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Festival de Venecia | Adam Driver se divierte ante el apocalipsis de la familia burguesa en 'White noise'

Noah Baumbach ha inaugurado el Festival de Venecia con su adaptación de la novela de Don DeLillo para Netflix

WHITE NOISE - (L-R) Greta Gerwig (Babette), May Nivola (Steffie), Adam Driver (Jack), Samuel Nivola (Heinrich) and Raffey Cassidy (Denise). Cr: Wilson Webb/NETFLIX © 2022 / WILSON WEBB/NETFLIX © 2022

Venecia

Podría decirse que el miedo a la muerte es el motor de muchas cosas. De las fobias y angustias del ser humano, de un sinfín de enfermedades psíquicas que han hecho ricos a psicólogos de todo el mundo, del surgimiento de las religiones y también de grandes novelas y películas. Woody Allen convirtió en cómico el miedo a la muerte en sus primeras películas y eso es lo que hace uno de sus discípulos, el también neoyorquino Noah Baumbauch en White noise, la adaptación de Don Delillo con la que ha inaugurado la edición número 79 del Festival de Venecia.

El humor estaba también en la propia novela, Ruido blanco, que Delillo, uno de los grandes escritores americanos contemporáneos, firmó en 1985. Jugaba el autor con lo inquietante, con lo apocalíptico, con el drama y con la crítica a la familia burguesa a la que ridiculizaba. Baumbach trata de seguir su ejemplo juntando esos tres elementos, pero sin lograr el control total de ellos. La película es una correcta adaptación, pero no encuentra del todo el tono.

Como su maestro, Woody Allen, al menos en sus primeros trabajos, como Frances Ha, Historias de familia o Los Meyerowitz: la familia no se elige, Baumbach sabe diseccionar con ironía las angustias, miedos y traumas de las parejas heterosexuales, blancas y burguesas de América. Celos, el fin del amor, el sexo, la infidelidad, los hijos, las familias no convencionales, los divorcios y la intelectualidad. Todo está en esta adaptación que protagonizan Adam Driver y Greta Gerwig. Lo cierto es que, por un lado, el libro de Don Delillo le ha permitido al director ampliar sus horizontes, incluyendo el cine de catástrofes, sin perder la intimidad de sus personajes, las dinámicas de una pareja y el humor. La película brilla cuando parodia a la familia intelectual, en desayunos donde los niños se preguntan qué país tiene mayor longitud, si Chile o Bolivia. O con la escena de los créditos finales, acompañada de la canción original compuesta por LCD Soundsystem.

Adam Driver derrocha carisma como un profesor universitario, con gafas tornasoladas y chaqueta de pana, creador de la cátedra sobre Hitler, obsesionado con el personaje y con aprender alemán a escondidas de sus colegas. Es hilarante la escena en la que Diver compara junto a Don Cheadler la figura de Hitler y de Elvis. Una mordaz crítica a la creación de ídolos y mitos cuando el miedo se cierne sobre las masas. Greta Gerwig, algo desencajada en la película. Es la madre de una familia numerosa pero donda cada hijo es de una madre. Angustiada por el miedo a la muerte anda en asuntos turbios que el resto de la familia ni sospecha. Y todo ocurre cuando un accidente de tren vierte en la atmósfera de la ciudad en la que viven una nube de humo tóxica.

White Noise es una versión de mofa de La guerra de los mundos, la versión de Spielberg. Es decir, Adam Driver es a Tom Cruise como ese aspirante que quiere imitar a las inlfuencer, pero se queda en parodia. Un padre que se cae cuando corre en plena evacuación por la nube tóxica. Que estampa el coche en el río y que se hace el héroe reptando para coger el oso de peluche de su hijo pequeño. Un cuadro.

La película crece en esos momentos en los que se ríe del cine de catástrofes, de cómo Hollywood ha condicionado a la clase media americana en el miedo y en la gestión de una catástrofe. También en las escenas del supermercado, donde el temor a la muerte se combate comprando. Si en Historia de un matrimonio, anterior trabajo del director con el que también compitió por el León de Oro, hablaba del negocio en torno a los divorcios, en Ruido blanco, la crítica al capitalismo es por ese consumismo que surge incluso cuando el mundo se acaba, cuando llega la muerte. Y luego está la fe o la religión, con esa monja alemana que interpreta la actriz Barbara Sukowa.

En un país donde la gente lleva armas para defenderse, donde todo es miedo y pánico a un enemigo exterior o interior, como define Chomksy. Donde cualquiera, presa del pánico, se deja llevar por gurús o por presidentes alocados, la historia de Don Delillo, que ya tiene 37 años, sigue siendo actual. Es más, Don Delillo no deja de retratar una y otra vez la historia del capitalimos americano. Y más después de haber vivido una pandemia como la del COVID. La nube tóxica, el encierro, el miedo y la sensación de fin de época conectan con el momento actual que vivimos en 2020 y también la sensación postraumática una vez acabó el confinamiento. La película se esfuerza en mostrar la conexión con la actualidad, con los negacionistas, con el miedo, con la histeria y el individualismo y con esa sensación de que algo ha cambiado y ya nada es ni será como antes, auque la unidad familiar se mantenga. La familia como unidad de desinformación, dice el personaje de Don Cheadler en la película.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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