La máscara griega
"Una mezcla de culturas y religiones, donde se hablarían media docena de lenguas y se adorarían una infinidad de dioses, donde se comerciaba con bienes de la India, de China, de Grecia y de Siria, donde se encontraban filósofos griegos, nómadas de las estepas asiáticas y misioneros indios. Un lugar abierto al mundo"
Lo que cuenta un objeto | La máscara griega
Madrid
El objeto del que os quiero hablar hoy es griego. No hay ninguna duda. Es, de hecho, el objeto griego clásico por antonomasia: una máscara de teatro. Aunque no es una máscara de teatro realmente, sino la representación de una máscara, tallada en piedra y que sirvió como boca de una fuente. Es el objeto griego por antonomasia porque el teatro es quizá la expresión cultural que mejor representa la Grecia antigua y una de las más duraderas. De hecho, el nombre que todavía hoy utilizamos en la mayoría de las lenguas para referirnos al teatro viene del griego: theatron. El teatro era el lugar de expresión de los ideales atenienses: la libertad y los valores cívicos.
Lo que hace interesante esta máscara de la que os estoy hablando, sin embargo, es otra cosa. Es que no apareció en Atenas ni Olimpia ni Tebas. Apareció en una ciudad griega, sí, pero a más de 5.000 kilómetros de Grecia. En Afganistán, junto a la frontera con Tayikistán. Una de las zonas, hoy, más inaccesibles y conflictivas del planeta.
¿Una ciudad griega en el norte de Afganistán? Por supuesto. Porque Alejandro Magno conquistó todo este territorio entre 329 y 327 a.C. y fundó numerosas ciudades a las que dio su nombre. La ciudad en la que apareció la máscara de teatro es Ai Janum, conocida en la antigüedad como Alejandría de Oxiana o del Oxus, por el río que pasa a su vera. A la muerte de Alejandro Magno fue parte del Imperio seléucida, un imperio helenístico que se extendió desde Anatolia a la India. Después de 250 a.C. lo fue del reino grecobactriano, gobernado por reyes de origen griego y religión budista.
En Ai Janum los arqueólogos franceses y soviéticos excavaron en los años 60 y 70 ágoras, templos, gimnasios y teatros como los de cualquier ciudad griega. Pero Ai Janum, la Alejandría del Oxus, fue más que una ciudad helénica. Fue una mezcla de culturas y religiones, donde se hablarían media docena de lenguas y se adorarían una infinidad de dioses, donde se comerciaba con bienes de la India, de China, de Grecia y de Siria, donde se encontraban filósofos griegos, nómadas de las estepas asiáticas y misioneros indios. Un lugar abierto al mundo, una encrucijada en la Ruta de la Seda.
El presente envenena la historia. Nos hace creer que todo ha sido siempre como hoy y todo será siempre así. Nos hace olvidar que el presente de Afganistán no es más que una anomalía. Una anomalía, de hecho, que traiciona todo lo que ha sido, durante milenios, esta zona del mundo.