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Ocio y cultura

Liliana Colanzi: "En momentos de crisis es cuando los proyectos políticos y sociales se ponen en marcha"

La escritora boliviana ha publicado Ustedes brillan en lo oscuro, un conjunto de relatos que ganó el Premio Ribera del Duero y que mezcla diversos géneros para hablar de las tensiones sociales del momento

Entrevista con Liliana Colanzi, la nueva voz de la literatura latinoamericana

Liliana Colanzi es una de las autoras latinoamericanas que está ampliando los horizontes de la literatura en español. Hija de una boliviana de la región amazónica del Beni y de un italiano, nació en Santa Cruz y ahora mismo da clases de literatura en la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. Fue en 2010, con 29 años, cuando irrumpió en la narrativa latinoamericana con Vacaciones permanentes, un conjunto de relatos que abordaba dos cuestiones que ahora mismo afectan a nuestro mundo: la diferencia de clase y la brecha generacional. Fue unos años más tarde, con Nuestro mundo muerto, publicado en 2016, con la que se convirtió en un referente de una nueva literatura, que viene de Latinoamérica, y en la que las mujeres llevan la voz cantante. Autoras de distintos países, como ocurrió con el boom, con temas actuales, como el género, la clase, los miedos, influenciadas no solo por el realismo mágico; sino también por la cultura pop, los videojuegos y el cine de terror.

A diferencia de otras autoras de su generación, para Liliana Colanzi el cuento es la base de todas las cosas. En ellos mezcla géneros, hace aparecer y desaparecer personajes. Hay escenas cotidianas de su Bolivia natal inmersas en un halo fantasmal, misterioso. Con todo ello ahonda en la brecha social y de género, algo que también hacen escritoras coetáneas que vienen de otros países latinoamericanos. Colanzi ha ganado esta temporada el Premio Ribera del Duero con su nuevo libro Ustedes brillan en lo oscuro, publicado por Páginas de Espuma. En él hay tragedias nucleares, hay superhéroes infantiles, hay cuevas misteriosas.

Te descubrimos hace unos años. Creo que tenías 29 cuando publicaste Vacaciones permanentes. Es un conjunto de relatos que la verdad es que nos dejó un poco impactadas, impactados a todos. No sobre la brecha generacional, sobre la brecha social. ¿Qué queda de ti o qué piensas que queda de ti de ese debut?

Ese fue un libro publicado por una editorial independiente aquí en España, Tropo, que hablaba de adolescentes perdidos en sus propias ciudades, de tensiones entre diferentes generaciones. De aquel libro solo me queda ese interés o esa fascinación por los personajes jóvenes, que es una constante en mis tres libros de cuentos. Sin embargo, me he movido hacia otros escenarios del fantástico, el horror y la ciencia ficción. Entonces vas a encontrar la verdad que espacios bien distintos, no? En mi libro anterior, por ejemplo, me fui hasta Marte, que era algo que no contemplaba en ese primer libro de cuentos realista.

Hay una una mirada fantasmal a eso que nos puede pasar, a tragedias que hemos visto. Nos pueden recordar algunas de las cosas que tú planteas, por ejemplo, Chernóbil...

A mí me impactó mucho el desastre de Chernóbil, así como el libro de Svetlana Alexiévich, Voces de Chernóbil. Ya en mi libro anterior exploro escenarios radiactivos y es un tema que volvió a hacerse presente en este libro. Porque además descubrí que al ladito de Bolivia, en Brasil, teníamos un accidente que fue devastador, pero que se conocía muy poco sobre él. Fue una amiga brasileña quien me habló del accidente de Goiânia de 1987. Averigüé de qué se trataba. Me sorprendieron mucho las características de este accidente, que son muy diferentes de las de Chernóbil. En Chernóbil hubo una fuga en una central nuclear. En cambio, el accidente llegó y Goiânia tiene que ver más con la manipulación de chatarra que provenía de equipos médicos que contenían una sustancia altamente radiactiva y tóxica y que es distribuida a los habitantes de de de esta ciudad. Hubo más de 200 afectados directamente por la radiación, cinco muertos e incluso niños que son víctimas y animales domésticos que tuvieron que ser sacrificados, aparte de la demolición de una parte importante de la de la ciudad.

Y luego está ese superhéroe infantil en el cuento...

Sí, por otro lado, también entró en mi radar el anuncio del gobierno boliviano de crear un reactor nuclear en Bolivia, en la ciudad del Alto. Y cómo había protestas respecto a este proyecto, al gobierno se le ocurrió empezar a sacar publicidades en YouTube, que tenían como protagonistas a un superhéroe infantil que se llama Atomito. Es un niño con una capa azul sonriente que te conduce por la central y que te explica lo que va a suceder en el reactor nuclear. Entonces, a mí, como escritora, me disparó mucho la imaginación ver este superhéroe infantil que está hablando de radiación. El contraste me parece un poquito tenebroso, un poquito siniestro, pero a la vez muy productivo para la imaginación.

Hay también en los relatos una reflexión sobre el tiempo. ¿Por qué te interesa indagar en eso?

Fue también una exploración literaria en mis otros cuentos. Yo había escrito a partir del punto de vista de personajes, de seres humanos, obviamente, y aquí en este libro quería intentar hacer algo diferente. Por eso el personaje es la cueva, no un ser humano, y eso me permite otras posibilidades de narrar que no tiene la perspectiva humana, como atravesar un espacio y un tiempo más extenso. De hecho, el cuento comienza con la última glaciación, que acabó hace 11.000 años, y termina en un escenario del futuro dentro de miles de miles de años. Es fácil imaginar un futuro cercano; sin embargo, no lo es tanto pensar cómo puede ser el mundo de aquí a mil años. Realmente requiere un un esfuerzo de la imaginación que a mí me resultaba muy atractivo.

¿Y que dice la cueva de nosotros? ¿cosas buenas o cosas malas?

Mira, lo bueno es que dice algo de nosotros, pero no lo dice todo. Los humanos somos una partecita muy pequeña de la historia, de todo lo que ocurre en esa cueva. Eso también era algo sobre lo que quería reflexionar. Escribimos mucho de nosotros, de los seres humanos, como si fuéramos el centro de todo lo que existe y en verdad no lo somos. La vida de este planeta es tan grande que realmente nuestro paso por él es insignificante. Lo que hace este cuento es mostrarnos unos breves capítulos de lo que pudo haber sido la historia de este planeta en diferentes momentos, con el sinfín de criaturas que pueden haber poblado la Tierra. El paso del ser humano es, sin duda, un capítulo, pero no el principal.

Es un libro que habla sobre la tecnología, donde se pregunta uno de los personajes qué va a quedar de este mundo dentro de 2000 años. ¿Qué te gustaría que quedase?

Yo espero que quedemos nosotros y que quede un mundo en el que las especies que nos rodean ahora todavía existan. Estamos en un momento de extinción masiva en el que muchas especies animales están desapareciendo. Me gustaría que pudiésemos frenar ese nivel de extinción masiva y preservar lo que tenemos que es hermoso. La pandemia fue un momento de mucha convulsión por la crisis sanitaria, pero también ha sido un momento de despertar político en muchos sentidos. Ha habido muchos avances impulsados por el feminismo, como la conquista del aborto en Argentina o el movimiento Black Lives Matter. Los momentos de crisis también son momentos en los que proyectos políticos y sociales se ponen en marcha y se convierten en proyectos de futuro. Quiero creer que que estos movimientos van a dar frutos en los próximos años y van a seguir impulsándonos en en direcciones más positivas.

Tu obra está atravesada por la política, por el feminismo, por la justicia social. ¿Es Ustedes brillan en lo oscuro un libro más político de lo que a priori pueda parecer?

Sí. De hecho, un cuento como Atomito, que es un cuento escrito en clave ciberpunk, está basado en las convulsiones políticas que estaba atravesando Bolivia cuando lo escribí. Escribí este cuento en 2020 y el año anterior habían ocurrido masacres en El Alto, en las que, a parte de asesinar a muchos ciudadanos del Alto, se los estigmatizaba como terroristas por protestar por la represión que estaban viviendo. La bandera indígena fue quemada en muchos lugares de Bolivia y había una protesta desde muchos grupos indígenas, que fueron reprimidos. Esas circunstancias están presentes, son como el sustrato, aunque luego muestre otakus, hologramas y elementos, digamos, de la estética del videojuego. Para mí, los géneros populares son una manera de explorar políticamente el presente.

Hay ahora mismo una generación de autoras de distintos países de América Latina que utilizáis relatos populares y otros géneros y narrativas. Mencionabas el videojuego, pero también está la influencia del cine de terror que da un realismo mágico menos masculino, ¿Por qué crees que se ha producido esto y qué valor le das a esta unión?

Hay una exploración de autoras contemporánea, sobre los géneros, en especial, yo diría en los últimos años sogre el horror, que es una manera de hablar de cuestiones sociales y políticas, que muchas veces han estado invisibilizadas. Pasa con la violencia hacia la mujer, que ha permanecido históricamente en el dominio de lo privado y que es una cuestión que no asoma lo público, y que de pronto encuentra en la literatura una vía de expresión. Eso lo exploran maravillosamente autoras como Marian Enríquez, María Fernanda Ampuero o Mónica Ojeda. Hay una grieta en el horror para hablar de aquello que está reprimido. En la sociedad aquello que está oculto y que de pronto se manifiesta en la figura del fantasma o de un monstruo, o de una casa embrujada. Se adoptan tropos que vienen de muy atrás, el gótico por ejemplo, que empezaron en otras tradiciones literarias, pero, de pronto, son resignificados al ser traídos a la realidad latinoamericana y al presente.

Has dicho en varias ocasiones que las escritoras durante mucho tiempo han sido silenciadas. ¿Están saliendo de ese silencio?

Hace unos días coincidíamos un grupo de escritoras y convinimos que no crecimos leyendo a autoras latinoamericanas de las décadas pasadas. El curriculum escolar y universitario era eminentemente masculino. Ha sido en los últimos años, con la labor de otras escritoras que han buscado las voces de las ancestras, con las críticas literarias y las editaras, cuando se ha hecho ese trabajo de rescate y de exhumación, que nos está dando a conocer a tantas voces maravillosas que fueron ignoradas. Se habla mucho del olvido, pero yo pienso que hay un sistema detrás de ese olvido. El olvido te remite a una acción espontánea de la que no tienes conciencia. Sin embargo, yo utilizaría la palabra borradura, porque hay un sistema que ha invisibilizado a las mujeres, que las ha mantenido fuera del circuito literario, de la crítica y que ha contribuido a que desaparecieran. Estamos un momento muy importante de recuperación de esas autoras que yo espero que que duren o que espero que no sea simplemente un momento una moda, sino que sea realmente una transformación del campo literario desde sus bases.

Sé que te lo pregunta todo el mundo, pero ¿Qué es para tí el cuento y qué te permite su estructura?

Para mí la respuesta es un verdadero enigma. No sé por qué me atrajo el cuento y, de hecho, es lo único que he publicado en toda mi vida. Hay un elemento opaco que tiene que ver con el por qué nos obsesionan las cosas que nos obsesionan. Por ejemplo, yo siempre tuve una atracción fatal con las películas de terror; sin embargo, me pones una comedia romántica y en cinco minutos estoy dormida. ¿Por qué? Para mí es un misterio. No sabemos por qué nos atraen las cosas que nos atraen. Algo similar me sucede con el cuento. No sé por qué mi escritura toma esa forma. Sí te puedo decir que me interesa las conexiones que hace el cuento con otros géneros y, de hecho, en La Cueva, por ejemplo, hay momentos en que esa escritura se acerca a la del ensayo. Un lector me dijo que había una partecita del cuento que parecía hasta como un artículo de divulgación sobre las estalactitas. Ese diálogo entre géneros me atrae.

¿Y es difícil que un libro de cuentos tenga una unidad temática tenga una cierta unidad temática? ¿Eso te obsesiona?

De hecho, sí. Para mí eso es importante. Cuando empiezo a escribir un cuento me voy ya planteando el libro. Solamente puedo intuir en un comienzo, pero no puedo todavía anticipar su forma. Pero ya hay cierta atmósfera en los primeros cuentos que permea lo que estoy escribiendo y que es el factor que cohesiona un libro y que me interesa perseguir. En este libro fue asomando el tema de la radiación, pero también la exploración de los lugares marginales, desde una cueva hasta un lugar olvidado en la selva, en el Amazonas, y una también en una ciudad como el Alto, que no han sido tan narrada en la literatura. Eran, digamos, factores de cohesión que a mí me hacían ir imaginando el libro.

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada...