A vivir que son dos díasPíldoras
Sociedad | Actualidad

Lo normal

"Lo normal no es volcar la responsabilidad en ella, sino en quien considera que le divierte o le entretiene pinchar a otra persona en una fiesta: en aquello que le mueve"

La píldora de Elena Medel | Lo normal

Madrid

Lo normal cuando una chica sale por la noche es que reciba un pinchazo. Yendo a la barra o al baño, mientras descansa, y entonces la aguja rompe la piel y entra en la carne. Lo normal es actuar según considera alguien que te juzga desde su sofá: obedecer a los gráficos con indicaciones —hospital, denuncia— que el algoritmo te mostró. Lo normal es colocarte algodón y esparadrapo igual que en el ambulatorio, y transformarlo en anécdota: una chica cuenta «yo anoche me encontré con tu prima», otra responde «pues a mí anoche me pincharon». Lo normal es —ahora sí— la sorpresa que provoca eso que al no esperar te desconcierta, y luego el miedo: qué ha sucedido, quién lo ha provocado, qué ocurrirá después.

Algo normal es algo «que se halla en su estado natural», algo «que sirve de norma o de regla», también «habitual u ordinario». Cito según el diccionario académico: las quejas, a Santiago Muñoz Machado, a la comisión pertinente y al Instituto de Lexicografía. Un caso ya bastaría para preocuparnos: una sola chica recibiendo un pinchazo. Lo normal no es volcar la responsabilidad en ella, sino en quien considera que le divierte o le entretiene pinchar a otra persona en una fiesta: en aquello que le mueve. Lo normal no es que alguien salga por la noche con una jeringuilla o una aguja para gastar la broma porque lo ha visto por la tele. Lo normal no es banalizar lo que ocurre, insistiendo en que un único caso responde a sumisión química y ninguno ha terminado en abuso o violación. Tampoco es lo normal ocultar que algo sucede, esconderlo debajo de la alfombra y confiar en que se extinga por sí mismo. Nada de esto se halla en su estado natural, ni sirve de regla, pero por desgracia el foco desplazado, la revictimización o el empeño en disolver asuntos que importan en esa etiqueta tan despreciativa de «cosas de mujeres» sí se trata de algo habitual; de algo ordinario por común, normal cuando no toca.