La terrible carga de ver morir a los demás

Madrid

Terrible carga, la de ver morir a los demás. Se muere tanta gente cuya vida y cuya obra nos ayuda y nos tranquiliza, y muere tan poca de la que nos asusta, amenaza y expolia, que hay que imponerse una severa disciplina para no salir al balcón a gritar de impotencia. Y para no hacer listas.

Como consuelo de los allegados están los rituales, memoriales y celebraciones. Sin embargo, ¿qué hay para quienes nos encontramos en la Tierra Media, personas que fuimos favorecidas por sus libros, películas, artículos y actitudes cívicas?. ¿Qué hay para nosotros, los seguidores afines pero ajenos, que nos sentíamos acompañados por su existencia?

Su trabajo y su recuerdo, diréis. Claro que sí. Pero creo que el olvido de su muerte es también una contundente declaración de lealtad a lo que fueron y a lo que nos dieron. El mejor homenaje, para mí, es sobrepasar el latigazo de dolor que nos produce su mala noticia, y tratar de que en mi paisaje los muertos que hicieron conmigo parte del camino se fundan con los vivos con quienes lo estoy haciendo.

Con el tiempo he llegado a perfeccionar bastante bien esta interesada y beneficiosa desmemoria. Ahora sólo me queda obstinarme en olvidar, pero al revés: conseguir borrar de mi actualidad a aquellos que nos asustan, amenazan o expolian.

Incluso a los que nos aburren.