Venecia 2022 | Olivia Wilde y Harry Styles firman una distopía feminista que alerta contra los falsos aliados
'No te preocupes querida' se ha convertido en la película con más cotilleos del Festival de Venecia con Harry Styles en El Lido y Florence Pugh ausente en la rueda de prensa
Venecia
Todo lo que se diga sobre No te preocupes querida, la nueva película de Olivia Wilde como directora, presentada fuera de concurso en la sección oficial de Venecia, va a estar marcado por las polémcias que, desde hace unas semanas, acompañan a la producción. La salida de Shia LaBeouf, motivadas según la directora, por evitar una ambiente inseguro en el set de rodaje, y su sustitución por Harry Styles, pareja de la realizadora. Los vídeos filtrados por el actor desmintiéndolo. Y la espantada de la actriz protagonista, Florence Pugh que ha llegado a Venecia solo para hacer alfombra roja y no entrevistas, ni la rueda de prensa, tras todos los rumores de bronca entre directora y actriz.
"Florence es una fuerza de la naturaleza, está fantástica en la película. Estamos agradecidos de que pueda estar esta noche. Sobre las tonterías y chismes de los tabloides que alimenta Internet. No voy a contribuir a eso", respondía Olivia Wilde en la rueda de prensa, una de las más numerosas y ruidosas del certamen. Lo cierto es que la excusa expuesta por Florence Pugh es que no llegaba a tiempo del rodaje de Dune, en Estados Unidos. Para la alfombra roja sí llegó.
Contada la polémica, y con las fans de Harry Styles ya tranquilas por haber visto a su ídolo desfilar por la alfombra roja, hablemos de la película. No te preocupes querida es una estupenda distopía feminista. Una película que usa el género, como hace el mismo Jordan Peele, para mostrarnos el sometimiento de las mujeres en esta sociedad, a pesar del Me Too y a pesar de todos los cambios que pensemos que hayan ocurrido. Lo hace a través de la historia de una pareja de recién casados, Florence Pugh y Harry Syles, que llegan a vivir a un nuevo lugar. Un pueblo tan perfecto como prefabricado y ubicado en mitad del desierto, en mitad de la nada, pero con todo lo que necesita una familia media americana. Centros comerciales, gimnasios, casas con jardín para que jueguen los niños y un lugar de trabajo para ellos donde hacen cosas importantes o, al menos, lo parece.
"Habla mucho de las mujeres de esa generación pero también de las de ahora, sobre todo en términos de autonomía de su propio cuerpo, era una de las grandes motivaciones para contar esta historia", explicaba Wilde. La directora se recrea en un par de ideas visuales que mantiene a lo largo de la película. El cristal que asfixia a la protagonista en varias ocasiones, los espejos que muestran a Pugh desde distintos ángulos, o movimientos de cámara frenéticos.
Es como si no hubiéramos salido de esa American Way of Life de los sesenta. Toda la ambientación nos lleva a esa época. Los vestidos en tonos pastel, las tartas gigantescas, el asado de los domingos y las amas de casa perfectas. Un mundo embellecido que son todas esas casas en las afueras, alejadas del ruido, donde no se ve nada que no sea normativo. Todo es perfecto, pero como bien explicaba Lynch en su Terciopelo azul, detrás de los jardines luminosos de las casas adosadas con familias perfectas, se esconde un mundo perverso. Wilde no nos lleva a los infiernos de bares oscuros, de carreteras perdidas como hacía el director de Twin Peaks; sino que descubre que detrás de esa aparente perfección se esconden mujeres rotas y alienadas.
En el retrato de esa nueva sociedad, donde todos rinden pleitesía al amo y creador Chris Pine, la película recuerda a esas mujeres perfectas que nunca preguntan, solo guardan la casa. Pero, de repente, algo no funciona, algunas mujeres empiezan a ver las costuras a ese mundo, a pensar que no es justo y a intentar poner algo de coherencia. Pero cuando una mujer, en este caso la heroína de la película, Florence Pugh, se levanta contra las cosas que le oprimen, el sistema la hace pasar por loca. Gaslighting se llama. Y eso está en el fondo de esta historia de amor y de sexo. "En la película el caos es destructivo y el control, demasiado bonito y perfecto, lo que obviamente viene de una filosofía fascista desde hace mucho tiempo. La película sugiere que controlar a la gente nunca da resultado. Controlar a la gente nunca es buena idea", decía Wilde.
La reivindicación feminista está desde principio a fin sin necesidad de ser tan cruel y apocalíptica como El cuento de la criada, usando la música, el color y los mitos de la sociedad de consumo para elaborar su crítica. "Hay mucha imaginería fascista y referencias, y es porque estamos tratando de hablar del poder y del abuso de poder". La metáfora no es fina. El patriarcado ha engañado, secuestrado y arrinconado a las mujeres hasta quitarles su voluntad. Ni trabajo fuera de casa, ni autonomía, ni nada que ponga en peligro la virilidad del hombre de la casa. Puedes ser un poquito feminista, pero que el feminismo no vaya a dejarme sin la cena.
No nos engañemos, No te preocupes querida no disecciona al señor machista con palillo. Disecciona al hombre progre al que tampoco le hace tanta gracia en el fondo que su pareja cobre más que él o tener que cogerse la baja de paternidad. Ese es el personaje de Harry Styles, que está bastante digno en su primer papel cinematográfico. "Hacer música es algo muy personal y hay aspectos de la actuación en los que te basas en la experiencia, pero en su mayor parte pretendes interpretar a otra persona. Eso es lo que me parece más divertido. Lo que me gusta de la actuación es que siento que no tengo idea de lo que estoy haciendo", decía tímidamente en la rueda de prensa, en la que Styles y Wilde se han sentado cada uno en una punta.
La estrella musical derrocha carisma y muestra sus dotes de baile en este filme, donde la verdadera estrella es Florece Pugh. El villano es Chris Pine, una especie de nuevo líder político, que tiene a todos sometidos. Un tipo que usa el lenguaje populista para tener bajo control a todos sus conciudadanos, una especie de Trump con clase.
La película es un aviso a navegantes, como lo era la novela de Margaret Atwood. Todos los avances de la sociedad en cuestión de igualdad de género pueden desaparecer. Los pasos hacía atrás existen, sobre todo en un año electoral, donde los republicanos estadounidenses están cobrando fuerzo. Algo que preocupa a la directora, como explicaba en la rueda de prensa.
En Súper empollonas, la directora rompía con esos roles de las películas americanas sobre adolescentes y el instituto. Las animadoras, los capitanes del equipo. Los guapos con las guapas, los hombres con las mujeres y América First. Ahora explica cómo las mujeres han sido sometidas durante años y explica que la nostalgia es peligrosa. La elección de esa época aporta un tono estético a la película lleno de colores cálidos, de casas estilosas y de una escenografía resultona y, además, la idea de que volver atrás es siempre malo para las mujeres.
"La idea de esta película es desafortunadamente oportuna pero también es algo que ha ocurrido siempre a lo largo de la historia. No conozco una época en la que no sea relevante luchar contra el control de los cuerpos, por eso hay que continuar la conversación. Espero que provoque un debate y la gente cuestione el sistema, aunque es una película hecha desde el entretenimiento. El film es intencionadamente provocador, siempre he creído en la disrupción como una herramienta necesaria en la sociedad", decía la directora y actriz que se ha inspirado en experiencias reales, como El proyecto Manhattan.
Un proyecto para el que el gobierno estadounidense creó casi ciudades enteras -aisladas e incomunicadas- para alojar a los trabajadores que estaban desarrollando las primeras armas nucleares. Y de ahí sale una idea central del filme: las mujeres de los ingenieros no pueden preguntar ni saber nada. Solo hacer la comida, el asado y darles hijos. La historia de generaciones y generaciones de mujeres.