El horno tannur
"Los refugiados tratan de rehacer su mundo también aquí, en estos espacios fuera del mundo. Y lo rehacen también, en la medida de sus posibilidades, materialmente. Porque los objetos permiten reconstruir los hábitos y las relaciones"
Lo que cuenta un objeto | El horno tannur
Madrid
Para los migrantes subsaharianos o los refugiados afganos, viajar es perderlo todo. Sabemos que es perder las relaciones sociales (con la familia, los amigos, los vecinos, el grupo), en unas sociedades donde las relaciones lo son todo. Es también perder las referencias culturales, todo lo que nos hace sentirnos seguros en el mundo. Y aunque no pensemos mucho en ello o quizá no nos parezca demasiado trágico, migrar es también perder cosas. Quedarse sin casa, ropa, objetos personales. Es perder las cosas que nos pertenecen, pero también las que nos rodean (las calles, los árboles, los caminos), las que forman parte de nuestra memoria (el colegio, la casa de nuestra infancia) y que son en cierta manera nuestras también. Las cosas son más que materia. Porque sostienen nuestras relaciones sociales y nuestra identidad cultural.
Cruzar el Mediterráneo como migrante sin papeles implica viajar con lo mínimo. En los campos de refugiados, los migrantes permanecen en ese estado de precariedad en el que han viajado. Sin relaciones, referencias ni cosas.
Pero los refugiados tratan de rehacer su mundo también aquí, en estos espacios fuera del mundo. Y lo rehacen también, en la medida de sus posibilidades, materialmente. Porque los objetos permiten reconstruir los hábitos y las relaciones. Un buen ejemplo de ello es el tannur o tabur. Se trata de un horno milenario. Los primeros ejemplares conocidos en el Próximo Oriente se datan en el neolítico. Todavía hoy siguen siendo un elemento imprescindible en la gastronomía de muchos países, como Afganistán.
En el campo de refugiados de Moria, Yannis Hamilakis arqueólogo y activista, ha documentado muchos tannur. A veces son simplemente una vasija incrustada en el suelo. Otras veces un hoyo forrado de ladrillos. En el tannur los habitantes del campo cuecen su pan tradicional y por vuelven a estar en casa. Los transporta allí el olor del pan cocido en el suelo y los gestos familiares para fabricarlo, el sabor de la masa recién cocida. El tannur es un mundo de sentidos recobrado. También es un objeto que crea relaciones sociales: mujeres y hombres se reúnen en torno al horno para echar una mano o para charlar.
No nos damos cuenta de lo importante que son las cosas hasta que las perdemos. Y entonces hacemos todo lo posible por recobrarlas. No por las cosas en sí, sino por las personas, el afecto y la memoria.