Cada día desde que entró en vigor la excepción ibérica -cada día-, el PP ha puesto un tuit -el mismo tuit-. Es un datáfono y una tarjeta de crédito con la bandera de España. Y pone lo que, en teoría, pagamos a los franceses por la excepción ibérica. En este tuit lo llaman el timo ibérico. Una mañana le preguntamos al experto en energía Jorge Morales, que nos explicó que sí, que los españoles pagan una compensación a las centrales de gas, pero también la pagan los franceses. Incluso pagan más. La excepción ibérica no es perfecta: no ha evitado que suba la luz. De hecho, hoy vuelve a dispararse. Y hay que compensar el gas, lo que encarece la factura. El precio hoy es de 460 euros el megavatio. Pero sin el tope superaría los 520. Y hoy el promedio en Alemania rondará los 600. En Francia, los 750. Así que en Europa empieza a hablarse de eso que, tuit a tuit, aquí algunos han llamado el timo ibérico. ¿Hablarán de timo europeo si resulta que, por alguna de aquellas, la excepción se convirtiera en norma? Ahí tienen a la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, del Partido Popular europeo, atreviéndose con la palabra tabú: intervención. Está pasando muchas cosas en muy poco tiempo: Europa se plantea topar los precios. Hace poco, Francia nacionalizó su mayor compañía eléctrica, de la que ya tenía la mayoría. Han tenido que venir una guerra y una crisis, y el temor a que la inflación prenda las protestas, y a que Putin juegue con el frío de los europeos, para que dejara de valer el argumento de que los precios eran cosa del sistema y el sistema no se toca cuando, en verdad, al sistema lo miden las instituciones. El sistema es algo concreto, como el mercado, compuesto por empresas con intereses legítimos pero a veces desconocidos. Hace poco estuvo aquí el periodista económico Javier Blas, que ha investigado en qué poquitas manos están las materias primas que encarecen el mundo. Puede parecer que Europa se atreve con los mitos intocables del capitalismo. Aunque, en realidad, se trata de algo tan revolucionario como pensar los límites. Nadie cuestiona el libre mercado ni habla de intervenirlo todo, sino de limitar y gravar. Lo que, en un giro del destino que nunca esperó, viene a darle la razón a aquel que, con toda la soberbia, dijo que la respuesta era el mercado. Pues por lo visto, sí: la frase no ha envejecido, aunque fuera por todo lo contrario. Desde luego que era el mercado, amigo.