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Ni vacaciones ni derecho a estar enferma: el lado más oscuro de las empleadas del hogar

Soraya lleva 20 años trabajando en casas ajenas. Nunca le ha faltado empleo. Solo en una ocasión se quedó sin él: "Me despidieron porque pregunté por mis vacaciones y me dijeron que aquí no hay vacaciones". Se fue. Buscaron a otra. Muchas se quedan

Ni vacaciones ni derecho a estar enferma: el lado más oscuro de las empleadas del hogar

Madrid

Soraya tiene el grado superior de Educación Infantil y sueña con ejercerlo pero su realidad se alimenta de casas con salones de 70 metros cuadrados y 3 plantas que limpiar. A lo que hay que sumar un jardín con piscina y mucha, mucha plata que abrillantar. Eso sí, todo a oscuras; sin que se note "mucha gente no te ve como una trabajadora. Te ven como la chica de casa, la chacha o la que limpia. Tú ven a esta hora, deja la llave y ya" apunta Gloria que dejó a su hijo con 9 años en Colombia y ha pasado su vida "teleamándolo", casi siempre a través de una pantalla.

Hoy ya es abuela "he estado interna, externa, por horas... jornadas partidas. Al principio se vive en una habitación. Luego tratas de tener más independencia y tener un piso a nombre tuyo. Yo ahora he aprendido a no ser tan esclava del trabajo para poder...vivir". 20 años le ha costado a Gloria aprenderlo "pero qué mal lo hice. Yo nunca he tenido vacaciones ni pagas extras ni nada. Todas trabajamos por lo que nos quieran pagar. No exigimos un salario digno".

El eslabón más débil de la cadena

Las condiciones son especialmente duras para las trabajadoras internas. Lieneska sueña con no tener que volver a hacerlo pero hasta hace 3 días trabajaba como 22 de las 24 horas del día en una casa muy grande cuyos dueños -un alto cargo y la dueña de una cadena de hoteles, según nos cuenta- tienen dos bebés a los que también debía atender. 900 euros al mes sin extras, ni vacaciones -jamás le hablaron de eso, dice-. Tampoco tenía derecho a enfermar por lo visto: "El estrés era tan bárbaro que enfermé durante una semana. Tenia fiebre pero tenía que trabajar igual. Nunca me faltaron los medicamentos. La señora me los llevaba, pero tenía que trabajar". En Venezuela, su país natal, Lieneska es técnico superior en informática.

Estrella dejó Nicaragua porque no quería adoctrinar a los niños de Primaria a los que impartía clase tal y como la obligaba el gobierno de su país. Aquí, la puerta casi siempre abierta para gente sin recursos ni papeles, es la de los cuidados a mayores durante casi todas las horas que marca el reloj. En este caso con solo 120 minutos libres al día, que casi siempre mermaban. A Estrella le daban las 11 de la noche recogiendo todavía la cocina y luego estaban las madrugadas: "Por la noche había que levantarse, hacer cambio de pañal. Solo si tenía suerte dormía". Pasara lo que pasara a las 7 había que levantarse y así durante 5 años "para una persona interna no hay descanso. Nunca me fui a acostar un ratito ni siquiera cuando estaba enferma. Muchas de mis compañeras tienen depresiones y transtornos debido al encierro".

Estrella acaba de dejar su último trabajo porque se cayó por la escalera, tuvo que ir a hacerse radiografías y sus empleadores le restaron un día de su fin de semana por el tiempo que empleó en averiguar si se había roto algo. Fue la gota que colmó esa amplia paciencia. Todo lo vivido hace que Estrella, como sus compañeras, desconfíe del decreto que se acaba de aprobar: "Para mí siempre va a haber un lado oscuro porque una parte de estas personas que nos contratan no las controla nadie. No las controlan".

Final feliz

Como Estrella no deja de estudiar su último título en atención sociosanitaria le ha permitido entrar a trabajar en una residencia: "Es otra vida. Trabajas ocho horas bien trabajadas pero al final llegas a casa y descansas. Ni me lo puedo creer. Con eso te lo digo todo: me parece increíble".

Los datos

Oficialmente hay 380.000 empleadas de hogar en España. La EPA eleva esa cifra por encima del medio millón... (lo que nos deja casi 200.000 mujeres en los túneles de la economía sumergida y sin amparo legal alguno). Hay más, Oxfam Intermón denuncia que una de cada tres empleadas del hogar en este país vive por debajo del umbral de la pobreza.

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Toñi Fernández

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