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¿Es la escuela mala para la salud?

Apostar por una hora de Educación Física diaria en la escuela desde la primera infancia mejora la salud de la población infanto–juvenil

Alumnos y alumnas del Colegio La Enseñanza de Logroño. / RAQUEL MANZANARES (EFE)

La escuela siempre ha sido el mayor enemigo del movimiento corporal. Sus pequeñas aulas, los pupitres y las sillas estáticas, retienen y atenúan la energía innata de niños y niñas.

Las escasas horas de Educación Física que contempla el currículum educativo parecen reflejar un menosprecio de las autoridades políticas hacia esta materia. Una disciplina que, a pesar de su escasa carga horaria semanal (de 1 a 3 horas por semana, según curso y comunidad autónoma), es la única de todo el programa escolar que ha sido capaz de demostrar científicamente sus beneficios en diferentes esferas del desarrollo humano.

Beneficios que van desde la mejora del aprendizaje de otros contenidos curriculares o mejora del rendimiento académico, a mejoras en variables psicológicas o psicosociales, valores, salud, y por supuesto también en el plano motriz.

La primera infancia

El movimiento corporal cobra todavía una mayor importancia en la primera infancia, en la etapa de 0 a 6 años. Y es precisamente en esta etapa donde el currículum educativo castiga de forma más tajante la motricidad de los niños.

Los últimos estudios realizados confirman que la gran mayoría de centros de Educación Infantil tan solo imparten 1 o 2 sesiones de psicomotricidad / Educación Física a la semana, que duran unos 50 minutos de media. Muchas veces, las sesiones las dirigen personas no expertas en Educación Física y en espacios no apropiados, como un pasillo, un patio pequeño interior, en el aula ordinaria moviendo las sillas y mesas o aulas pequeñas que limitan el movimiento de los niños.

Estos resultados constatan que el sistema educativo español no está cumpliendo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud en cuanto a niveles de actividad física de los niños en la etapa de 0–6 años, institución que aconseja 180 minutos diarios de actividad física.

El acecho del sedentarismo

Tampoco las familias ayudan: numerosos estudios constatan el predominio de un estilo de vida sedentario en la mayoría de los niños.

Todo esto apunta a que estamos presenciando la muerte de la infancia: niños privados del movimiento corporal tanto en el entorno escolar como en el extraescolar o familiar.

Contrariamente, la investigación que aborda los efectos de la actividad física en la infancia resalta un amplio abanico de beneficios que se consiguen cuando los niños se mueven. Todos los investigadores concluyen la necesidad de establecer estrategias para fomentar la práctica de actividad física en la infancia.

Impacto en la autoestima y la felicidad

Entre los beneficios que se obtienen están niveles mayores de autoestima, autoconfianza y autoconcepto que potencian a su vez múltiples variables psicológicas, reducen el estrés y animan a afrontar nuevos retos a los niños.

En las clases de Educación Física los niños afrontan retos y participan en juegos y actividades en los que su cuerpo y mente son los verdaderos protagonistas. Cuando superan ese reto, o alcanzan el objetivo establecido por el docente, queda en ellos un poso de autoestima que les ayudará a afrontar nuevos retos y seguir realizando actividad física. Si los niños no tienen esa oportunidad de moverse, y permanecen en el aula sentados o en el sofá, difícilmente podrán recibir esa inyección de autoestima.

Experimentan también una mayor sensación de felicidad gracias a los diferentes neurotransmisores que se activan con la práctica de actividad física. El movimiento, además de la liberación de energía, aporta una sensación de bienestar, felicidad, placer, disfrute y tranquilidad.

Mejoras en el capital humano

También encontramos mejoras en el capital humano del alumnado: se potencian múltiples valores clave para mejorar la convivencia futura en la sociedad adulta, como la cohesión grupal, el esfuerzo, la resiliencia, el saber perder y ganar, el respeto y la tolerancia.

Además, contribuye a mejoras en el ámbito social, porque los niños, mientras juegan en clase de Educación Física, acatan y establecen reglas y normas. Todas ellas tienen una gran transferencia en el mundo adulto. Aprenden a colaborar y cooperar con otros niños y generan empatía y vínculos afectivos.

Beneficios físicos

El plano motor es el más beneficiado y, junto a él, también el crecimiento, la maduración y el aprendizaje motor. El ejercicio físico favorece el desarrollo óseo y muscular.

Influye también en múltiples variables vinculadas a la psicomotricidad, como el equilibrio, el control tónico, la lateralidad, la praxia fina y gruesa, la coordinación óculo manual, pédica y dinámico general…

A modo de ejemplo: la lateralidad y la praxia fina favorecerán el aprendizaje de la escritura.

Otras mejoras se perciben en la fuerza o la velocidad, ya que dan al niño una mejor condición física y una mejor competencia motriz.

Implantar hábitos para toda la vida

La investigación científica sobre actividad física en la primera infancia señala también que los niños que realizan actividad física en esta etapa suelen tener trayectorias de vida futuras saludables. Se reduce el absentismo deportivo en la adolescencia, etapa donde más se abandona la práctica de ejercicio físico. Se adquiere además un perfil de normopeso y mejora la salud y el bienestar.

En definitiva, apostar por una hora de Educación Física diaria en la escuela desde la primera infancia es mejorar la salud de la población infanto–juvenil, reducir las patologías y la farmacología en la infancia y adolescencia, reducir el sedentarismo, reducir gastos sanitarios y apostar por una población adulta más sana.