Venecia 2022 | 'Argentina 1985', la película sobre la memoria histórica que necesita España
Ricardo Darín protagoniza esta superproducción de Amazon en la que se cuentan los juicios contra la dictadura de Videla y que dirige Santiago Mitre
Venecia
Lo que ha hecho el cine argentino con Argentina 1985, la producción más ambiciosa de la historia de su cinematografía, da mucha envidia desde España. No por cuestiones de financiación, dinero o de producción cinematográfica, que también; sino porque la democracia, la memoria y la justicia sí ganaron el relato y han podido contarlo en una película emotiva, vibrante, que cuenta con el gran actor de aquel país, Ricardo Darín, y compite por el León de Oro nada menos que en el Festival de Cine de Venecia.
La envidia y respeto porque la película cuenta, sin excusas, sin medias tintas, dejando claro quién dio el golpe de Estado y quién torturó, sin justificaciones, la historia reciente de su país, un momento duro y triste, pero también un momento fundacional de la democracia actual. Por eso, la envidia y el respeto no es solo por la película, es también porque lograron llevar a juicio a su dictador, Jorge Videla, y a los militares que construyeron el genocidio argentina. A diferencia de España, donde la transición no enjuició a uno solo de los miembros de la dictadura y donde las víctimas siguen en cunetas.
Santiago Mitre ha sido el encargado de levantar sin solemnidad pero con responsabilidad y, lo más importante, con mucho humor, la producción más ambiciosa de la historia del cine argentino, que ha contado con la producción de la productora de Ricardo y Chino Darín, con el productor Axel Kuschevatzky y con Victoria Alonso, una de las jefas de Marvel en Estados Unidos, y con el dinero de Amazon Prime Video. La plataforma, que en España produce series como El Cid, ha financiado en Argentina este proyecto, rodado durante la pandemia y que ha recibido aplausos de la prensa en su puesta de largo en la Mostra.
Aplausos merecidos, ya que Mitre se vale de una estructura clásica del cine de juicios y tribunales para crear una película redonda y llena de apuntes interesantes. El esquema es fácil y conocido, funciona y no necesita más. Tenemos a un héroe anónimo, el fiscal que interpreta Darín, a un grupo de jóvenes con ganas de cambiar el mundo, y unos villanos que frenan la investigación. Hay drama, con los tremendos testimonios de las víctimas de la dictadura. Mujeres violadas, hombres torturados, las madres de la Plaza de Mayo, supervivientes... La película juega con la emoción de sus relatos, los de la gente común que sufrió la violencia y el terrorismo de Estado. No lo digo yo, lo señalan los diálogos escritos por Mariano Linás (director de La Flor) y por el propio Mitre que demuestran que en esta película no hay miedo a llamar a las cosas por su nombre.
Hay, además, brillantes interpretaciones, empezando por la de Ricardo Darín, perfecto como el fiscal Julio Strassera, el hombre que consiguió las pruebas contra los jerarcas. O la del joven Peter Lanzani, que interpreta al ayudante de la fiscalía, Julio Moreno Occampo, y al que vimos en otra película sobre la dictadura, El clan. Esta pareja de letrados llevan el peso de una película que hace ameno el lenguaje judicial, que se centra en el trabajo procesal, pero sobre todo en mostrar la fragilidad de las democracias y los enemigos que encuentran. "Es una historia que refleja lo que para mi gusto fue uno de los juicios más importantes de la historia de Argentina y que sirvió como ejemplo para el resto del mundo, un hecho del pasado reciente que tiene resonancias con la actualidad y que básicamente está mirando haca adelante, a las generaciones nuevas", decía Ricardo Darín.
Argentina 1985 es una película sobre la democracia. No habla de la dictadura, ni siquiera del proceso en sí par enjuiciarla. Esa es, más bien, la excusa para desarrollar un tratado sobre para qué sirve la justicia, para qué necesitamos memoria histórica y reparación. Temas de los que cuesta hablar en España y en el cine español. Decía Almodóvar, hace justo un año, aquí en Venecia, presentando Madres paralelas, que había querido incluir una frase sobre una barbaridad de Rajoy sobre las víctimas del franquismo para que quedara sepultado en el tiempo y el espacio cinematográfico. Mitre esculpe en un thriller judicial, divertido y con vocación popular, un tratado político y humano. Deja ahí grabada la prepotencia de los militares, de sus abogados y de aquellos que los defendieron.
"En el 85 había mucha gente que sabía mucho y mucha gente que no quería saber", decía Mitre que expone cómo los medios de comunicación fueron cambiando el relato sobre ese juicio de las Juntas Militares, contras quienes gobernaron en Argentina entre 1976 y 1983. Ante la emoción de lo que relataban las víctimas, las radios, los periódicos y las televisiones de todo el país no tuvieron otra que contar aquello. Eso hizo que la clase media, que había apoyado al país y creído el relato del miedo al comunismo y al complot, acabara entendido lo ocurrido, una vulneración sistematizada de los derechos humanos.
Son los imaginarios colectivos los que establecen quiénes son los buenos y quiénes los malos, en esa dialéctica perversa que viene desde los cuentos tradicionales y que el cine de Hollywood ha mantenido y perpetuado. Como dice el profesor Gonzalo Abril, narrar historias sirve a la vez para entretener y dar sentido a la experiencia personal y colectiva. De ahí, que la definición de quién representa el bien y quién el mal marca la ideología de una comunidad, de un país, porque implica a quién damos derechos y a quién no.
Mitre sabe que el relato es sumamente importante. Y así lo deja claro en varias escenas del filme. También lo aprendieron aquellos hombres y mujeres, que pertenecían a una nueva generación, que querían construir las bases de un futuro mejor.
Había pasado solo un año desde el fin de la dictadura. Las amenazas al fiscal, a las víctimas y al propio presidente Alfonsín eran una constante. La violencia y la extorsión no pararon en democracia. Precisamente, la película se ha presentado un par de días después del intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner, la expresidenta del país. La noticia pilló al equipo de la película aterrizando en Venecia. "Es un hecho horrible que no pensamos nunca que podía suceder", decía el director al inicio de la rueda de prensa. "Si hay algo que nosotros creíamos que el juicio del 85 había saldado para siempre es la violencia como posibilidad de resolver conflictos políticos, es algo que repudiamos enérgicamente. Creíamos que ese 'nunca más' que planteó el fiscal Strassera había sido para siempre y vemos que todavía la violencia sigue existiendo", añadía Santiago Mitre, cuyo cine nunca ha abandonado el tono político, incómodo y reflexivo.
Mitre ya nos habló de complejidad de la política latinoamericana en La cordillera, película con la que estuvo en Cannes y donde puso a Darín a hacer de presidente de Argentina en una cumbre de presidentes. También en El estudiante, donde nos contaba cómo un joven universitario acaba empezando en la militancia. En Argentina 1985 incluye el humor, un elemento importantísimo para la película. En ella abundan las escenas donde el humor quita drama y tensión a una historia de por sí dura y compleja. El humor que produce el choque generacional, el humor para poner en su sitio a los fachos y recontrafachos. El humor para hacer una nueva representación. Decía Deleuze -filósofo francés que dedicó varios tratados a la imagen en movimiento- que el cine es una crítica a la representación y, por eso, es capaz de producir una nueva imagen del pensamiento. El problema, añadía Deleuze, aparece cuando el cine como industria está al servicio de la violencia de lo representado. Por suerte, Argentina 1985 está en el lado bueno de la historia.