El 'low cost', ¿qué precio tiene?

Madrid

Dicen que viene un otoño difícil y hemos hablado mucho aquí de la importancia de que, si se piden sacrificios, se pidan de forma justa. Cuando se habla de contención conviene recordar que los salarios han crecido dos puntos y los precios diez; que los agricultores ganan lo mismo, cuando no pierden, mientras la venta al público de la fruta o la verdura se encarece o conviene contrastar el rechazo de bancos y energéticas a un impuesto temporal con sus beneficios.

Todo eso lo hemos abordado ya pero, puestos a tratar la economía que saldrá de aquí, hagámonos alguna pregunta más. Hoy, como en los últimos lunes, se retoma la huelga de los tripulantes de cabina de Ryanair. Contamos los retrasos en los vuelos pero tenemos que seguir contando que lo que piden esos trabajadores es algo tan revolucionario como un convenio colectivo. La administración debe vigilar que se cumpla la ley, pero hay preguntas incómodas que son también para nosotros, los ciudadanos, que nos quejamos de que en nuestros barrios y pueblos cierren las tiendas de siempre aunque apenas compremos en ellas, que compartimos reivindicaciones legítimas pero asumimos que hay algunos precios por debajo de costes.

¿Los precios tan bajos de dónde salen? ¿Cuál es el coste real de las prendas a un euro, de los vuelos que son gangas exageradas? Esto va de precios pero no tiene que ver con la inflación: es otra cosa. Esto va de un modelo. Sabemos que la crisis climática no es un protocolo o una cumbre, que está relacionada también con nuestra manera de vivir, de la misma forma que nuestros termostatos se relacionan con la guerra de Ucrania: y nuestra manera de consumir, con la precariedad de muchos. No todas las respuestas están en los gobiernos. Algunas preguntas nos interpelan antes. Por ejemplo esta: el low cost, ¿a qué precio es?