. No sé si fue en un Deforme Semanal donde escuché que en Inglaterra existía el Ministerio de la Soledad. Es que es una epidemia. Es terrible. Hay que luchar contra ella y crear vínculos. Y sí, obvio, tengo un miedo muy grande a la soledad, aunque tenga mil amigas.

¿Cómo te ha influido a ti el cine a la hora de escribir?

Siempre he visto mucho cine y. Y empecé a leer relativamente tarde. Mucha gente dice que la literatura les ha acompañado desde que eran pequeños, pero yo no empecé a aficionarme verdaderamente por la literatura hasta los 16, más o menos. Antes veía mucho cine. Mi padre es muy cinéfilo, mi abuela también lo era y ha sido mi educación. He mamado mucho de ese lenguaje y me ha acompañado siempre.

Hay pasajes del libro que nos recuerdan un montón a 'La virgen de agosto', película de Jonás Trueba, por cómo el personaje, en soledad, se va redescubriendo a sí misma en función de quién hable de ella. Lo mismo pasa con Berta en 'Gente que ríe', siempre hablan otros por ella.

Intentamos que todo el mundo tenga la misma visión de nosotras mismas. Y esto es imposible. Además, ¿quiénes somos? Este yo fragmentado, que existe en el libro, es un poco una obsesión también de que no todo el mundo te va a ver como tú quieres, y es verdad que hay ecos de 'La virgen de agosto', por esta manera de construir relaciones. Las relaciones humanas son otra de mis obsesiones. Para bien y para mal, cómo se crean, cómo te configuran, como se rompen... Y 'La virgen de agosto' es un poco esto también.